Cuando Haitam nada más salir, en el minuto 79, adelantaba al Málaga en el Zaragoza el grito de 'gol' salió del alma de miles de ... hinchas malaguistas: no hubo urbanización en la capital malacitana que se salvara de la celebración... Aquello iba para gesta: ganar en Zaragoza, cuando más lo necesitaba el equipo colista de Segunda, en las condiciones en las que estaba jugando (con uno menos desde el minuto 12), era una proeza que además podría significar un cambio de rumbo en la nefasta trayectoria que se llevaba hasta ahora. Pero los dioses de la pelota nos abandonaron en Dortmund hace ya muchos años y siguen sin mirarnos: Giuliano Simeone, que había convertido en figura a Yáñez, un gigante en la portería, conseguía el empate que nos dejó con la miel convertida casi en hiel en el minuto 87.
Pese al mal rato final, el Málaga consiguió un merecido, trabajado y valioso punto, que sin embargo sabe agridulce porque estuvimos a pique de la épica debido a que, ¡en el minuto 12!, un nefasto árbitro llamado Busquets, casero hasta la exageración (pregúntenle a Hervías, por favor...), decidió dejar al Málaga en mantillas, con uno menos en una jugada en la que el lateral derecho malaguista nunca mereció la roja. Ahí se rompieron todos los esquemas y todo lo que Mel había preparado con una alineación en la que sorprendía la ausencia de Rubén Castro. La injusticia era patente, pero al Málaga no lo respeta nadie en el fútbol patrio, sin duda consecuencia directa de no tener un dueño, un presidente o un director general con peso y prestigio, algo que suele ser tan reconocido como temido.
Todo el partido, desde ahí, fue un dominio absoluto del Zaragoza, una defensa numantina malaguista y un portero, Yáñez, en estado de gracia... pero al final salió Haitam para ponernos a todos felices, una felicidad a medias, pero que al menos deja un punto de optimismo de que esto puede ir a mejor, entre otras cosas porque peor es imposible...
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