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La alegría y la tristeza de la noche electoral va por barrios y si hay un partido junto con Vox que sólo puede hacer una lectura positiva de sus resultados es Ciudadanos. Funcionó el despliegue de líderes nacionales reivindicando los orígenes andaluces de Arrimadas y de la familia de Albert Rivera y ni siquiera el hecho de haber sido el sostén del Gobierno de Susana Díaz, a quien hasta hace muy poco Juan Marín consideraba «de fiar» ha supuesto un problema para sus votantes.

En cuanto se convocaron las andaluzas pusieron en marcha una campaña agresiva, en la que salieron convencidos de superar al PP y así ha sido en sitios como en Málaga capital, donde son ya la segunda fuerza y le sacan al PP casi 6.000 votos de ventaja.

Ahora toca gestionar la euforia y entenderse. Para ir abriendo boca compareció Marín en la noche electoral diciendo que quien tenía que liderar el gobierno andaluz era el partido que más crecía, y remató su jefe de filas, Albert Rivera, anunciando que Marín aspira a la presidencia.

Es momento de cobrar los servicios prestados, garantizando con sus votos en muchos casos la gobernabilidad de ayuntamientos como el Málaga.

Y ahí va a estar la cosa: entre Juan y Juanma, con Vox de árbitro.

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