Sin duda alguna todo en el fútbol se mueve alrededor del gol. A los futbolistas se les mide por el gol y su cotización sube ... o baja según haya marcado más o menos a finales de temporada. Los clubes, entonces, son los que pujan por los mejores con ofertas a las que sólo dos o tres equipos podrían llegar.
Hace unos días tuve una animada y nostálgica charla con mis amigos Andrés Piédrola y Manolo Narváez (dos iconos de la Málaga comercial del siglo XX), amigos desde el colegio y capaces los tres de seguir hablando de fútbol, y del Málaga que disfrutamos hace cincuenta o sesenta años; aquellos nueve goles de Bazán al Hércules, récord no igualado, en el sentido de que el total de la goleada es exclusivo de un mismo jugador.
Y en ese clima de goles salen a colación esos resultados ya inolvidables en la historia del club, como aquellos 6-0 y 6-2 al Real Madrid, el 5-1 al Atlético y el 8-0 (esta en Segunda) a un Deportivo que tenía como entrenador al legendario Balón de Oro Luis Suárez. Qué tiempos.
Lo malo es que si bien siempre hubo fuertes diferencias económicas entre los clubes grandes y chicos, el siglo veinte disparó esas diferencias haciendo casi imposible que puedan repetirse esos resultados; caso distinto es ese 10-0 del Bayern a un equipo neozelandés, otro fútbol... Andrés, Manolo y yo, por razones de amistad, edad y afición, nos extasiamos mirando por el retrovisor de nuestra vida. Y recordamos aquel doble fichaje de los uruguayos Rodri Rodríguez y Gutiérrez, todo un 'boom' en aquella época; de una calidad extraordinaria el primero de ellos, buen jugador y con mucho carisma Carlos Gutiérrez que, creo recordar que fue el primer futbolista de color que llegaba a La Rosaleda. Buen jugador y mejor persona, accedió a ser el entrenador de un equipo que compusimos un grupo de amigos. Peña Radar, en el que teníamos un portero de lujo, nada menos que Ricardo Zamora, mientras su padre ejercía como entrenador de moda. Ya ha llovido.
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