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Juan del Río, en su casa de San Pedro Alcántara. :: josele-lanza
Juan del Río: «El auge empezó en San Pedro, Marbella arrancó después»

Juan del Río: «El auge empezó en San Pedro, Marbella arrancó después»

El primer boticario con el que contó San Pedro ha recibido la Medalla de la Ciudad, un distintivo con el que Marbella quiere premiar su fidelidad

NIEVES CASTRO

Viernes, 9 de enero 2015, 00:13

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Habla tal y como ha vivido, con libertad. Juan del Río Mapelli, el primer farmacéutico con el que contó San Pedro Alcántara, acaba de recibir la Medalla de la Ciudad de Marbella. La condecoración se suma a la larga lista de distinciones de un hombre que nació el 10 de enero de 1932 en la casa que sus padres poseían en la Cortina del Muelle de Málaga. Tres pasiones le mueven en la vida: su mujer, Remedios del Río, la pesca y el hogar. Pese a que ha recorrido el mundo entero, eligió hace cinco décadas los territorios de la colonia agrícola para echar raíces.

-¿Qué le llevó a San Pedro Alcántara?

-Empecé a trabajar en el laboratorio de mi padre, y me di cuenta rápidamente de que eso no tenía futuro porque los socios eran muy mayores y no tenían hijos. Por eso pensé en ejercer como farmacéutico, para sobrevivir y poder mantener una familia. La verdad es que yo era un enamorado de Torremolinos, para mí era el sitio soñado en los 50', pero un amigo mío me habló de un pequeño pueblecito llamado San Pedro que no tenía farmacia. Estudié el tema con detenimiento porque por aquel entonces San Pedro era minúsculo, apenas tenía 1.500 habitantes, pero abrí.

-¿Qué condicionó su decisión?

-Me pareció un pueblecito encantador y abrí en 1957 en una plazoleta junto a Correos. Era un localito muy pequeño, pero suficiente para probar si me iba bien o si por el contrario me largaba. Como vi que fue bien, un año después abrí el local definitivo en la calle Marqués del Duero, 76.

-¿Por qué apostó por una farmacia más grande?

-Yo me quería casar, así que levanté el local con la vivienda encima. Estaba enamoradísimo, igual que ahora. Y es que Remedios (del Río) siempre ha sido la bomba.

-¿Dónde la conoció?

-En la Universidad de Granada. Por aquel entonces Remedios estaba estudiando primero de Farmacia y yo estaba terminando, pero me deslumbró.

-El ser el único boticario del pueblo durante tantos años le ha colocado en una situación de privilegio ¿Habrá conocido a varias generaciones de sampedreños?

-Claro, conocía a todo el mundo...

-Y habrá ejercido de consejero, de psicólogo y hasta de paño de lágrimas, ¿no?

-Pues sí. Además yo siempre he sido muy echado para adelante, y desde el principio me fue muy bien en ese sentido porque me encantaba la gente de San Pedro. No sé por qué, pero los farmacéuticos que abren fuera de su ciudad no encajan. Pero, ¡oiga!, yo encajé. Era un pueblo con mucha gracia.

-¿Ha perdido desparpajo?

-El San Pedro de ahora no es el San Pedro que yo no conocí a mi llegada. La mayoría de aquellas personas ya han muerto.

-Está en segunda línea, pero sigue ligado a su botica. ¿No quiere dejar de trabajar?

-Sigo yendo todos los días a la farmacia porque es una forma de seguir vivo.

-¿Alguna de sus hijas cogerá el testigo?

-Una de ellas está terminando la carrera en este momento, precisamente era periodista y de pronto decidió un día hacer Farmacia. Tengo otra hija también farmacéutica en Ginebra. Espero que alguna tome el testigo porque tengo una casa preciosa, con un jardín hermosísimo, y me gusta disfrutar de ello sentado al aire libre y rodeado de verde.

-¿Hay alguna anécdota que le ocurriera detrás del mostrador y que recuerde de forma especial?

-Me han pasado miles de cosas. Tenga en cuenta que siempre he sido muy extrovertido, mi mujer es mucho más (ríe), y eso nos ha llevado a vivir la vida de verdad, sobre todo en San Pedro que era donde al principio existía movimiento. Marbella arrancó después que San Pedro, que ya por aquel momento tenía Guadalmina, la urbanización Cortijo Blanco, lo que en aquel entonces llamaban la ciudad de los artistas...

-Todo eso lo plasmó muy bien en un libro que escribió ya hace algunos años. 'Memorias casi de memoria'.

-Sí, todo lo cuento ahí. Cuento cómo era la vida de entonces, que me parecía mucho más activa y brillante que la de ahora, porque en aquel momento sí que había gente importante de verdad por aquí. Esto se ha empobrecido y Jesús Gil le pegó la puntilla.

-¿Qué necesitaría San Pedro para volver a ser lo que fue?

-Eso es imposible, es como lo de Torremolinos. Eso se acabó. El San Pedro de entonces era baratísimo y la bohemia intelectual siempre ha buscado sitios económicos, por eso vino gente tan brillante.

-¿Y en estas memorias escribió sin pelos en la lengua?

-Sin pelos en la lengua. Mi mujer, a veces, se enfadaba y me decía: «¿Cómo vas a poner eso?». Y yo le contestaba que la historia es la historia, y que yo no estaba dispuesto a ocultar nada.

-O sea, se quedó satisfecho.

-Sí, pero se me quedaron cosas en el tintero, perdí notas. Hoy día los ordenadores ayudan una barbaridad. Soy un enamorado de la informática.

-No quiso quedarse rezagado...

-Empecé mi andadura muy pronto. Informaticé mi biblioteca y me tuve que crear el programa para ello porque no existía.

-¿Cuántos ejemplares tiene su biblioteca?

-Unos 10.000 ejemplares.

-¿Alguna curiosidad?

-Son libros de consulta y lectura. No es un biblioteca valiosa, pero son libros muy interesantes.

-Es un apasionado de la informática, la escritura y también de la pesca. ¿Se le da bien echar la caña?

-¡Oh! Esa sí es mi gran pasión. La pesca entonces era muy modesta en Málaga, pero cuando me asomé al mar de San Pedro me quedé deslumbrado. He recorrido el mundo entero y quitando el banco sahariano, el de San Pedro es único.

-¿Tuvo barco?

-Claro. Nunca grandes barcos, porque no he tenido dinero para eso, pero sí cosas muy simpáticas.

-También tiene una cara más humana . Fundó, junto a su mujer, Aspandem y Fundatul. ¿Qué le llevó a emprender estas aventuras?

-Porque le hago un favor a quien me lo pida y nunca he buscado que me den las gracias. Además, en aquellos momentos yo tenía mucho poder en Málaga, ya no soy nadie.

-Lo que dice entronca con otra de sus facetas, es miembro del Rotary Club de San Pedro.

-Eso tampoco tiene importancia.

-¿Cómo entra en contacto con ellos?

-Como siempre, por mi mujer. Ella me dijo que iban a montar un club rotario y que me apuntara. A mi no me apetecía nada esa historia, pero se empeñó y me hice rotario. Tuve unos años muy activos, pero ahora ya no soy nada... Sólo un padre de familia que vive feliz en su casa.

- Da la sensación de que es una persona modesta, pero dígame qué significa para usted haber recibido la Medalla de la Ciudad de Marbella.

-Eso no tiene importancia. Yo no soy una persona modesta, soy muy orgulloso, pero lo que no soy es pretencioso. Hay que poner cada cosa en su sitio, yo siempre he ido para adelante por el orgullo.

-¿Ha colocado la medalla en algún lugar preferente?

-No... Mi mujer la tendrá guardada en algún cajón.

-¿Junto a las otras que tiene?

-(Ríe) Como he sido un hombre muy activo me he metido en todos los líos del mundo, debe ser por eso que tengo algunas otras medallas.

-¿Y le quedan ganas de seguir metiéndose en líos?

-Ya no. Yo lo que quiero es sentarme en una silla y ver caer el sol frente a mí.

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