Balance. La horticultura del Guadalhorce ante un cambio de ciclo
Agricultura. El valle malagueño defiende su identidad agrícola entre la presión del aguacate, la amenaza climática y la falta de relevo generacional, con la investigación como aliada clave
JULIO J. PORTABALES
Jueves, 22 de mayo 2025, 02:00
El Valle del Guadalhorce lleva décadas siendo referente agrícola en Andalucía. Su rica tradición hortícola, el clima mediterráneo y la fertilidad de sus suelos han consolidado la zona como una despensa natural. Sin embargo, la agroeconomía del Guadalhorce se enfrenta hoy a una encrucijada: adaptarse a los desafíos del cambio climático, evitar la pérdida de diversidad agrícola y garantizar el relevo generacional.
En esta transición, dos cultivos se han convertido en símbolo de la identidad agrícola del valle: los cítricos y el tomate tradicional conocido como Huevo de Toro. Mientras los cítricos siguen dominando el paisaje, cultivos como el aguacate o el mango comienzan a ocupar espacio, motivados por su mayor rentabilidad en los mercados. «El problema del aguacate es el agua. Es un cultivo de alto consumo hídrico, y eso en una zona con periodos frecuentes de sequía supone un riesgo», advierte Rafael Fernández, investigador del IHSM La Mayora (UMA-CSIC).
Fernández lidera dos grupos operativos que representan un modelo híbrido de tradición e innovación: el proyecto MHE (Material Heterogéneo Ecológico) y el Grupo Operativo Bioflora. Ambos se centran en el tomate Huevo de Toro, una variedad autóctona que destaca por su excelente sabor, textura carnosa y cultivo al aire libre, pero que presenta grandes desafíos en cuanto a productividad y resistencia a plagas.
«La gente joven no se está quedando en el campo», explica Fernández
La estrategia del MHE ha sido la de aprovechar la nueva figura legal del «material heterogéneo ecológico» reconocida por la Unión Europea. Esta categoría permite el registro de variedades que presentan cierta diversidad genética, ideal para variedades locales como el Huevo de Toro. «Queremos que los agricultores del Guadalhorce puedan comercializar sus tomates bajo una denominación registrada, sin perder la diversidad que los hace únicos», explica Fernández.
El trabajo científico ha sido meticuloso: recogida de hasta 15 variantes locales del tomate, análisis genético mediante secuenciación de ADN, estudios de tolerancia al riego deficitario y caracterización sensorial de cada subvariedad. Todo para optimizar la calidad del producto y garantizar su viabilidad ecológica y económica.
Paralelamente, el Grupo Operativo Bioflora ha puesto el foco en los virus que amenazan los cultivos al aire libre. El aumento de las temperaturas favorece la proliferación de insectos vectores, como mosca blanca o pulgones, responsables de transmitir enfermedades devastadoras para el tomate. «En la Axarquía, por ejemplo, ya no se puede cultivar tomate al aire libre. Y ese podría ser también el futuro del Guadalhorce si no se actúa a tiempo», señala Fernández.
La estrategia de Bioflora combina investigación de laboratorio con prácticas agroecológicas en campo. Por un lado, se analizan virus presentes en las plantas mediante técnicas avanzadas de secuenciación del ARN. Por otro, se ensayan soluciones naturales como bandas florales, que fomentan insectos beneficiosos, o la aplicación de quitosano, un bioestimulante que fortalece las defensas de la planta.
La subida de las temperaturas favorecen los insectos voladores
Pero más allá de las enfermedades y las sequías, hay un problema más estructural que pone en jaque el futuro de la agricultura en el Guadalhorce: el relevo generacional. «La gente joven no se está quedando en el campo. Muchos de los agricultores con más experiencia no tienen continuidad familiar en sus explotaciones», lamenta el investigador. «Ese es, quizá, el mayor reto».
Frente a la tentación de convertir la vega del Guadalhorce en un monocultivo de aguacates o en una zona de horticultura intensiva bajo plástico, como Almería o la costa granadina, Fernández apuesta por un modelo alternativo: «Aquí no se puede competir en volumen, pero sí en calidad, diversidad y proximidad. Y sobre todo en conocimiento ancestral».
La horticultura del Guadalhorce tiene un futuro si sabe combinar saberes tradicionales, investigación puntera y compromiso ambiental. Apostar por productos de temporada, ecológicos y con identidad, solo protege su cultura agrícola. Porque en el fondo, como recuerda Fernández, «es una pena que se pierdan esos sabores, esos modos de cultivar que han hecho del Guadalhorce lo que es».
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