De informático en Málaga a pastor de cabras y quesero en Extremadura
José Antonio Recio y su familia son una referencia en la lucha contra la despoblación, después de mudarse a un pueblo de 414 habitantes
A José Antonio Recio Martín, 44 años, y su familia (su mujer, Erika, y sus tres hijos menores: Lucas, Martina y Bruno) les van a ... hacer un monumento en Extremadura. Se han convertido en unos héroes de la lucha contra la despoblación rural en esa comunidad autónoma, tras abandonar Málaga, donde tenían una buena situación económica, para mudarse a Cadalso, un pueblo de la cacereña Sierra de Gata, de 414 habitantes... Incluidos ellos cinco.
Recio no esconde que echa de menos Málaga y Torremolinos, donde se crió; pero no se arrepiente de su decisión. En un vida anterior, hasta 2008, se dedicaba a la informática y a los videojuegos, en el antiguo Centro Mail, muy conocido en aquellos años, que era de su familia. Se ocupaba de las tareas de servicio técnico y ayudaba en la tienda. También tuvieron uno de los primeros cibercafés especializados en videojuegos, en el paseo de los Tilos. «Mi padre murió cuando tenía 16 años y me tuve que poner a trabajar».
Sobre la decisión de dejarlo todo atrás y mudarse al campo, lo explica así: «Lo mío fue estrés y ansiedad, tenía mucha carga de trabajo; económicamente me iba bien pero no estaba contento». Lo meditó mientras hacía el Camino de Santiago. «Estuve 33 días, caminando solo, desde Saint Jean Pied de Port hasta Finisterre». A la vuelta, y tras convencer a su mujer, acordaron que iban a cambiar radicalmente de vida.
Antes de marcharse a Extremadura, estuvieron buscando terrenos en la Serranía de Ronda, pero todo era muy caro: «Todavía no había estallado la burbuja inmobiliaria». Así que se fijó en Cadalso, el pueblo natal de su madre, donde iba de pequeño a veranear. Además, el paisaje montañoso le recordaba al de Málaga. «Encontré un terreno, lo compré y nos vinimos para acá».
Quesería ecológica
Entonces, tuvo que formarse para reconvertirse de informático a agricultor y ganadero. «No tenía ni idea; mi primera opción fue dedicarme a la agricultura ecológica y la permacultura», y para ello hizo varios cursos en Galicia. Su reto era lograr ser autosuficiente con lo que producían sus terrenos, pero los resultados no fueron buenos. Así que se orientó hacia la ganadería. Actualmente, tiene 230 cabras lecheras, que se alimentan únicamente de pastos.
Pero dice el refrán que la cabra tira al monte, y José Antonio Recio tiene vocación de empresario. Así que el pasado verano la familia fundó una quesería ecológica, llamada 'Terra capra', y se diría que prácticamente les quitan los quesos de las manos. «Hemos empezado de lujo, en la época de producción llegamos a unos 150 litros diarios de leche, lo que da para 50 quesos de medio kilo y la venta está asegurada. Sin publicidad ya nos llaman de varias ciudades para comprar, ahora queremos meterlo en Málaga». La clave, a su juicio, es que el sabor cambia mucho cuando el ganado pasta libremente en el campo. También elaboran y venden caldereta de cabrito.
Además, está metido en dos proyectos de relevo generacional rural, en los que la Junta de Extremadura da subvenciones para contratar a un aprendiz, con la condición de que luego se quede en la explotación como trabajador o socio; o cree su propia empresa. En el pueblo tampoco gastan mucho, y buena parte de su economía se basa en el trueque de productos con los vecinos.
No lo cambia
«Estoy contento con la decisión que tomé, aunque echo de menos el 'pescaíto' y la playa», sonríe, y añade: «Si hubiera facilidades me habría quedado en Málaga, en Los Montes o en Ronda, pero por las circunstancias de la vida he acabado aquí y no me quejo».
Este cambio de vida ha sido posible gracias al apoyo de su mujer, Erika, que «no era nada de campo y se ha hecho muy de campo», bromea Recio. Ella también es de Málaga y se convenció del cambio después de unas vacaciones. De sus tres hijos, los dos pequeños ya han nacido en Extremadura.
En cuanto a sus raíces, intenta no perder la referencia de la Costa del Sol, donde sigue viviendo su madre, que acude a visitar a sus nietos en el pueblo cada poco tiempo. «Hace dos años que no voy por allí, me cuesta mucho por el trabajo». Cuando viene, le gusta pasear por el Centro y el Soho, aunque advierte de que la ciudad ha experimentado un cambio radical desde que se marchó, y por momentos le resulta agobiante, aunque también lo disfruta.
Lo que está claro es que en Cadalso, él y su familia son muy apreciados. No sólo porque se han integrado perfectamente en la comunidad, sino que, si no fuera por ellos, el pueblo tendría cinco vecinos y un negocio menos. Y esto son palabras mayores para cualquier aldea de censo menguante como esta y tantas otras.
Un «pastor bombero» para prevenir los incendios forestales
Además de su faceta empresarial, el malagueño es también lo que se ha dado en llamar un «pastor bombero», esto es, un ganadero al que la administración paga por llevar sus animales a cortafuegos y terrenos forestales, para que se coman la vegetación fina y así disminuya el riesgo de incendios.
El Gobierno regional le abona a través de la empresa pública Tragsa unos 6.500 euros por seis meses de pastoreo preventivo, una tarea que él define como «un modo genial de mantener el monte limpio». «Pero digo mantener, es decir, ir con el ganado a montes que estén ya clareados, porque si el monte tiene los brezos y las jaras altísimos y está sucio, no hay modo de entrar en él con el rebaño».
«La cabra –explica Recio– se come cualquier matorral, las jaras las deja prácticamente peladas, y también los brezos y hasta los helechos y el pino que nace; pero si dejan de pasar por ese sitio, ese pino que ha nacido crecerá. Con las cabras se consigue mantener a raya el volumen de ese monte bajo que muchas veces es la clave que explica que los incendios crezcan», comenta el ganadero.
Él se hace cada día entre 15 y 18 kilómetros andando durante seis o siete horas con sus 230 cabras, en una labor que ayuda a reducir el riesgo de incendio en un paisaje que es de los más amenazados de la región. «Este valle (el del Árrago) tiene un riesgo máximo, si no ha ardido ya es porque Dios no ha querido». Si alguno de los incendios que ha habido en los últimos años no se ha extendido ha sido gracias a las labores preventivas que se han hecho en los últimos años en los márgenes de las carreteras, que es donde empiezan la mayoría de los incendios. Esa limpieza de márgenes, más la falta de viento en momentos claves y la rápida actuación de los bomberos, explican que no haya habido más incendios grandes.
Pero el temor al fuego le acompaña cada día que sale con su ganado al monte en verano. «Llegas a pasar miedo, porque muchas veces estás en sitios en los que sabes que si se produce un incendio, no sales», reconoce el malagueño, que hace ya casi 15 años cambió su ciudad por un pueblo en la comarca más bohemia del norte extremeño.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión