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Mercado en la plaza Ochavada.
Archidona, el último enclave de los moriscos

Archidona, el último enclave de los moriscos

La distribución de los barrios de Archidona ofrecen al visitante una estructuración lineal conforme a los ejes que marcan las principales vías de acceso. Sin embargo, aunque ese sea uno de los principales elementos, no hay que olvidar la importancia que han tenido a lo largo de la historia los asentamientos religiosos en la ordenación urbanística del municipio

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Sábado, 6 de diciembre 2014, 02:04

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La actual ciudad de Archidona se originó como asentamiento urbano en las inmediaciones de la parroquia de Santa Ana. El primer edificio religioso de culto católico que se construyó sobre las bases de la mezquita Aljama de lo que, en tiempos, se denominó la Villa Baja. Pero no fue esta su primera ubicación. Y es que la milenaria ciudad tuvo como primer foco urbano el castillo árabe, del que ahora quedan pocos elementos en pie, aunque se conserva de forma admirable la mezquita del siglo IX la única que queda en la provincia, reconvertida en ermita donde recibe culto la Virgen de Gracia, Patrona de la localidad. Fue este un núcleo de tal importancia que llegó a ser la capital de la Cora de Rayya, nombre del reino de taifa malagueño. Una ciudad, la de la Villa Alta, que llegó a contar con tres cinturones de muralla, de los que sólo se conservan dos. Tras la reconquista, los pobladores comienzan a dejar las incomodidades de la zona alta para comenzar a edificar en las faldas del cerro. Durante algún tiempo coincidirán las dos villas, la Alta y la Baja. Finalmente, es esta última la que gana la confianza de los vecinos y cada vez son más los que se asientan en los alrededores de la parroquia, construida en 1505. Esta iglesia se convertirá desde el siglo XVI en el centro neurálgico de la villa. En sus inmediaciones se encontraba el Ayuntamiento o la cárcel. También en esta zona se ubica el último enclave de los moriscos. Un hecho del que hoy queda constancia en la calle que lleva su nombre.

Por esta zona pasa uno de los principales ejes viarios de la ciudad, el que tiene como destino Sevilla, en las que hoy se encuentran la calle Carrera y el Molino Don Juan. Y es que la ciudad se ordena urbanísticamente bajo la complicada situación de ubicarse a los pies de una sierra y con la disposición lineal que impone la influencia de las principales vías de comunicación. Pronto surgirá otro asentamiento en las inmediaciones de un nuevo convento, el de las Mínimas, fundado en 1551 a los pies del camino que hoy recibe el nombre de calle Nueva. Entre estas dos calles irá surgiendo un entramado de callejas perpendiculares, estrechas y con una fuerte pendiente que obligará a crear escalinatas que hoy todavía se conservan. Todas ellas conforman el complicado plano del casco antiguo, declarado Conjunto Histórico-artístico en 1981.

Los edificios religiosos continuarán marcando la evolución urbanística de la ciudad, sin olvidar los dos ejes viarios. Donde hoy se sitúa el Llano se encontraba la desaparecida ermita de San Sebastián, más abajo estaba la iglesia de la Victoria, en cuya plaza se asentaron la mayor parte de los mesones. Esta plaza es la que en la actualidad se ha convertido en el centro civil y administrativo, puesto que aquí es donde se encuentra el Ayuntamiento. Sus dependencias ocupan el antiguo edificio de la Cilla, el granero donde los vecinos contribuían con sus diezmos al señor de la villa, el duque de Osuna. Este mismo eje que hoy lo conforma la calle Carrera llegó a tener hasta tres ermitas, además de la parroquia, de las que hoy sólo se conserva la del Nazareno. Eran las ermitas del Cristo de la Columna en los Cuatro Cantillos y la ermita de San Juan Bautista.

En pleno siglo XVI surge otro de los grandes conventos de la ciudad, el de Santo Domingo. Durante siglos fue el verdadero centro de la vida espiritual local y aquí tuvieron su origen cofradías como la del Dulce Nombre o la del Cristo de la Humildad. En la actualidad se lleva a cabo la restauración del convento y de la iglesia para convertir este magnífico edificio en un hotel de titularidad municipal.

Entre el asentamiento que rodeaba a la iglesia de Santa Ana y al convento de las Mínimas existía un núcleo de gran insalubridad y falta de higiene, que ocasionó gran cantidad de problemas a la ciudadanía. Para evitarlo, en el siglo XVIII (hacia 1786) se proyecta la construcción de una plaza que ofreciera una solución y, además, permitiera dar trabajo a los vecinos necesitados. De aquí surgió una de las joyas del urbanismo barroco andaluz: la plaza Ochavada. Un asentamiento urbano del estilo de las plazas mayores castellanas, pero con planta octogonal, con la peculiaridad de que cada una de sus ocho caras presenta una decoración diferente. Los artífices de esta maravilla fueron los alarifes locales Antonio González Sevillano y Francisco Astorga Frías. La vida civil experimenta un sensible cambio en esta época, ya que esta nueva plaza será la que se convierta en el centro administrativo. Allí, en lo que hoy es el Colegio Menor, estuvo ubicado durante décadas el Ayuntamiento de la ciudad. Además, en sus cercanías se encuentra en esta época el mercado de abastos, por lo que poco a poco el lugar se convertirá en centro de reuniones y de celebraciones. En algunos momentos incluso ha llegado a ser escenario de corridas de toros. El entramado de callejas se completa con la creación de la calle Salazar, que servirá para unir los dos grandes centros de la vida social local: por un lado, la plaza Ochavada y, por otro, el convento de Santo Domingo.

La creación del barrio de San Antonio

En el extrarradio se construye en el siglo XIX el cementerio municipal. Un decreto real obligaba a ello a todos los municipios. Entre el asentamiento de la necrópolis y la iglesia de las Mínimas se extiende en estos momentos una amplia zona que empieza a ser ocupada y dará lugar al barrio de El Ejido. La actividad urbanística, ya hacia la mitad de este siglo, pone en marcha una promoción de viviendas públicas con la que se crea el barrio de San Antonio. Un nuevo asentamiento al que da nombre la ermita del siglo XVII en la que se venera a este santo. Sin embargo, esta actuación se encuadra dentro de una ordenación urbana que se podría calificar de tradicional dentro del crecimiento de la localidad, puesto que se continúa en las proximidades de centros históricos de expansión. En la presente década se han construido en esta zona el pabellón deportivo, el colegio Virgen de Gracia y la Federación Andaluza de Caza, lo que ha dado un nuevo impulso a su ordenación, puesto que se han acometido importantes inversiones para mejorar sus infraestructuras y las propias vías de comunicación de la zona.

Sin embargo, el cambio más radical se ha registrado en lo que se denomina Llano de Juan de Jaén. Su antecedente más remoto es la desaparecida ermita de San Sebastián. El barrio se orienta en dirección a Granada, por la carretera que se dirige a la pedanía de Salinas y al polígono industrial. Las construcciones empiezan a desarrollarse en este siglo y los conocedores de la ciudad dicen que es el de más futuro urbanístico. Aquí la ciudad cambia su fisonomía repleta de historia para convertirse en un lugar de calles anchas y urbanizaciones de corte residencial. En esta zona se encuentra la barriada Manuel Ortiz, un conjunto de viviendas sociales que se construyeron en los años sesenta, además del cuartel de la Guardia Civil y del colegio San Sebastián, que cumplió recientemente sus 25 años de historia. Poca cosa comparado con otras zonas cercanas.

El paso de la carretera de Granada la convirtió en una zona de servicios que acabó en eclosión urbanística en los años 80 y 90. De los servicios se pasó al carácter residencial y su expansión ha sido tal que prácticamente se ha unido al plígono industrial. Sin duda, el urbanismo en Archidona sigue vivo y, mientras se conservan los hermosos trazados de siglos pasados, la ciudad nueva crece con los dictados de la modernidad. Todo un viaje en el tiempo que puede realizarse a pie y en pocos minutos, salvo que se prefiera disfrutar de la historia.

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