Las investigaciones sobre la muerte de un hombre en Marbella apuntan a que lo mataron a golpes
La víctima, de 57 años, vivía solo en un piso del centro situado a pocos metros del quiosco que regentaba
Juan Cano
Sábado, 7 de noviembre 2015, 00:43
Una pareja que había salido a pasear lo encontró tumbado sobre un charco de sangre. La víctima era Francisco M. J., el quiosquero del barrio, ... un hombre de 57 años natural de Canillas de Aceituno y vecino de Marbella desde hace tres décadas. Murió allí mismo, en el portal de su edificio, el número 7 de la calle Juan Alameda. Todo apunta a que lo mataron a golpes.
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El hallazgo se produjo sobre las 00.20 horas de ayer. Tras recibir la primera llamada que alertaba del suceso, el sistema de emergencias 112 movilizó a la policía y al 061. Los sanitarios encontraron a la víctima aún agonizante. Durante 40 minutos trataron de salvarlo realizándole maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP), pero sus esfuerzos fueron en vano. A la una se certificó su muerte.
Los investigadores observaron que el cadáver presentaba graves traumatismos en el rostro con posibles fracturas pendientes de confirmar por la autopsia, realizada ayer por la mañana en el Instituto de Medicina Legal (IML) de Málaga que revelan una muerte violenta. En el lugar de los hechos no se encontró ningún objeto ni tampoco manchas de sangre que indicaran que Francisco se hubiese golpeado en la cara tras una caída.
Puerta abierta
Los agentes manejan la hipótesis del homicidio, que cobró fuerza desde el primer momento frente a la de un accidente. Todo apunta a que la víctima fue golpeada con extrema violencia. Francisco vivía solo y la puerta de la vivienda, el 2º D de un edificio de cuatro plantas, estaba abierta, lo que sugiere que la discusión pudo iniciarse en el piso y persiguió a su agresor hasta la calle o bien salió al portal por algo y allí se encontró con él. Al parecer, el interior del inmueble no estaba demasiado desordenado.
El móvil del crimen, por ahora, sigue siendo una incógnita. Francisco era soltero. Vivía en el bloque desde hace 29 años y regentaba un quiosco en la esquina entre las avenidas Nabeul y Ramón y Cajal, a escasos metros de su vivienda, en pleno centro de Marbella. Dicen que tenía un carácter tranquilo y cordial y que no se le conocían enemigos. No tenía problemas con ningún vecino, aunque tampoco amistad. Residentes del edificio aseguran que no solía recibir visitas aparte de las de su hermana, que acudía de vez en cuando a ayudarlo a limpiar el piso.
Francisco abría el quiosco temprano y cerraba tarde, sobre las doce de la noche, de ahí que sus vecinos especulen con que ha podido ser atracado por «alguien que conocía sus horarios y que sabía que se llevaba la recaudación a casa», afirman. Carmen, del 4º D, asegura que un compañero de trabajo lo vio cerrar el quiosco sobre las doce y pico esa noche, sólo unos minutos antes de la agresión.
Nadie en el bloque dice haber visto ni escuchado el ataque, ni siquiera esa posible discusión previa en la vivienda. Sólo oyeron el sonido de las sirenas al llegar la policía y la ambulancia. «No me enteré de nada hasta que la policía llamó a mi puerta porque mi casa da justo enfrente», cuenta Paqui, vecina del 2º A. «No he salido todavía de aquí de lo impresionada que estoy, he pasado una noche muy mala porque pienso que esto le puede suceder a cualquiera», añade.
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