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Feminismo, punto de ignición

Feminismo, punto de ignición

Este feminismo amplio es más difuso que el movimiento feminista de diez años atrás, pero genera una nueva realidad que obliga a los actores sociales y políticos a posicionarse ante cuestiones sociales y económicas hasta ahora casi ignoradas

Arantxa Elizondo

Lunes, 22 de abril 2019, 00:04

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Durante los últimos años hemos asistido a un espectacular aumento de las movilizaciones en favor de la igualdad de mujeres y hombres en todo el mundo. El auge del movimiento #Metoo, las protestas contra el feminicidio en países de América Latina, las movilizaciones a favor del aborto en diferentes países, las denuncias de agresiones sexuales en los campus universitarios de Estados Unidos o el muro de cientos de kilómetros formado por mujeres en la India reclamando su acceso a los templos son las piezas de un mosaico que indica un problema planetario. En España, con ocasión del 8 de marzo de los dos últimos años, se llevaron a cabo huelgas y manifestaciones secundadas de forma multitudinaria por mujeres de toda edad y condición, y también por muchos hombres. Es evidente que asistimos a la cristalización de un cambio global que se ha ido gestando durante la última década con la imprescindible y potente contribución de las redes sociales.

Pero, ¿cuánto ha cambiado la sociedad en la última década? Veamos algunos datos básicos para el caso de España. Hace 10 años las mujeres suponían el 54,6% del alumnado universitario y hoy son casi el 60%. La tasa de empleo de las mujeres ha pasado de 56,8% a 59,6% (en el caso de los hombres se sitúa en ambos momentos en torno al 71%) aunque el 24,2% de ellas trabajan a tiempo parcial. Las mujeres dedican semanalmente 38 horas al cuidado de hijos e hijas y 20 horas a labores domésticas frente a las 23 y 11 horas respectivas de los hombres. En política del 36% de los escaños del Congreso ocupados por mujeres hace 10 años se ha pasado al 41,1% actual, la tercera posición en Europa y decimotercera en el mundo. Por lo que respecta al Gobierno, España ocupa la primera posición en el mundo, con un 61,1% de mujeres ministras, frente al 50% de hace una década. Sin embargo, la violencia contra las mujeres sigue teniendo, entonces y ahora, una envergadura monstruosa. La señal más estremecedora consiste en la cifra de mujeres asesinadas en los casos de violencia de género en los últimos 10 años, un total de 651.

Los indicadores muestran avances, de mayor o menor magnitud, hacia la igualdad de mujeres y hombres en muchos ámbitos, aunque el cambio más significativo se ha dado en la percepción y valoración social al respecto. La gran novedad consiste en que las reivindicaciones planteadas por el feminismo desde tiempos remotos tienen hoy una aceptación social inédita y esto tiene consecuencias imprevisibles. Este feminismo amplio es más difuso y disperso que el movimiento feminista de 10 años atrás, pero genera una nueva realidad que obliga a actores sociales y políticos a posicionarse ante cuestiones sociales y económicas hasta ahora casi ignoradas. La actual campaña electoral española es un claro ejemplo de la entrada indiscutible en la agenda social y política de los asuntos relacionados con los derechos de las mujeres.

El concepto de masa crítica social ayuda a entender esta nueva situación: hoy hay una cantidad suficiente de personas, mujeres jóvenes en su mayoría, que no están dispuestas a aceptar ni a tolerar situaciones de discriminación ni de violencia. A pesar de las reacciones ideológicas contrarias y de los intentos de su mercantilización mediante la utilización abiertamente estratégica y comercial de los mensajes e iconos feministas, incluso a veces gracias a todo ello, el feminismo ha llegado a su punto de ignición y continuará imparable su despliegue por el mundo a través de las redes sociales y los medios de comunicación. La gran incógnita ahora es saber si este movimiento se conformará con un mayor desarrollo de políticas de igualdad dirigidas a eliminar obstáculos concretos para las mujeres o si, desbordando los lindes de las reformas, despegue hacia la reivindicación contundente de una profunda transformación del sistema político y económico para lograr un mundo más justo en el que la igualdad y la libertad sean condiciones de vida reales de todas las personas.

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