La doble vida de un falso policía
Un supuesto estafador con 21 reclamaciones judiciales se hacía pasar por inspector porque «ligaba más»
Juan Cano
Domingo, 10 de enero 2016, 00:32
En la calle, ante las chicas, era un agente con rango en el Cuerpo Nacional de Policía que no dudaba en exhibir la placa o ... las esposas y que en su perfil de WhatsApp tenía, de imagen, la siglas CNP junto a su nombre y apellidos. «Lo siento, ahora no puedo hablar, estoy en una vigilancia», le dijo una vez a su novia, que creía estar del lado de la ley.
Pero en la intimidad de su casa, frente a la pantalla del ordenador, era un aprendiz de hacker que habría hecho de las estafas por Internet su modus vivendi. Agentes de la Policía Nacional, a los que él siempre se refería como compañeros, lo han detenido en Málaga, donde se había escondido para escapar de su propia historia y de la doble vida que al parecer inventó.
«¿Por qué policía?», le preguntó uno de los agentes que lo arrestó.
«Porque ligo más», confesó él.
Ángel L. F. apareció de la nada en 2014 en Alicante, donde se presentó como oficial del CNP. Y, efectivamente, ligó. Entabló una relación con una chica, que para colmo era familiar de un policía, y acabó mudándose a su apartamento. Vivieron juntos durante un año en el que Ángel llevó una vida aparentemente normal; un tipo deportista que no destacaba tanto por su físico calvo, con barba y de complexión fuerte como por su labia, y que tenía su móvil lleno de fotos de intervenciones o de autorretratos en vehículos policiales. Sólo había algo extraño en su comportamiento. «Nunca pagaba con tarjetas de crédito. Siempre manejaba efectivo», explica uno de los agentes que lo investigó.
Sus rentas tenían una procedencia bien distinta a la nómina del Cuerpo Nacional de Policía que le mostró a la joven al engatusarla. A finales de junio del año pasado, la policía se presentó en la casa de la chica preguntando por él. «No sé dónde está», respondió ella. Los agentes le aclararon que su novio no era quien decía ser, sino un supuesto estafador sobre el que pesaban 21 órdenes de busca y captura de diferentes juzgados españoles por delitos similares.
Para entonces, Ángel L. F. ya había puesto pies en polvorosa. Se sabía buscado y tuvo que huir, llevándose consigo su doble identidad. En el piso de su novia en Alicante, a la que no dio ninguna explicación, se dejó un dron que intervino la policía porque, al parecer, pertenecía a una víctima de una estafa, una persona que habría contactado con él por Internet y que reside en la provincia de Málaga. El Grupo de Delitos Tecnológicos de la Comisaría Provincial también seguía sus pasos.
Invirtió el poco dinero que le quedaba en el viaje a Madrid, que hizo a través de Blablacar, una web que pone en contacto a personas que tienen el mismo destino y quieren ahorrar gastos. Salió de Alicante «con siete euros en el bolsillo» como confesaría más tarde a los investigadores en un coche compartido. Tras unos días en Madrid con su familia, decidió mudarse a Málaga para «pasar el verano».
En Benalmádena encontró un lugar donde intentar empezar de nuevo. Y decidió estrenar identidad: Alejandro García Quero, de 33 años (la edad, curiosamente, fue lo único en lo que no mintió). Alquiló un pequeño apartamento de 30 metros cuadrados en el núcleo de Arroyo de la Miel, propiedad de un guardia civil, al que aportó una copia de su nómina de policía, y se instaló allí con su ordenador y un petate de ropa. «Es algo provisional», le dijo a su nueva novia, una chica con la que estuvo un par de meses hasta que lo detuvo la policía malagueña en los que, incluso, le dio tiempo a hacer una escapada romántica con ella.
Su llegada a la Costa del Sol también vino aparejada de un ascenso profesional. Aquí se presentó como inspector del Cuerpo Nacional de Policía y, como ya había hecho antes en Alicante, llegó a enviarle por WhatsApp a su chica una foto de una nómina a nombre de Alejandro García Quero, funcionario adscrito al Grupo IV de la Brigada de Policía Judicial de la Comisaría Provincial. El documento reflejaba que ganaba, netos, más de 2.000 euros al mes.
Pero esta vez la jugada le salió mal. El Grupo de Delitos Tecnológicos de Málaga recibió un chivatazo y se puso a indagar. Aunque la nómina que usaba era idéntica a la de los funcionarios, los investigadores no tardaron en descubrir que no pertenecía al Cuerpo. De hecho, en Málaga no existe el Grupo IV de Policía Judicial. La operación Quero estaba en marcha.
Una estafa de 830 euros
Paralelamente, los agentes de Delitos Tecnológicos trabajaban sobre una denuncia presentada en octubre por un ciudadano que decía haber sido estafado al vender una tablet y un móvil de última generación tras poner un anunció en una web. Según la víctima, una persona se interesó por ellos y cerraron el precio en 830 euros, importe que el comprador debía abonar previamente. Cuando comprobó que el ingreso aparecía en su cuenta, envió estos artículos. Minutos después, la transferencia fue anulada.
Era uno de los métodos presuntamente utilizados por Ángel L. F. Según las fuentes, el sospechoso se habría dedicado a cometer estafas tanto a clientes como a proveedores, a los que habría engañado mediante falsas transferencias o justificantes de envío falsificados. «Hacía creer al vendedor que ya había pagado mediante un ingreso en la cuenta para que éste le enviara un artículo», cuenta uno de los investigadores.
Ángel «compraba y vendía» constantemente. «De las ventas sacaba efectivo para vivir, pero no te enviaba nada», explica otro de los agentes. De hecho, «provocó la detención de alguno de sus clientes al venderle fraudulentamente un artículo que previamente él había comprado de forma engañosa y que además el cliente nunca recibió», añaden.
La policía ya ha identificado a una treintena de afectados 10 de ellos en Málaga, aparte de las dos víctimas sentimentales que ha dejado por el camino, aunque los investigadores están convencidos de que hay muchos más, ya que «hay gente que por 150 euros no habrá denunciado». El montante de lo defraudado sólo a particulares, a falta de analizar con más detalle la documentación, superaría los 27.000 euros. Porque entre sus posibles víctimas también hay empresas de créditos rápidos de las que, al parecer, consiguió financiación aportando como aval su falsa nómina.
Tras comprobar que no era quien decía ser, los agentes detuvieron en diciembre a Ángel L. F. y solicitaron un mandamiento de entrada y registro en el apartamento que tenía alquilado en Benalmádena, donde encontraron material informático y artículos de última generación, además de las esposas y una placa del CNP. Los investigadores no pasaron por alto el detalle: llegó en julio con una mano delante y otra detrás, y en diciembre tenía un iPhone 6S de máxima capacidad, una televisión con pantalla curva de 55 pulgadas, y una PlayStation 4. En su ordenador hallaron una decena de DNI de otras personas al parecer, los conseguía de sus víctimas que «después utilizaba para vender objetos u obtener céditos rápidos».
Aunque no quiso declarar en comisaría, el arrestado reconoció a los policías, en una conversación informal, algunos de los hechos que se le atribuyen. Esta vez no pudo evitar dar con sus huesos en la cárcel. Ha ingresado en la prisión de Alhaurín de la Torre por incumplir una pena sustitutoria impuesta por un juez de Gijón, que lo condenó a trabajos en beneficio de la comunidad. Ángel, sin embargo, decidió estrenar una nueva vida y trabajar en beneficio propio.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión