Un recreo saludable con ocho estrellas Michelin

Estrenando gorra –regalo de cumpleaños del día anterior–, se encargaba de que no faltara nada en las mesas de cada grupo en los que estaban repartidos el resto de sus colegas. Ni gominolas ni tampoco fruta ni verdura. Porque se trataba de aportar un rato de felicidad, pero, al mismo tiempo, transmitiendo la importancia de alimentarse de forma saludable. Recordemos que 'Comer sano es divertido' es el lema de este evento, que patrocinan prestigiosas firmas e instituciones como la Diputación de Málaga, el Ayuntamiento de Marbella, Porsche o Joselito, y en el que colaboran, entre otros, Le Cordon Bleu Madrid, Bimi, Caviar Riofrío y Vocento.

«Actividades como estas nos hacen mantenernos vivos, y si además proporcionamos un rato agradable a los niños, mucho mejor», advertía el anfitrión, que se había preocupado personalmente de que hubiera un toque verde en cada mesa. Aunque su idea del bimi confitado con chocolate tuvo menos éxito que la tarta con bizcocho y frutas de la firma Eladio. Claro, que habiendo cremas de vainilla, limón y chocolate, era fácil que el 'verde' quedara más en segundo plano. Aunque ya se encargaban los cocineros de que en cada plato hubiera algo de sabor a fruta. Como le proponía Giovanini a Claudia, de seis años, para redondear su tarta con frambuesas, antes de enseñarle el toque del cacao espolvoreado. Los macarrons se los dejaba a la mesa de al lado, con Gallegos al mando. «Con las dos manos, y un punto de crema para que quede pegado», aconsejaba el chef del caviar animando a su equipo.

Haciendo menos ruido, pero con la misma pasión andaban a unos metros Gómez, Villasclaras y Cachinero. «Es muy bonito pasar un rato con los niños y a la vez poder ayudar», admitía el alma de Bardal. «Yo soy muy tímido, me cuesta al principio, pero luego disfruto también mucho con estos momentos, me llena compartirlos con los niños. Al final se me ha hecho corto», apuntaba el cocinero de Skina, alegrándose de haber cambiado un rato improductivo de sofá de su día de descanso por una cita que, como destacaba su colega Fernando Villasclaras, «no sólo se agradece porque nos ayuda a recuperar las salidas y cierta normalidad, sino también porque a nosotros nos permite ayudar».

«'Por los niños, lo que sea', nos dijeron todos. Que desde el primer momento tuviéramos ese 'sí' unánime nos ha dado fuerza para seguir adelante a pesar de las dificultades derivadas de la pandemia», reconocía Pilar Candil. Con Lima Comunicación y Eventos, empresa especializada en comunicación y asesoramiento gastronómico, impulsó Chefs for Children hace tres años. Desde entonces, en colaboración con la Fundación Juegaterapia y con distintas ONG dedicadas a la infancia, ofrece talleres de cocina gratuitos en los que ejercen de maestros algunos de los cocineros más importantes del país. Más de una treintena se dan cita anualmente en el hotel Los Monteros. Por supuesto, también los malagueños.

Y allí estarán de nuevo el 25 de octubre en el taller y la cena solidaria. Candil cruza los dedos para que así sea, tras los bailes de agenda marcados por el Covid. Además, su intención es organizar otro taller como aperitivo del gran día. De momento, el de ayer fue el primero del año. En él no faltaron los 'bocatas' ni los diplomas que acreditaban las dotes culinarias de estos pequeños entre 6 y 13 años.

También era la primera salida del año para la Fundación Andrés Olivares. «Es un chute de energía para los niños. Estaban muy ilusionados con salir y poder recuperar la normalidad», aseguraba Paula Barragán, responsable de sede de la Fundación, recordando la «motivación» que suponen tanto para los niños como para las familias actividades como esta o como participar como imagen de Juegaterapia.

Alguno que otro de los chavales que ayer se reunieron en José Carlos García Restaurante pueden dar fe. Es el caso de Pablo Fernández, orgulloso de aparecer junto al futbolista Joaquín. Tres años lleva en tratamiento oncológico este chico de 13. Casi los mismos desde que fue por primera vez a un taller de Chefs for Children. Hoy lo vive desde otra perspectiva. Más madurez, menos juego. Pero siempre sin perder la ilusión, la esperanza, las ganas, la lucha. Hace unos meses se reencontraba con sus compañeros del instituto. Manu, su padre, lo tenía claro: «Necesitaba volver, recuperar el ritmo. Eso y tardes como esta es lo que hacen todo más llevadero. ¿Saber realmente lo que ocurre o lo que ocurrirá? ¿Para qué?». Ayer bordó su tarta.