El dibujo de Pachi para la nueva caja de locas de Tejeros

Precisamente, esa esencia 'malaguita' era condición indispensable de la confitería. Lo demás lo dejaron en manos de Pachi. «Querían que tuviera mi estilo, pero con personajes y elementos malagueños, y en los que primero pensé fue en Picasso y Chiquito porque me parecían visualmente muy conocidos y reconocibles, fácil de identificar rápidamente». Lo tuvo claro el dibujante malagueño a la hora de decidir a sus protagonistas.

También a sus 'acompañantes': el mar, la Farola, la Alcazaba y una jábega en la que no podía pasar por alto otro nombre destacado de la cultura local: María Zambrano. Quería que estuviera asimismo presente de alguna forma la filósofa de Vélez-Málaga. Ella bautiza la jábega en la que Picasso y Chiquito comparten sus tortas locas. «Me parecía que una figura como la de María Zambrano también debía aparecer, pero su rostro no es tan universal, por eso me decidí más por ellos dos como personajes principales», desvela Pachi, en referencia a un trabajo que pretende llegar a todos los públicos, incluidos foráneos.

Como explican desde el obrador, la idea se enmarca dentro de una iniciativa con la que pretenden hacer un guiño a la ciudad a través de artistas de la tierra. Ya lo hicieron anteriormente con Alejandro Villén y el envase que además incluía un juego de la oca ilustrado por el malagueño con emblemas característicos de la provincia como el Caminito del Rey, el Tajo, los borrachuelos, el chiringuito o la biznaga.

Ahora, Tejeros vuelve a recurrir a un creador malagueño en busca de ese acento propio para envasar cualquiera de sus dulces o sus célebres tortas locas. Esas cuyo origen se debe a un jugador del Málaga CF, Eduardo Rubio. Pastelero de oficio, en los años cincuenta formó parte del club como defensa, pero acabó poniendo en marcha un obrador en Capuchinos y convirtiéndose en referente de los dulces en la ciudad por un afán de innovación que contagió a María Jesús Fernández y José Ruiz, fundadores de Tejeros.

Con ellos creó sinergias. Nunca hubieran imaginado que aquella ocurrencia de unir dos discos de hojaldre con una suave crema pastelera tendría tal éxito. Como remate, una cobertura de glaseado de azúcar con su característico color naranja. «Mi madre empezó como aprendiz de Eduardo, hasta que en 1975 montó un obrador con mi padre. Luego compraron el obrador de Eduardo y él se quedó con nosotros hasta que falleció», cuenta Manuel Ruiz, recordando la estrecha vinculación que siempre tuvo su familia con el que fuera jugador del Málaga: «Le llamábamos el abuelo Eduardo y hoy nos sentimos como una especie de seguidores de su estela, como sus herederos».

Y ahí continúan como referentes de las tortas locas en Málaga. «A pesar de las nuevas modas, es un dulce que resiste muy bien el paso del tiempo porque es algo muy malagueño, una seña de identidad gracias a la cual se democratizó la pastelería», constata Ruiz.

Ahora al frente del popular obrador, asegura que en algunas ocasiones especiales han intentado actualizar la receta de las locas introduciendo alguna novedad, pero «los clientes no nos dejan innovar, quieren la auténtica», advierte sobre este tentador dulce hoy inconfundible. Como sus nuevos embajadores, Picasso y Chiquito, inquilinos ilustres de ese estuche especial, sin valor añadido a la compra y disponible tanto en el obrador como en otros puntos estratégicos en los que se moverá, como estaciones de tren. El contenido, a gusto del consumidor.