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El grupo de Málaga posa en el interior del barco. SUR

El crucero inolvidable de ocho médicos malagueños en tiempos de coronavirus

Residentes del Clínico permanecen cinco días sin poder bajar a tierra por un posible caso de infección entre la tripulación

Sábado, 29 de febrero 2020, 01:50

Las personas que se deciden por un crucero quieren de todo un poco: explorar países lejanos, surcar mares desconocidos, visitar ciudades turísticas en tiempo récord, ser entretenidos a bordo con espectáculos vistosos y recibir los mimos gastronómicos de una cocina que opera las 24 horas. Pero una experiencia crucerística bien distinta acaba de vivir un grupo de médicos residentes (MIR) del Hospital Clínico. La culpa la tiene el coronavirus. Manuel Hipólito, Esther Ballesteros, Marta García, Paloma Labrac, Vanesa Yáñez, Lorenzo Vázquez, Francisco Garrido y Elvira Gutiérrez. Estos son los nombres de los ocho amigos, entre los 28 y 32 años, que decidieron hacer un crucero por el Caribe para celebrar que habían acabado los cuatro años de formación que se les exige a los médicos para obtener una especialidad. Acaban de pasar cinco días atrapados a bordo del MSC Meraviglia, el mismo en el que también viajaba una pareja de Nerja con su hijo. Ninguna autoridad portuaria permitía atracar al barco ante la sospecha de un caso de coronavirus entre uno de los miembros de su tripulación. «Por lo menos hay un parque acuático y una bolera», tira de ironía Manuel Hipólito, que rememora ahora lo ocurrido, por primera vez, con pies sobre tierra firme. El supuesto positivo en el cocinero filipino resultó ser un caso de gripe común y este viernes se le permitió al MSC Meraviglia atracar en la Isla de Cozumel (México). La primera toma de contacto fortuita desde que zarpó de Miami el domingo 23 de febrero.

«El lunes estuvimos todo el día de navegación y el martes, cuando nos teníamos que bajar en Jamaica, estuvimos haciendo cola durante varias horas. De repente, el capitán nos comunicó por megafonía que estaban negociando con la autoridad portuaria porque había un miembro de la tripulación que había tenido fiebre muy alta», explica Manuel. El crucero cosechó así el primer «no» de los muchos que iban a llegar.

«Al día siguiente ocurrió lo mismo en George Town (Islas Caimán). Ahí ya nos dijeron que ni nos podíamos acercar al puerto», explica relatando como entonces pasaron a ser vistos como una constatada amenaza vírica. «Hubo cierta inquietud, pero en ningún momento se desató el pánico». El grupo se resignó y trató de sacar el mayor provecho a esta situación: «Nos regalaron 100 dólares para gastar en el barco. Pasamos el día en la piscina, comiendo y bebiendo. Nos hemos aprendido el barco de memoria», destaca entre risas. Ayer llegó el ansiado negativo y la liberación.

David Foster Wallace escribió sobre los cruceros que son «algo supuestamente divertido que nunca volveré hacer». Estos ocho amigos ya le compran la opinión.

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