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El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. Archivo
Feijóo busca un altavoz en el Senado

Feijóo busca un altavoz en el Senado

La Cámara alta ha desvirtuado su papel territorial para convertirse en refugio de viejas glorias y premio de consolación para derrotados

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Domingo, 15 de mayo 2022, 00:33

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Una sola vez al mes, y no todos, Alberto Núñez Feijóo se medirá con Pedro Sánchez en el Senado. Tras deshojar la margarita, el presidente del PP se convertirá en representante por designación del Parlamento de Galicia. Hasta que lleguen las elecciones generales, esas serán las únicas oportunidades para que el líder de la oposición, que no es diputado, debata cara a cara con el presidente del Gobierno.

El experimento no es nuevo y es poco alentador para Feijóo. El senador popular Antonio Hernández Mancha se convirtió en líder de Alianza Popular en febrero de 1987 en pugna con Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón. Ejercer de jefe de la oposición a Felipe González desde la Cámara alta no era posible porque no había sesiones de control y se lanzó a presentar una moción de censura en el Congreso de la que salió derrotado y escaldado. Dos años después devolvió el timón del partido a Manuel Fraga.

Las circunstancias políticas no son las mismas ni mucho menos. Feijóo dirige un partido unido como una piña detrás suyo, mientras que Hernández Mancha tuvo que lidiar con el guirigay de las familias aliancistas. Además, González vivía sus mejores momentos y su liderazgo era indiscutible. Sánchez, aunque no tiene conflictos internos en el PSOE, está al frente de un Gobierno de coalición frágil, convulsionado desde el primer momento y sus alianzas parlamentarias atraviesan serias dificultades.

El altavoz que el líder del PP busca en el Senado no pretende ser el mazo que tumbe al presidente del Gobierno. Es una atalaya desde la que presentarse como la alternativa y una vez al mes buscará el cuerpo a cuerpo, no tanto para bajar al fango sino para mostrar que tiene un proyecto político merecedor de instalase en la Moncloa. «Que nadie espere insultos o navajazos», afirman desde su entorno. «No serán –apuntan– duelos como los de (Pablo) Casado».

El hecho de que Feijóo haya escogido el Senado como tribuna de oposición pone en evidencia también cómo se ha desvirtuado el papel de esa Cámara, que se ha convertido en una especie de cajón de sastre, sobre todo para los dos partidos mayoritarios. No gusta en el edificio de la plaza de la Marina Española, antigua sede del Consejo Nacional del Movimiento franquista, que se hable de «cementerio de elefantes», pero se parece bastante.

Una vida sosegada

PP y PSOE han buscado acomodo entre sus escaños a expresidentes autonómicos, dirigentes caídos, cuadros medios de sus organizaciones, y excesos de cupo de las listas para el Congreso. Se les asegura una remuneración generosa, 90.000 euros de media mejorables en función de las funciones que desempeñen y, además, la vida en el Senado está lejos de las convulsiones del Congreso; sus debates, en general, son más sosegados y, sobre todo, sus decisiones apenas tienen relevancia en el devenir político. Por su naturaleza de instancia de segunda lectura las innovaciones que introduce en las iniciativas legislativas que llegan del Congreso deben volver a la Cámara baja para ser refrendadas o eliminadas.

Por el Senado han pasado o están expresidentes autonómicos del PP como Luisa Fernanda Rudi, José Ramón Bauzá, Alberto Fabra y José Antonio Monago, la exalcaldesa de Valencia, Rita Barberá, o veteranos incombustibles como Javier Arenas o Pío García Escudero. También el PSOE ha situado a exgobernantes autonómicos, Marcelino Iglesias, Joan Lerma, Susana Díaz y la expresidenta del partido, Micaela Navarro.

Hasta Amaiur, una de las marcas electorales de la izquierda abertzale, buscó el parapeto senatorial para Iñaki Goioaga, acusado de pertenecer al colectivo de abogados de ETA que tenía con los reclusos algo más que una relación profesional. Fue elegido en 2013 por el Parlamento vasco con los votos de la izquierda abertzale y del PNV. Pero el Tribunal Supremo, ante el que debía responder como aforado que era, le procesó por terrorismo.

Dos casos recientes han puesto de relieve el concepto instrumental que tienen socialistas y populares de esta Cámara. Sánchez decidió hace tres años que Miquel Iceta, entonces líder del PSC, fuera el presidente del Senado. Pero vendió la piel del oso antes cazarlo. Los independentistas, en una decisión inédita, se negaron a designarle senador autonómico y abortaron la operación.

Tras las elecciones generales de abril de 2019, el popular Javier Maroto perdió su escaño en el Congreso por Álava. Se empadronó y alquiló una casa en el municipio segoviano de Sotosalbos para que las Cortes de Castilla y León le designaran senador por esa comunidad. Acaba de renovar su escaño con los votos del PP y Vox, y ejerce, por el momento, de portavoz del PP en la Cámara alta.

Feijóo no busca un retiro dorado, todo lo contrario, busca una tribuna para medirse con Sánchez. Y qué mejor que el Senado, que sirve para un roto y un descosido.

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