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Apenas horas después del final de la Semana Santa, el Centro Histórico comienza a sacudirse los vestigios que dejó la intensa actividad de la semana mayor. Las procesiones, el trasiego de visitantes y la ocupación masiva del espacio público han dejado su huella en forma de basura acumulada, desperfectos urbanos y una sensación generalizada de abandono temporal.
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Uno de los puntos más afectados es la escalera de acceso al aparcamiento de La Marina, que permanece llena de bolsas, envases, latas y restos orgánicos. A pesar de los esfuerzos de limpieza realizados en la superficie, este acceso –utilizado por cientos de personas a diario– sigue ofreciendo una imagen descuidada que contrasta con la elegancia habitual del entorno.
Además, en los aledaños aún persisten varios socavones visibles tanto en calzadas como en aceras. Se reclaman medidas, ya que estos desperfectos no solo afean el paisaje urbano, sino que suponen un riesgo para peatones. Muchos consideran que tras eventos multitudinarios deberían activarse planes especiales de limpieza y reparación con mayor rapidez.
Aunque el Centro comienza a recobrar poco a poco su atmósfera serena y su valor patrimonial, el impacto de la festividad aún es evidente. La ciudadanía espera que el mantenimiento no se limite a acciones puntuales ligadas al calendario festivo, sino que se convierta en una prioridad sostenida. Solo así será posible conservar la dignidad de uno de los espacios más emblemáticos de la ciudad.
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