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Agresores y víctimas son cada vez más jóvenes. Afp
¿Qué puede llevar a un menor a violar a otro?

¿Qué puede llevar a un menor a violar a otro?

Los ataques protagonizados por agresores tan jóvenes están más vinculados al poder que al sexo y a la necesidad de reafirmarse en su grupo de iguales

Martes, 13 de febrero 2018, 00:35

La coincidencia en el tiempo de dos supuestos ataques de similares características en los que un grupo de menores agreden sexualmente a otro, también menor, ha abierto el debate en una sociedad horrorizada ante la gravedad de estos hechos e incapaz de encontrar respuestas frente a conductas tan violentas en plena preadolescencia. ¿Qué mueve a un niño de 14 años o incluso menos a violar a un compañero? ¿Qué resortes tienen que activarse en la cabeza de un chaval que apenas ha empezado a descubrir el sexo para que muestre semejante violencia y crueldad y, sobre todo, tanta falta de empatía?

La complejidad de ambos casos –el de Jaén y el de Málaga– hace que cualquier diagnóstico se aleje del discurso simplista, porque si en algo coinciden los expertos consultados por SUR es que esta realidad es el resultado de una especie de ‘tormenta perfecta’ en la que se mezclan preadolescentes cada vez más sexualizados, errores de bulto en una educación que pone más peso en lo sexual que en lo afectivo y que además está poco centrada en el género, la falta de control por parte de unos padres que protegen a los hijos de la frustración con todas las consecuencias nefastas que eso acarrea, el discurso del todo vale y la sensación creciente de impunidad y, en fin, el efecto demoledor de las nuevas tecnologías e Internet, que se han convertido en la puerta de entrada a la pornografía a edades cada vez más tempranas y en un momento del desarrollo en el que la personalidad está aún sin formar. Y con todo eso, la normalización del sexo como una relación en la que, al final, la violencia es un elemento imprescindible. Y aceptado.

La sensación de impunidad, el ‘todo vale’ y las nuevas tecnologías también tienen su peso

Además, y aunque para la víctima el daño es el mismo –la agresión sexual– existe una diferencia de peso del lado de los agresores cuando estos ataques se producen a edades tan tempranas. Lo confirma, con la experiencia que le han dado los años de trabajo con menores, la psicóloga, sexóloga y jefa del Negociado de Violencia de Género del Ayuntamiento de Málaga, Angélica Cuenca, quien explica que la violación a esas edades (en la preadolescencia) «están más vinculadas a un acto de poder que a un acto puramente sexual».La especialista, quien constata además que estas conductas «son habituales aunque no salen a la luz porque no se denuncian», suma además a este perfil otro dato de gran importancia: «Los hombres, o los chicos en este caso, siempre se mueven por un mismo código, que es el de no quedar mal entre sus iguales porque hay una necesidad muy importante de formar parte de ese grupo». Y esta circunstancia está vinculada tanto a la acción (participar en una violación grupal) como a la omisión (no denunciarlo aunque no se haya tomado parte para no tener el rechazo de ese grupo).

«Todo suma en esta epidemia, que empieza a ser preocupante», sostiene la psicóloga poniendo el énfasis en el término ‘epidemia’. También lo hace cuando habla de la ya mencionada importancia del porno en las relaciones sexuales partir de la sobreexposición a estos contenidos en Internet: «En este caso se da la llamada ‘triple A’: el porno es asequible, accesible y anónimo». Si a esto se suma, además, una educación «sesgada» en las familias que sigue sin tener en cuenta la cuestión de género, el problema se multiplica: «A las niñas se les dice que tengan cuidado, que se protejan; sin embargo a los chicos no se les enseña el ‘no es no’ y la educación en el respeto», lamenta la especialista, que habla incluso de «un nivel de depravación absoluto».

Más ‘técnica’ que empatía

Este punto del análisis lo comparte el psicólogo, sexólogo y experto en género Fernando Gálligo, quien destaca esa «hipersexualización» a edades cada vez más tempranas pero que también insiste en la importancia de la educación (o de la falta de ella) cuando se abordan estos ataques entre menores. Los dos últimos casos son los más extremos de una realidad que sin embargo iguala a la mayoría de los jóvenes «por su falta de educación en lo emocional, en los criterios éticos o en la empatía». A su juicio, la familia, la escuela y la sociedad en general han puesto demasiado el foco en la ‘técnica’ sexual –embarazos no deseados, la genitalidad, las enfermedades de transmisión sexual...– pero no en la parte afectiva. «Y eso es fundamental», sostiene Gálligo, quien urge a tomar medidas para afrontar una realidad donde las relaciones sexuales «ya no son nada extraño» a los 12 o a los 13 años.

Por su parte, la fiscal de Menores de Málaga, Isabel Fernández Olmo, asegura que las agresiones sexuales entre menores, o protagonizadas por estos con adultos como víctimas o autores, no van en aumento. «Sí que existen, aunque, a nivel estadístico, no es un dato alarmante. En cualquier caso, sí que es un delito muy peligroso y muy grave, porque atenta contra la intimidad de las personas y contra su libertad sexual», explica.

La representante del Ministerio Público reconoce, no obstante, que sí existe preocupación ante este tipo de casos, sobre los que habría que indagar en el origen y, sobre todo, fomentar la vertiente educativa para prevenirlos. En su opinión, hay dos factores que contribuyen a ello. «La gran diferencia ahora es el acceso a Internet y especialmente a páginas de pornografía o a juegos que utilizan la imagen de la mujer sexualizada, que han provocado la aparición de delitos nuevos, como el ‘sexting’. Internet es una fuente de conocimiento positiva y negativa para los menores, y es cierto que puede estar teniendo influencia en estos delitos y en la precocidad de los autores. El otro factor, sin duda, es que ahora trascienden más que antes, aunque es cierto que visibilizar el problema también contribuye, en ocasiones, a solucionarlo, como ocurre por ejemplo con la violencia de género», aclara Fernández Olmo.

En este sentido, hay un tercer factor que es común al aumento de la delincuencia juvenil, aunque no es específico para los casos de agresiones sexuales, como es la «falta total de autoridad de padres, profesores, policía...». El perfil de familias desestructuradas tampoco es un elemento característico en estos delitos, al contrario de lo que ocurre con otras figuras delictivas, donde sí aparece como denominador común. Los casos de agresiones sexuales investigados por la Fiscalía se extienden por todos los tipos de familia y estratos sociales. Es decir –ojo–, que es un problema que afecta a todos.

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