Segunda división fútbol

El Málaga desciende y consuma el descalabro

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El repaso a los responsables de este desastre comienza con el propio administrador judicial, José María Muñoz, que siempre dispuso de la última palabra para hacer cambios profundos a todos los niveles (y llegaron demasiado tarde), y se centra en la parcela deportiva, dirigida por Manolo Gaspar, que fracasó estrepitosamente al apostar por un plan fallido y después mostrarse incapaz de recomponer el escenario para dale la vuelta a la situación. Los 'palos de ciego' eran constantes, con una mezcla nociva para el éxito de aspectos extradeportivos. Y la tercera pata de la gran hecatombe hay que buscarla en los futbolistas y en su rendimiento, que en la mayoría de los casos decepcionaron y contribuyeron de una forma directa al caos, a la caída al pozo.

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La pasada campaña el equipo se salvó casi de milagro, por el bajo nivel de sus rivales más directos en la lucha por la permanencia (fue el peor entre los que no descendían), pero las expectativas cambiaron para la entidad, con más dinero, con un tope salarial de la zona alta de la categoría. El proyecto, sin embargo, falló desde el comienzo. La confección de la plantilla tenía demasiadas lagunas, careciendo del exigible equilibrio para luchar en una categoría igualada y compleja. La apuesta de Pablo Guede y del propio club por una determinada fórmula de juego llevó de inmediato a la decepción, pese a que la afición estaba ilusionada con los fichajes, sobre todo con el de Rubén Castro.

Atados ya a un plan que mostró sus carencias al mes de competición, el cambio llegó en el banquillo con la entrada de Pepe Mel. La confianza era enorme en el madrileño al comienzo, pero tras su salida admitían el error al considerar que no era perfil adecuado para las necesidades del momento. Los nuevos jugadores estaban por debajo de lo esperado y los nervios comenzaron a aparecer debido a que el equipo se situó en la zona de descenso sin que apareciera ninguna reacción que hiciera pensar que el rumbo sería distinto a medio plazo. De fracaso en fracaso.

Era evidente que Manolo debía dejar la dirección deportiva, algo que el administrador y sus colaboradores no vieron con más antelación. Y así fue, pero antes de marcharse volvió a despedir al técnico para fichar en este caso a un viejo conocido, a Sergio Pellicer, y también cerró la plantilla con algunas incorporaciones en el mercado invernal. A continuación, se marchó. Mientras, Kike Pérez estaba ya al tanto de los movimientos debido a que su entrada a la dirección general era inminente. Y ahí arrancó la última etapa del equipo, la mejor en cuanto a la suma de puntos, pero insuficiente para evitar un fiasco sin precedentes cercanos, quizás sólo comparable a la desaparición del club en 1992.

Y todo ello con el permanente sufrimiento de una afición ejemplar, que arropó al equipo en todo momento y que al final, incluso, ha realizado desplazamientos de más de 2.000 kilómetros para evitar un desastre que quedó ya al descubierto con la derrota en Ponferrada. Los seguidores, pese a todo, se mantendrán al pie del cañón en cualquier categoría, como ya lo demostraron en tiempos atrás. Y Málaga no tendrá ningún problema para sobrevivir, pues se puede autofinanciar sin ninguna complicación en la élite y en Primera RFEF gracias a la grandeza de su público y de la provincia que representa.

En todo caso, para entender la gravedad de este triste episodio deportivo una parte muy importante de la masa social actual del Málaga (ninguno de los menores de 30 años) no ha visto competir al equipo fuera del fútbol profesional. Será lo que suceda a partir de ahora, en una etapa en la que se desea que sirva de trampolín para impulsar un Málaga más fuerte, aunque la entidad siga siendo un ente sin solidez por sus problemas judiciales, que impiden la llegada de compradores.

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El Málaga volvió a una liga profesinal con su ascenso a Segunda en la temporada 1997-98, en una recordada fase de ascenso ante el Talavera, el Beasain y el Terrassa, de la que con el paso de los años han corrido ríos de tinta acerca de los posibles incentivos económicos a los que pudo recurrir la entidad de Martiricos para facilitar su salto a Segunda, después de haber acabado el torneo regular como líder del grupo IV en el tercer escalón nacional. La Segunda B de entonces, de 80 equipos, se ha reducido a la mitad con la Primera RFEF, y de cuatro grupos a dos.

Como proyecto de una ciudad grande, con una amplísima masa social detrás, el Málaga pasó sólo un año en Segunda, el curso 1998-99. Subió como un cohete a Primera, en la mayor celebración que se recuerda, con una marea humana impidiendo avanzar al autobús con los jugadores en el Paseo del Parque. El equipo debuto en Europa no mucho después. La décima plaza de la 2001-02 sirvió para jugar y ganar al verano siguiente la controvertida Intertoto y se logró ante el Villarreal el billete para la Copa de la UEFA, en la que se llegó a cuartos, apeado por el Boavista en penaltis.

Pese al telegrafiado descenso de la 2005-06, siendo colista, el equipo tardó sólo dos temporadas en lograr el regreso, después de un complicado aterrizaje en la 2006-07. El ciclo siguiente fue el más largo de la historia del Málaga en la élite, de diez años. Casi al comienzo de él, en la 2010-11, llegó Al-Thani a la propiedad y se logró la permanencia con algunos apuros y en un gran tramo final con Pellegrini. La 2011-12 fue la mejor de todos los tiempos en la Liga con la cuarta plaza final y el billete a la Champions. En la 2012-13 se jugaron cuartos en la máxima competición continental con el recordado episodio arbitral en Dortmund que privó del pase a semifinales, pero la sanción de la UEFA impidió seguir en Europa, pese a la sexta plaza liguera, y empezó una lenta decadencia hasta hoy: el descenso a Segunda en la 2017-18, la bala perdida de regresar a las primeras de cambio (tropiezo en semifinales de los 'play-off' ante el Deportivo) hasta hoy, con un nuevo descenso tras varios años de flirteo.