
Cártama, el valle del limón
Ha sido a través de los tiempos un pueblo fronterizo, gracias a lo cual ha contado con asentamientos celtas, romanos y árabes, que han dejado entre los vecinos la huella de la hospitalidad. El paso del río Guadalhorce ha hecho posible el crecimiento de una población diseminada a lo largo de ocho núcleos urbanos
sur
Domingo, 11 de enero 2015, 02:39
Hace dos mil años, el principal camino para acceder desde la provincia de Málaga al interior de la Meseta era un poblado ibérico que, a pesar de carecer de denominación concreta, algunos llamaban Cartha; más tarde fue conocida por el nombre romano de Cártima, y finalmente, durante la época medieval, adoptó la forma actual, Cártama, de origen musulmán. Los caminantes y jinetes que, guiados por las orillas del río Guadalhorce, se dirigían a los lugares más recónditos de España hacían las primeras paradas en esta localidad, donde fondeaban gracias a la hospitalidad reconocida de sus habitantes.
Publicidad
noticias relacionadas
La Alameda
noticias relacionadas
El barrio de Huelin
noticias relacionadas
Manuel Agustín Heredia
noticias relacionadas
El Perchel
noticias relacionadas
La Trinidad
noticias relacionadas
Pasaje Chinitas
noticias relacionadas
La Victoria
noticias relacionadas
El barrio de Capuchinos
noticias relacionadas
Plaza de la Constitución
noticias relacionadas
Acera y Plaza de la Marina
noticias relacionadas
Plaza de la Merced
noticias relacionadas
La Malagueta
noticias relacionadas
Calle Larios
noticias relacionadas
Benalmádena
noticias relacionadas
Fuengirola
noticias relacionadas
Un paseo por la Nerja del siglo pasado
noticias relacionadas
La Ronda del siglo pasado
noticias relacionadas
Archidona, el último enclave de los moriscos
noticias relacionadas
Vélez-Málaga, un castillo fortificado sobre el mar
noticias relacionadas
Álora: un barrio antiguo con sabor
Cártama fue hospedaje de celtas gracias al control que ejercían sobre sus ricas minas, hoy perdidas y olvidadas. También dejaron su huella los romanos, por más que no existan datos que corroboren el paso de sus soldados por estas tierras, ya que se conservan importantes restos de estos conquistadores, como el arco romano que se encuentra en la zona conocida por el Santo Cristo, y que recientemente fue visitado por manos expertas que restauraron las piedras que lo conforman.
CAUCE DE RELACIONES
La importancia de este enclave se mantuvo durante un largo periodo, especialmente durante la dominación islámica, ya que resultaba ser una gran fortaleza de paso hacia la capital, Málaga. Según cuentan los historiadores, mientras se mantenía fiel a los omeyas impidió eficazmente que Omar ben Hafsum, llegado desde Álora y entonces dueño de Andalucía, pudiera añadir la perla malagueña en sus innumerables conquistas.
Cártama, debido a su situación en la zona media del valle fluvial, se constituyó en un constante cauce de relaciones comerciales y culturales hacia todas las direcciones, incluso como enlace con Ronda y Antequera. Su término municipal, que forma parte de la conocida hoya de Málaga, cuenta con tierras muy fértiles y abundante en aguas de regadío, ya que se sitúa en la terraza fluvial inferior a los cien metros, que sólo superan algunas colinas de la zonas conocidas como Casapalma y los Pechos de Cártama.
Asimismo, hasta la fecha se han descubierto importantes sendas ibéricas que atravesaban el valle en dirección a Anticaria, recorriendo los núcleos urbanos de Iluro cercanías de Álora, Nescani Valle de Abdalajís y unas importantes ruinas ibero-romanas del cortijo del Castillo. Además, los hallazgos de cerámica ibérica en Cártama, Soto Moro, Casapalma, Arroyo del Chumbo y en las faldas del cerro del Castillo de Álora demuestran que era la vía de penetración en época ibérica, ya que aprovechaban la margen derecha del río Guadalhorce.
Publicidad
Según un estudio del cartameño Francisco del Pino Roldán, Cártama fue objeto de numerosos romances fronterizos, especialmente los que cuentan el de una joven del pueblo, Jarifa, que en la actualidad da nombre a una de las calles, y el mozo ilustre Abencerraje, como ocurrió con Zaide y la Bella Zaida, personajes que hicieron populares hasta el propio Cervantes. Juan Timoneda, nacido en Valencia, escribió en 1573: «En Granada fui nacido/ de una mora de valía/ y en Cártama fui criado/ por triste ventura mía», romance que forma parte de la «Rosa de romances» y que alude al encuentro del alcaide de Antequera, Rodrigo Narváez, con Abindarráez. En la misma época, y como protagonista Don Rodrigo, este escritor valenciano, conocido como El Patrañuelo, escribió estos versos: «Cuando nascí, cuitado,/ luego mi padre me envía/ para que criado fuese/ en Cártama, aquesa Villa». Años más tarde, y siguiendo con el romance surgido en tierras cartameñas con Jarifa de protagonista, Lucas Rodríguez escribió: «Crióse el Abendarráez/ en Cártama, esa alcaidía/ hasta fue de quince años/ con la hermosa Jarifa», para más tarde reconocer que el amor fraternal de los personajes se transformó en un romance apasionado, al igual que hiciera el jiennense Pedro de Padilla en 1583.
Gracias a las batallas que hacen posible que estas ilustres plumas hagan de transmisoras para el pueblo a través de sus espléndidos versos, Cártama cuenta con una fortaleza árabe, que a pesar del mal estado en el que se encuentra debido al paso del tiempo y al reprobable olvido de sus vecinos, tiene a sus espaldas numerosas historias de personajes ilustres y anónimos que han pasado por épocas de hambre y sangre y también de grandes glorias y triunfos. Durante la existencia del Reino de Granada, del que formaba parte Málaga, era costumbre la localización de importantes puntos estratégicos donde se construían alcazabas como la de Cártima, que cuidaba con especial esmero la defensa de su capital.
Publicidad
DEFENSA
Tal como se estableció en la época, de las partes más sensibles de Málaga la zona más frágil era el Guadalhorce, posible vía de penetración de los enemigos a través del curso del río y sus afluentes, por lo que levantaron y reconstruyeron numerosos castillos, formando casi círculos en torno al punto final: Cártama, cuya misión era vigilar el curso final del río y su fértil vega, como reconoce María Dolores Aguilar García en su colaboración en la obra «Cártama en su historia».
Como en otros casos, la fortaleza, de estructura puramente militar ofrece pocos aspectos estéticos, dada la funcionalidad del espacio. Las notas artísticas, aunque escasas, se podían apreciar en sus proporciones, la armonización de su volumen y su estrecha relación con el entorno natural, la colina de Cártama, que hacía posible que la fortaleza pudiera camuflarse entre el terreno. Gracias a la pronunciada pendiente donde se ubica, los árabes pudieron garantizar su defensa, que además fue reforzada por la construcción de torres de diferentes plantas y solidez, de acuerdo con el carácter abrupto del enclave.
Publicidad
Desde su parte más alta se divisan el este y el oeste, que coincide con el curso del río Guadalhorce. Hoy día, los habitantes y, cómo no, sus numerosos visitantes, pueden disfrutar de una panorámica completa de todo el entorno, principalmente de la vega, aunque, según comentan algunos vecinos, desde hace algún tiempo se ha perdido el interés por este enclave. Aún se conservan restos del pasado glorioso de la fortaleza, poblada por 204 habitantes que en muchas ocasiones carecían de abastecimiento de la guarnición durante algunas jornadas.
MOSAICOS
Cártama ha sido objeto de numerosos hallazgos históricos y culturales, como los mosaicos. El primero de ellos evoca la figura mítica de Hércules, que podría datar del siglo III, encontrado en los primeros meses de 1858 en una casa de la calle Concepción, esquina a la del Padre Navedo, y que pertenecía al marqués de Casa-Loring. Un autor resume así su significado: «El de Cártama es el mejor de los pocos que se han encontrado en España y puede sostener la comparación con los más apreciados de fuera de la Península».
Publicidad
El segundo de ellos, de carácter mediterráneo y que contaba con la figura de Afrodita navegando en una concha y protegida por un velo, fue descubierto en enero de 1956, casi por casualidad, mientras se realizaban unos trabajos de construcción en la casa número 94 de la que se llamaba calle de Abajo, hoy conocida como González Marín. Ambos objetos, de gran valor histórico y documental, se encuentran en diferentes museos nacionales y constituyen uno de los mayores orgullos de sus vecinos... a pesar de no tenerlos cerca.
Sin desviar la vista de la colina, donde se halla la fortaleza, se observa un serpenteante y empinado camino que atraviesa la línea inferior de la muralla. El acceso conduce a una pequeña capilla en la que destacan un atrio, una torrecilla y el camarín, que se adosa al cuerpo de la nave y que se convierte en el rasgo más destacado de la ermita de Nuestra Señora de los Remedios, uno de los puntos de referencia para los peregrinos de toda la provincia y seña de identidad de todo un pueblo. Hoy, además, en el templo destaca una espadaña campanario de una sola pared en la que hay unos huecos para colocar la campana que pudo ser construida en el siglo XIX ya que resulta desmesurada en relación a las proporciones de la ermita de la que hasta el momento no se ha confirmado la fecha de su construcción.
Noticia Patrocinada
Sin embargo, algunos expertos, como la historiadora Rosario Camacho, aseguran que el templo podría datar de 1493. Su construcción se relaciona con una leyenda, que hoy es aceptada por los fieles que acuden a menudo a ella, similar a la de otros pueblos de la provincia, como la ermita de la Fuensanta de Coín: junto al castillo tuvo lugar la aparición de una pequeña imagen ante un pastor, y que determinaría la ubicación de la ermita, que en 1579 adoptó el nombre de la Virgen de los Remedios, después de procesionar la imagen durante una epidemia de peste y que se le atribuyeran grandes remedios en la población.
Cada 22 de abril la Virgen es trasladada a la parroquia de San Pedro Apóstol, donde permanece hasta el primer domingo de junio y recibe más asiduamente el homenaje de los vecinos. Hasta que llega el día grande, 23 de abril, cuando se procesiona la imagen mientras participa el pueblo entero en una ceremonia en la que entre oraciones, cánticos, gritos de entusiasmo, velas y cohetes, junto a una lluvia de pétalos, el espacio humano se transforma en un gran escenario religioso cargado de emociones.
Publicidad
Según cuentan los vecinos, durante un año la Virgen fue sustituida por otra imagen que la imitaba. No se trataba de una profanación, sino del plan del artista y recitador de versos José González Marín, que decidió llevarse la imagen auténtica en un viaje a las Américas para salvaguardar «a la que remedia los males de infinidad de feligreses de la provincia», como apuntan algunos mayores del municipio que aseguran haber sido sanados por su intercesión, o haber encontrado trabajo. Pero González Marín no sólo pretendía que otras personas tuvieran la oportunidad de contemplar su belleza y sus poderes, sino que pretendía salvarla de los actos vandálicos que se sucedían durante los días d la guerra civil española.
CASCO ANTIGUO
El trazado del casco antiguo de Cártama continúa por el Pilar Alto, una de las zonas más antiguas de la localidad, donde se encuentra un manantial natural en el que las mozas acudían a lavar las ropas y donde cada día se relacionaban mujeres y hombres, y que ahora se ha convertido en una fuente de agua potable para que residentes y viajeros sacien su sed tras visitar a la Patrona de la localidad. Tan sólo unos metros más abajo se ubica la plaza de la Constitución, donde se halla actualmente el Ayuntamiento del municipio. Se trata de un espacio que a lo largo de los años ha visto cómo su fisonomía se ha transformado en numerosas ocasiones, pero muy pocas veces por mor de los cánones arquitectónicos de sus épocas: los cambios han coincidido más bien, según sostienen los vecinos, con los sucesivos cambios de gobierno, sobre todo desde la Segunda República y en lo sucesivo. El entorno cuenta con una imagen más acorde con los años 90, «aunque demasiado moderno», discrepa Antonio, un vecino de 70 años que ha visto la progresión de la plaza a lo largo de su vida.
Publicidad
Fue en este mismo enclave conocido antiguamente como la plaza de Arriba, a través de unas excavaciones en 1751, concretamente en la parroquia colindante, donde se encontró una columna, que al parecer formaba parte del templo hallado años antes en el terreno del Pilar Alto, junto a una cruz de piedra que fue denominada por el entonces párroco como Cruz de Humilladero. Con el tiempo, ambos elementos se instalaron en la entrada de la villa en el camino de Málaga, que fue descrita por el historiador Rodrigo Amador de los Ríos como «hermosa columna romana, de almendrado y grueso fuste de dos piezas, y bello capitel corintio», en la cual se colocó una cruz de hierro a principios de este siglo, que inicialmente se pudo contemplar en la plaza del Ayuntamiento, donde algunos habitantes consideran que «debe ser su sitio».
Y como ocurre en los típicos pueblos andaluces, la iglesia parroquial, en esta ocasión en honor a San Pedro Apóstol, se encuentra ubicada en plena plaza de la Constitución. Según cuenta María Dolores Aguilar, este templo fue instituido en mayo de 1505 por el arzobispo de Sevilla, don Diego de Deza, en Segovia, y fue construido en un solar de 160 fanegas. Se trata de una iglesia con tres naves, separadas por pilares que sustentan arcos de medio punto, cubiertos con armadura de madera y a cuyos pies se encuentra el coro, que conserva su solería original. En la nave izquierda se encuentra el Nazareno de vestir, cuya imagen, que data del siglo XVII, es la única que no tuvo que ser sustituida tras los destrozos de la guerra civil, mientras que en la nave lateral se halla un camarín rectangular que acoge a la Virgen de la Inmaculada.
Publicidad
Sin salir del pueblo, dos calles más abajo se encuentra el teatro González Marín, en honor al que fuera personaje más emblemático y reconocido de la localidad. Nacido en Cártama el 28 de abril de 1889, fue uno de los recitadores de versos más conocidos de su tiempo. En mayo de 1905 llevó a cabo su primera actuación artística en el teatro Cervantes, donde encarnó el papel de Rodamantos en la obra cervantina «El Quijote». Actuó en la compañía de doña María Guerrero por el año 1914. Por motivos de salud, y tras triunfar en Madrid, se instaló en su tierra natal, donde en 1935 fue nombrado hijo predilecto. El 31 de mayo de 1956 falleció en su casa, donde vivía retirado desde 1950, «con gran sentimiento popular en numerosos lugares, desde donde se envían testimonios de sincera condolencia a sus familiares», según narra Francisco del Pino.
El edificio que lleva su nombre, inaugurado en 1942 y que se encuentra en pésimas condiciones desde que se cerró en los años 60, fue uno de los focos de cultura más importantes de la comarca, ya que durante los años en los que se mantuvo abierto fue escenario de numerosas obras teatrales y actos y donde se daban cita diferentes compañías teatrales de la provincia durante más de 30 años. Ahora, tras numerosas peticiones de grupos de vecinos del pueblo, está prevista su restauración.
Tan sólo hay que viajar un par de kilómetros para encontrar la Estación, barrio que nació y se consolidó alrededor del río Guadalhorce y sobre el cual, como enclave de bienvenida, se encuentra un puente de hierro que se construyó en 1928. Su historia se remonta al momento en el que se llevó a cabo el Plan del Guadalhorce que el Gobierno de Primo de Rivera elaboró con la intención de controlar las crecidas del caudal y crear nuevas tierras de regadíos mediante la introducción de canales de riego. La obra, que fue adjudicada a Rafael Benjumea, a la sazón ministro de Fomento y conde de Guadalhorce, consiguió unir Cártama con la campiña a la altura del cortijo de Venta Romero, situado en las cercanías de la estación de ferrocarril y donde se consolida la creación de un nuevo núcleo urbano, la Estación, y donde se encuentra la parroquia de San Isidro Labrador, que data del siglo XIX.
Cártama agrupa en la actualidad ocho núcleos Cártama Pueblo, Doña Ana, La Ampliación, El Sexmo, La Estación, La Aljaima, Loma de Cuenca y Gibralgalia, todos ellos nacidos a orillas del río y que a pesar de las distancias que los separan y de sumar casi 13.000 habitantes siguen manteniendo el espíritu hospitalario de sus antepasados.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión