Los cinco líderes echan el resto para movilizar a los indecisos en su único debate de campaña

Varía el grado de influencia que conceden al formato, pero, aun así, Pedro Sánchez, Pablo Casado, Albert Rivera, Pablo Iglesias y Santiago Abascal han despejado sus agendas. El 28 de abril, el 21% del electorado confesó haberse decidido por un partido la última semana de campaña o, incluso, el mismo domingo de los comicios. Y el 7,1%, más de dos millones y medio de votantes, reconoció a preguntas del CIS haber cambiado su intención de voto tras seguir los debates televisivos.

Con estos datos sobre la mesa y, de nuevo, en un clima de volatilidad, los cinco candidatos preparan a conciencia el rol que ejercerán entre las diez de la noche y las 00:45 de la madrugada. Sánchez vuelve a moverse en el marco de «todos contra el PSOE» que ya ha esbozado en los últimos mítines de campaña. Pese a las aristas del planteamiento, tratará de «retratar» el bloqueo del resto de formaciones tras fracasar en julio en la investidura. Y en este contexto, intentará proyectar su perfil más «experimentado, firme y sereno». Uno de «gestión» y «prestigio internacional», aseguran fuentes socialistas interesadas en apelar a «más de dos millones de indecisos» ahora que la mayor parte de las encuestas, salvo el CIS, les auguran dificultades para mejorar su marca del 28-A.

Iglesias, mientras tanto, no dejará pasar la oportunidad de confrontar con el candidato del PSOE en la pugna por el espacio de la izquierda. Era el socio preferente y la negociación de un gobierno conjunto acabó frustrada. Así que, aunque la dirección de Podemos prevé que el tono de su candidato sea sosegado –eso le premió en el debate de abril–, también contempla que la tensión suba en el cruce con Sánchez.

No será el único interesado en buscar al presidente en funciones. En la medida que el PP logre simplificar la elección del 10-N a un «Sánchez o Casado», podrá erigirse en alternativa. El líder de los populares ha focalizado en el secretario general del PSOE sus reproches con una nueva imagen presidencialista para alejarse de los 66 escaños de abril. Pero el hecho de que Vox esté disparado en los sondeos pone a prueba la decisión de los conservadores de enarbolar un discurso más moderado.

Casado, que había endurecido ya algunos mensajes, elevó ayer el tono hasta atribuir a Sánchez un interés electoral en que «hubiera violencia» en Cataluña tras la sentencia del 'procés' y dio a su intervención dosis de emocionalidad. Habrá que ver si ese es el enfoque esta noche y cómo resuelve el intercambio con Abascal.

El candidato de Vox se estrena en un debate con poco que perder y una nueva plataforma para llegar al electorado. Todo apunta a que confrontará con la izquierda, pero tocará la puerta de Casado con el objetivo de marcar diferencias en la derecha.

Quizá sea Rivera quien más empeño deberá poner para intentar frenar el hundimiento que le pronostican las empresas demoscópicas. La suya es una lucha por retener voto y convencer a su amplia base de indecisos. Y el mensaje es el de no bloquear tras el 10-N. Los suyos otorgan una importancia decisiva a la cita.

Sólo Íñigo Errejón, aún sin representación parlamentaria, se quedará sin poder responder a la pregunta que abrirá el debate: «¿Cómo salimos de esta?».