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El cura malagueño, en el centro de la imagen, junto a vecinos de Isla Maciel ante un mural reivindicativo.

Paco, el cura de Málaga enviado por el Papa a una ‘villa miseria’ de Buenos Aires

La Diputación concede a Francisco Olveira el VIII Premio Provincial de Solidaridad Internacional y Derechos Humanos

Nuria Triguero

Lunes, 19 de diciembre 2016, 00:39

A Paco su nombre es Francisco Olveira, pero nadie le llama así en Isla Maciel: es Paco o, simplemente, «el cura» le pilló ayer el anuncio de que le han concedido el VIII Premio Provincial de Solidaridad Internacional y Derechos Humanos entre latas de pintura, goteras y chavales haciendo trastadas. «Me llegaron rumores, pero me entero oficialmente por ti», confiesa por teléfono a esta periodista. Son las 14.30 en Argentina y el sacerdote malagueño de 51 años, que lleva más tiempo viviendo en Latinoamérica que en España 29 años ya, está pintando un mural navideño junto a los vecinos de uno de los barrios más deprimidos del Gran Buenos Aires: Isla Maciel, antiguo distrito portuario castigado por la droga y el paro, al que el Papa Francisco le envió hace ya 12 años, cuando era arzobispo.

El mural, al igual que la concepción del cristianismo de este cura villero como se conoce en Argentina a los sacerdotes que luchan contra la marginación en las villas miseria, está cargado de reivindicación social. «En Argentina había un programa llamado Plan Qunita: a cada madre que tenía un hijo se le entregaba un kit con una cuna y cosas necesarias para el bebé. El Gobierno lo ha cancelado y eso perjudica a las familias más pobres, así que vamos a pintar un Nacimiento con el niño Jesús metido en una de esas qunitas», explica. Paco pasará la Nochebuena con 58 trabajadores despedidos de una fábrica cercana que están protagonizando un encierro. Está convencido de que «si Jesús nace en algún sitio, es allí». Y a la causa de estos obreros piensa destinar parte de la dotación del premio que le ha concedido la Diputación, de 10.000 euros.

Microcréditos

El empuje que este dinero supone para la Fundación Maciel, desde la que Olveira lidera la transformación social de este barrio, es un motivo de alegría que se mezcla con el pudor ante este reconocimiento público. «Es una sensación extraña. Supongo que si me dan premios es porque ya me estoy haciendo viejo», bromea el sacerdote, que ya calcula cómo repartirá los 10.000 euros entre las numerosas necesidades del barrio. «Tenemos un programa de mejoramiento de viviendas, Casitas de Belén, que funciona como un banco fraterno, dando microcréditos a las familias y necesitamos reponer capital», explica. También quiere que parte del dinero se quede en España, «donde sé que hay gente muy necesitada».

En Isla Maciel, un lugar que hasta hace no tanto era un infierno donde la droga, la miseria y la violencia campaban a sus anchas, Paco ha encontrado su «lugar en el mundo». Antes recorrió media Sudamérica con diferentes proyectos humanitarios. «Yo aquí soy feliz. Me gusta estar en este lado de la historia», afirma el cura, que está «agradecido» al Papa por haberle guiado hacia este suburbio de Buenos Aires. Fue hace 12 años; Olveira volvía de la selva colombiana y buscaba nuevo destino en Argentina. «Él me dijo que conocía el lugar perfecto para mí», rememora.

Desde entonces, el cura malagueño que además es enfermero y abogado está inmerso en una cruzada por devolver la dignidad al barrio. La clave de su éxito es que ha sabido implicar a los vecinos. Un centro de prevención y rehabilitación de adicciones, comedores sociales, arreglo de viviendas, servicios jurídicos gratuitos... La vida sigue siendo dura en Isla Maciel, pero hay esperanza. «El que dirige se lleva los laureles, pero a la que habría que hacer un monumento es a la gente sencilla que se pone cada día la solidaridad al hombro. Las que cocinan cada día en los comedores son las mujeres del barrio; el trabajo mío es rejuntar a la gente», expresa. Olveira no olvida su faceta de activista: ahora está batallando por la liberación de Milagro Sala, una dirigente social argentina encarcelada a principios de este año «por motivos políticos» cuya liberación incluso ha sido exigida por la ONU.

El sacerdote premiado por Diputación creó en 1999, con la colaboración de la Parroquia de San Pedro Apóstol de Málaga, el proyecto PIBE, que funciona como un puente solidario entre Málaga y Argentina. El próximo verano volverá a su ciudad natal para asistir al aniversario de boda de uno de sus hermanos y organizará una cena y una exposición de pintura en la Cofradía de Estudiantes con las que espera captar más padrinos para la Fundación Maciel. Después volverá a su lugar en el mundo, a esa Isla que, gracias a él, ya no es tan isla.

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