De la ciudad al campo
Hace algunas décadas, nuestros abuelos abandonaron las zonas rurales para marcharse a las urbes en busca de un futuro mejor. Años más tarde, la tendencia ... se invierte: de la ciudad al campo. La pandemia nos hizo marchar a zonas rurales en busca de aire fresco y de poder alejarnos de la situación que nos paralizó, y cambió por completo, varios años de nuestras vidas.
Muchos comenzaron a hacer incursión en la agricultura ecológica con pequeños huertos, mientras que otros, sin poder mudarse al campo, empezaron a revisar las etiquetas de los productos para ver los mil y un ingredientes, y conservantes con nomenclatura 'E', que buena parte de estos contienen.
Los mercadillos agroalimentarios ganaron popularidad, y la ansiedad por llevar una alimentación lo más saludable posible se intensificó. A pesar de que ahora muchos lo han olvidado, prácticas como desinfectar alimentos y embalajes llegados directamente del supermercado no serían una mala costumbre a mantener.
Hoy, la historia se repite, pero a la inversa. Jóvenes, y no tan jóvenes, abandonan las ciudades con intención de escaparse de la realidad que nos amenaza: el ruido de las calles -dejando a un lado la situación de la vivienda-, y, en lo que estas líneas nos compete, el hecho de que restaurantes y cafeterías dejen de ser lo que eran en un mapa en el que las franquicias comienzan a dominar el corazón de las ciudades. Por un lado, porque el volumen de facturación les permite hacer frente a grandes costes inmobiliarios y, por otro, porque los afamados nombres de estas cadenas hacen que cualquiera pueda identificar el tipo de comida, independientemente de su país de origen.
Pero, ¿no se habla de mirar al futuro? Probablemente, la cuestión sea en algunos casos sí y, en otros, como este de la alimentación, no. Usted decide, ¿identidad y tradición en el plato o comida en serie? ¿Campo o ciudad? Ambas, en su justa medida, pueden ser posibles.
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