¡BASTA!
SUR publica que el fiscal pide 72 años de cárcel y 1,2 millones de euros de indemnización para el sacerdote de Vélez-Málaga acusado de ... abusar de cuatro mujeres. Y que el Ministerio Público apunta a que el sacerdote suministró droga a sus presuntas víctimas durante varios años, a las que grabó sin su permiso. Todo un despropósito, de confirmarse los hechos, que avergüenza y genera una indignación que no encuentra palabras en el diccionario para calificarla. El deseo de la Diócesis de Málaga es que los tribunales esclarezcan la verdad y hagan justicia cuanto antes por el bien de todas las partes.
Sé que cualquier expresión utilizada en este momento estará mirada con lupa, pero hay acontecimientos ante los que no puedes ni debes callar. Me arriesgo a ser criticado. Las mujeres que manifiestan haber sufrido abusos son las primeras víctimas en todo este escándalo sacerdotal. No podemos mirar para otro lado. Abusar de la confianza es deplorable. Hay que reconocer, aceptar y afrontar la realidad: es despreciable y deteriora la credibilidad, en este caso de una comunidad, como la diocesana de Málaga, que haya un sacerdote que, presuntamente, hubiera cometido estos deleznables hechos. Reitero que hay que tomar partido por la verdad y por las víctimas, también por las familias, con el consiguiente reconocimiento del dolor y sufrimiento que hayan padecido y las secuelas que presumiblemente sufran.
Hechos como los que se les imputan al sacerdote veleño deterioran la credibilidad eclesial pero también ayudan a crecer para que no vuelvan a producirse jamás. Tolerancia cero. La evidencia del delito y el pecado en miembros de la Iglesia a los que se les presupone un comportamiento ejemplar es algo especialmente doloroso; precisamente por esto, debemos situarnos en el camino adecuado de acompañamiento y sanación para víctimas, familias, sacerdote e Iglesia.
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