El relato para renunciar al Mundial no funciona y los malaguistas no se olvidan
La pitada de los aficionados blanquiazules a De la Torre muestra la indignación general que existe en la ciudad y la provincia por esta histórica decisión tomada hace justo un mes
La renuncia al proyecto del Mundial 2030 anunciada por las instituciones malagueñas hace justo un mes nadie la olvida en la ciudad ni en la ... provincia. El relato planteado para encontrar una salida airosa, una justificación sin consecuencias para una decisión histórica y muy dolorosa no está funcionado. Contar con los representantes de los aficionados, presentes en ese momento clave, tampoco ha sido suficiente para que los seguidores blanquiazules digieran este increíble paso atrás a falta de cinco años para este evento global y teniendo concedida a La Rosaleda una de las sedes.
Desaprovechar la ocasión de celebrar un Mundial sería ya por sí solo un argumento para la indignación generalizada en el mundo del fútbol por una decisión tomada por muchos que estaban en contra del proyecto desde el comienzo (no todos), pero hay un asunto todavía mayor: la reconstrucción del estadio de Martiricos para convertirlo en un recinto de primer nivel nacional, algo determinante para el crecimiento del Málaga, que deberá dar un salto de calidad decisivo a medio plazo, cuando se aclaren los diferentes frentes que tiene abiertos y que deberán quedar resueltos en un proceso judicial que está una fase intermedia.
De ahí que durante el partido del Costa del Sol, justo en la entrega del trofeo, los aficionados pitaran sin descanso cuando vieron aparecer al alcalde, Francisco de la Torre. Lo consideran como el principal representante de las instituciones propietarias, y fue el encargado de transmitir hace un mes la triste noticia del abandono, la renuncia, la rendición. Fue un momento complicado para el veterano político, acostumbrado hasta ahora a diferentes recibimientos. Había otras autoridades en el campo, pero los seguidores identificaban fundamentalmente al alcalde.
El relato para la renuncia llevaba implícito, sin embargo, una promesa que sigue en el aire y que tampoco está calando. Asegurar que se quiere construir un estadio nuevo o reformar La Rosaleda, sin plazos, el mismo día que se daba marcha atrás al proyecto del Mundial se ha convertido, además, en otro mensaje añadido sin la credibilidad necesaria para los aficionados y probablemente inoportuno, pues falta mucho tiempo para el Mundial. Es previsible que, además, levantar una nueva instalación costará más dinero que la ampliación prevista, algo que se desconoce si entraría en los planes de algunos políticos y autoridades que entendían que el proyecto de La Rosaleda era demasiado caro.
Tampoco está funcionando según lo previsto el 'apoyo' de los representantes de los aficionados. De hecho, los pitos aparecieron de una forma espontánea y casi generalizada en todo el estadio, sin que esta iniciativa partiera de ninguna grada en concreto, como muchas veces ocurre con los gritos en contra del administrador del club, José María Muñoz. Es probable, incluso, que muchos aficionados ni siquiera compartan en este asunto la postura de sus portavoces, que se mostraron sólo en contra de que el Málaga jugara con 12.500 asientos (algo lógico y compartido por todos).
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