Ser de barro
Nos empeñamos en desafiar nuestra condición frágil
Me mantengo en mi escepticismo militante y me resisto a creer que de todo esto seamos capaces de sacar alguna lección que mueva los cimientos ... de nuestro antropocentrismo incorregible. Sí, ya sé que ahora andamos sobrecogidos con ese 'coaching' emocional de Dúo Dinámico y liturgia de balcones, pero francamente no tengo mucha esperanza para una vez que venzamos al miedo.
Ojalá me equivoque, pero incluso ahora, inmersos en esta distopía letal e inédita, sigue habiendo reacciones que me dejan perplejo. Basta con echar un vistazo a las teorías conspiratorias del virus creado en un laboratorio. Nuestra arrogancia de especie, de creernos eso de la «inteligencia superior», no nos deja ver que este bichito no es ningún artefacto artificial. La pasada semana conocimos un artículo formidable de Carlos Briones, del Centro de Astrobiología INTA-CSIC y del bioquímico de la Universitat de València Juli Peretó, en el que queda bien claro cómo este enemigo surgió por selección natural a partir de otros del género Betacoronavirus y que ha podido ser un nuevo caso de zoonosis (salto 'hospedador' de animal a otra especie) con origen hace al menos cuarenta años. Pero nosotros, ahí, dale que te dale con la película del complot. Creo, francamente, que este virus se ha limitado a ponernos en nuestro sitio en la naturaleza. La otra noche me recordaba mi querido Rafa Pérez Pallarés que ya en las Sagradas Escrituras se habla de nuestra fragilidad de «hombres de barro», vulnerables ante cualquiera de las epidemias, guerras o las cinco extinciones del Planeta que llevamos a nuestras espaldas.
Pero nosotros a lo nuestro. Ahora, cuando aún el virus permanece intacto en su capacidad de contagio y propagación porque no lo hemos doblegado sino que nos hemos limitado a esquivarlo a fuerza de escondernos en casa, hay quien defiende que vayamos saliendo a su encuentro. Fue Agustín de Hipona el que dijo que un vaso de cristal es más fuerte que nuestra condicion. De eso hace 1.500 años. Pero nosotros, ahí, empeñados en creer que nuestra arcilla roja es acero inoxidable.
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