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En busca de una identidad

En busca de una identidad

víctor heredia

Domingo, 30 de diciembre 2018, 23:44

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La Málaga que afrontaba los momentos iniciales de la Transición tenía un grave problema de identidad, de reconocimiento de sí misma. La apuesta por el turismo, que hundía sus raíces en las primeras propuestas surgidas a finales del siglo XIX y que había recibido un nuevo impulso con las medidas de embellecimiento del alcalde García Grana, había quedado atrás. Mientras los turistas afluían hacia Torremolinos y la Costa del Sol, la capital quedaba convertida en una gran ciudad dormitorio en la que residían muchos de los trabajadores empleados en la hostelería y en los servicios destinados a los visitantes nacionales y extranjeros. El cierre del emblemático Hotel Miramar era todo un símbolo de una ciudad invisible al turista.

Por otro lado, la industria que se había ido forjando durante la década de los sesenta, con empresas como Intelhorce, Amoniaco, Citesa, Siemens o Secoinsa, se enfrentaba a una dura reconversión que obligaba a redimensionar unas actividades secundarias poco competitivas en un mundo que avanzaba ya decididamente hacia la globalización.

En el fondo, Málaga había crecido mucho en poco tiempo y, a pesar de su dilatada historia, se sentía como si fuera una adolescente en pleno desarrollo que tiene que adaptarse a su nuevo cuerpo. Había casi duplicado su población en apenas tres décadas y se había extendido de forma acelerada y sin apenas control urbanístico. Convertida en capital administrativa de la Costa del Sol, el tren del turismo parecía perdido y el sector industrial afrontaba una profunda decadencia. El centro, escaparate principal de la ciudad, languidecía y caía en un grave estado de abandono, mientras los barrios históricos desaparecían bajo la acción inmisericorde de los nuevos tiempos. El puerto, por otro lado, dependía excesivamente –aunque por poco tiempo– del tráfico petrolífero y los muelles vacíos mostraban una triste imagen de escasa actividad.

Pero en los años siguientes llegó la modernización de los servicios urbanos, las progresivas mejoras urbanísticas, la construcción de importantes infraestructuras de transportes y la lenta y dificultosa recuperación del patrimonio histórico. La vocación tecnológica de las empresas supervivientes abría las puertas a la creación del Parque Tecnológico a finales de los ochenta. A comienzos del siglo XXI Málaga vuelve a recuperar confianza en sí misma, descubre que tiene monumentos que ofrecer al visitante y se convierte en un foco que atrae un emergente turismo urbano y de cruceros.

Después de todo, la vieja ciudad mercantil que fundaron los fenicios se mantiene fiel a sus orígenes, se reinventa de forma permanente como una urbe abierta al mundo y se entrega incondicionalmente al último en llegar.

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