Ayrton Senna: 20 años sin el mito

El primer día de competición ya se cortaba la tensión en el ambiente. En la primera clasificación, la del viernes, el por entonces joven brasileño Rubens Barrichello se salía en la variante Bassa con su Jordan Hart a más de 220 km/h y se estrellaba contra las barreras. De aquel accidente salió razonablemente bien: fractura de nariz y de brazo, pero vivo. Desde 1986, en los test de Paul Ricard cuando Elio de Angelis se estrelló, no había fallecido ningún piloto de Fórmula 1 por accidente, y nadie podía pensar que podía volver a ocurrir. El incidente de Barrichello abrió los ojos a muchos, pero se quedó en eso: un aviso. Senna fue uno de los primeros en ir al centro médico a visitar a su compatriota, y después de reponerse del impacto -Barrichello había llegado a perder el conocimiento, lo que afectó mucho a Senna-.

Al día siguiente, 30 de abril, apenas se había repuesto el paddock del susto de Barrichello, cuando el Symtek de Roland Ratzenberger se estrellaba a más de 300 km/h en la curva Villeneuve. Esta vez, los esfuerzos del profesor Sid Watkins fueron en balde. El austríaco, que disputaba su tercer GP de Fórmula 1 y estaba a punto de clasificarse para el segundo, perdía la vida a los 34 años de edad. El equipo Symtek se retiró de la competición ese fin de semana, y la Fórmula 1 perdía a su primer miembro desde que en 1986 Elio de Angelis se dejase la vida en unos entrenamientos en Paul Ricard. El dolor fue tal que, según confesó posteriormente el propio doctor Watkins, Ayrton Senna se derrumbó a llorar en sus hombros. Pidió, incluso, que se cancelara la prueba y estuvo a punto de ni siquiera aparecer en el box el domingo.

Pero un piloto es un piloto, y más un hombre como Senna. Con la 'pole' en el bolsillo desde el viernes, el tricampeón del mundo salió cabizbajo hacia la parrilla de salida. En el bolsillo llevaba una pequeña bandera de Austria que quería desplegar en honor a Ratzenberger. La salida empezó con un accidente, cuando Lamy embistió a Lehto en la misma parrilla, con lo que el coche de seguridad salió a pista. Y aquí arrancó la tragedia. La baja velocidad del coche de seguridad provocó que los neumáticos de los monoplazas se enfriara y, por ende, la presión de los mismos bajara. Según la investigación, esa fue una de las causas que provocaron que el Williams FW06 de Senna perdiese el control en la séptima vuelta, cuando enfilaba el Tamburello. Eso, y la mala fortuna, hicieron que un trozo de la suspensión le golpease en el casco, de forma fatal. Sid Watkins confesó que le había visto expirar, pero no fue hasta bien entrada la tarde, mucho después de que Michael Schumacher, Nicola Larini y Mika Hakkinen subiesen al podio de Imola, cuando se confirmó que Ayrton Senna había perdido la vida. La Fórmula 1 se quedaba sin «el mejor piloto de todos los tiempos», como le calificó Niki Lauda.

Un hombre complicado

Senna no era querido por todos en el 'paddock'. Su enemistad deportiva con Alain Prost se tornó en un profundo cariño en los últimos meses del brasileño, pero después de muchas batallas entre ambos. Para la memoria, sus acusaciones mutuas de trampas, o aquellos Grandes Premios de Japón, el de 1989 y 1990, en el que ambos acabaron fuera de pista. Siendo compañeros en McLaren se llevaron como el perro y el gato; siendo rivales en equipos distintos casi peor. Con el tiempo las heridas entre ambos cicatrizaron y, de hecho, una de las últimas palabras de Senna fue dedicada para Prost: «Te echo de menos, Alain», dijo por radio, a sabiendas de que el campeón francés se encontraba en Imola como comentarista para la televisión francesa. Días después, en Sao Paulo, Prost fue uno de los primeros en coger el féretro de quien había sido su enemigo más íntimo.

Menos conocidas por el gran público son sus agrias polémicas con otros grandes pilotos de la época. Con Nelson Piquet, al que idolatraba de joven, se las tuvo de todos colores: Nelson le llamaba taxista en tono peyorativo y le acusaba -por aquel entonces aún se consideraba un insulto- de ser homosexual. Tampoco con Nigel Mansell tuvo una relación demasiado estrecha, y menos cuando el vehemente piloto británico le puso las cosas complicadas de cara al campeonato. Ni siquiera con Gerhard Berger, que era su compañero tras la salida de Prost de McLaren, se llevó bien. Berger era muy aficionado a las bromas y el carácter obsesivamente ordenado de Senna chocaba con ello frontalmente. El austríaco le llegó a tirar un montón de papeles en un helicóptero en pleno vuelo, y el brasileño estuvo a punto de hacer lo propio... pero con el mismo Berger.

Y es que el temperamento que tenía no era fácil para nadie. Huraño con muchos de los allí presentes, ese halo de misticismo que le rodeaba le granjeó más enemigos que amigos. «Cree que no se puede matar», dijo una vez Prost sobre él. Uno de sus rivales, sin embargo, lo tuvo fuera de los circuitos. Se trataba de Jean Marie Balestre, presidente de la FIA hasta 1993, a quien acusaba de favoritismo hacia su compatriota Alain Prost. El dirigente francés, lejos de negar estas acusaciones, ignoró a Senna, lo que acabó de irritarle más aún.

«Era un tipo bastante complicado», recuerda Bernie Ecclestone. «Siempre pensé que tenía ciertos conflictos interiores y ese tipo de cosas. Obviamente los resultados hablan por sí mismos, todo el mundo los conoce. Como amigo, era alguien en el que realmente podías confiar. Era muy cercano a mi familia. Era un buen tipo», señala el máximo mandamás de la Fórmula 1.

Un legado eterno

Ayrton Senna es el último piloto que ha fallecido en un circuito de Fórmula 1. La pérdida del brasileño supuso un antes y un después en las preocupaciones por la seguridad en el automovilismo. En la siguiente carrera, los corredores, de manera unánime, decidieron refundar la Asociación de Pilotos, la GPDA, que siguió vigente hasta hace apenas unos meses. Su objetivo: convertirse en la voz de la seguridad.

Sus esfuerzos y los de Max Mosley, presidente de la FIA hasta 2009, consiguieron que hasta el momento no tengamos que lamentar más muertes de pilotos en la Fórmula 1. Veinte años después, los pilotos han conseguido olvidar esa amarga sensación de perder un compañero, si bien son conscientes de que aún se juegan la vida por dar al mundo un espectáculo único.