Con la corrupción al aire
Estos días en los que se abre la certeza del concurso de torcidos, perversos o podridos, en el ejercicio ejecutivo de responsabilidades o decisiones del ... Gobierno, pueden hacen creer que sólo las mordidas son corrupción. Pero los corrompidos son también los que favorecen la injusticia a sabiendas y también aquellos que con su acción interesada o seguidista comprometen y pervierten el orden constitucional. El reciente aval a la ley de amnistía, que no por menos esperado ha resultado menos ignominioso, viene a perpetrar una arbitrariedad claramente ilegítima, inmoral y dinamitera. Desgraciadamente el Constitucional -su mayoría aritmética- ha decidido amparar lo que el derecho rechaza, la lógica niega y el pueblo repudia. Cuesta creer cómo algunos son capaces de arrastrar por el cieno instituciones tan importantes, históricas y cruciales, como determinantes.
Es cierto que siempre hay un precio, a veces como un sucio comercio simple y primario, otras a cambio de renombre, nombramientos, falso prestigio o un futuro personal-profesional más que prometedor. Sin embargo, el futuro nos aguarda y será tan firme como el dolor, la enfermedad y la muerte, pero además los que hoy cabalgan sobre el mal, en auxilio postrado e indigno de las veleidades de Sánchez, habrán de esconderse. Ya saben, al final, que siempre llega: «que la tierra te sea leve y la historia... Te tape». Y es que unos pocos, sin mayoría parlamentaria ni social, sin autoridad moral ni intelectual, han venido a pervertir el sistema sólo por su propio interés y en representación defectuosa de la semisuma de los entre sí contrarios. Unos y otros unidos por la generadora fuerza del mal causante y también causado que, sin duda y a no tardar, serán despedidos tan pronto como los españoles puedan.
A más, 'el preimputado' ministro Bolaños anda como loco con su por él llamada 'ley de modernización de la justicia'. Un sucio documento cuya musa es nada menos que la desaparición del estado de derecho, el asalto a la profesión de juez mediante prometidas injusticias en el acceso a la carrera, desigualdad y atajos políticos. Una aberración que busca culminar con la consagración del control de la instrucción judicial a manos del Gobierno a través de una fiscalía jerarquizada por el mismo. Menuda modernidad, señor Bolaños, es acabar con la independencia judicial y la instrucción profesional. En momentos como éstos, el drama ya no son los audios de la UCO, sus informes y las nuevas revelaciones -y las que vienen y vienen-, no, o no sólo, sino también el auténtico propósito de cada paso, cada mueca y resolución ejecutiva o gubernamental. La corrupción es triste, alargada y compleja, y sus autores son indignos e imperdonables.
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