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Desde el primer hasta el último día de su carrera se dedicó a derribar muros y a romper todos los esquemas. Demostró que, viniendo de ... una familia humilde a la que, como cualquier otra, le cuesta llegar a fin de mes, también se puede llegar a ser una golfista de prestigio, además en una época en la que la visibilidad y repercusión del deporte femenino ni siquiera se acercaba a la mitad de lo que vemos hoy. Una pionera a nivel nacional nacida en Torremolinos y que, mientras que para muchos pasó desapercibida, para otras fue una fuente de inspiración.
Antes de que la sampedreña Azahara Muñoz llevara el golf malagueño a lo más alto, hubo una torremolinense que también llegó a la élite, siendo la primera de la provincia en hacerlo. Ana Belén Sánchez (47 años), comenzó a dar clases de golf a los 8 años, motivada por un tío que era profesor en el Parador de Málaga; su progresión fue tal que logró hacerse profesional en 1997 y, luchando contra viento y marea ante la falta de apoyos de la época, logró incluso ganar un torneo del máximo circuito continental (en Italia, 2004) y ser la tercera española y primera malagueña en disputar una Solheim Cup, en la edición de 2003, la misma en la que Azahara lo hizo, pero en la categoría júnior.
Fue además un torneo histórico, porque fue la primera edición en la que se jugó fuera de Reino Unido, concretamente en Suecia. Y compartió equipo con las más grandes del momento, entre ellas Suzanne Pettersen, la actual capitana del equipo europeo… Y ganaron. «La Solheim Cup no tiene nada que ver al resto de torneos. El ambiente siempre es espectacular. Es una semana de nervios, de eventos, de mucho juego… Y a mi lo que me impresionó entonces fue la expectación. Veíamos filas de espectadores a nuestro alrededor… Y eso hace 20 años. La Solheim siempre mueve mucha gente», recuerda la malagueña.
Fue un torneo muy especial para ella, porque además su convocatoria le llegó tras un año en el que compitió lesionada, nada menos que con el ligamento cruzado roto. «Al tener ese problema de rodilla, cuando comencé a jugar no tenía ninguna expectativa, iba sin presión a los torneos y resulta que iba jugando bien, iba haciendo 'top-10', casi gano un torneo… Y de pronto iba entre las mejor posicionadas del 'ranking' de la Solheim Cup», relata, aún sorprendida. No lo buscó, no lo persiguió, en este caso, la suerte y el talento hicieron su trabajo.
Ahora, 20 años después de aquella experiencia, Sánchez ha vuelto a la Solheim Cup, pero no como jugadora (se retiró en 2010), si no como parte de la organización, algo que compagina con su trabajo como directora de la academia de Miguel Ángel Jiménez en Torremolinos, y su labor de árbitra en el circuito europeo. El que vuelva a sentirse parte de la Solheim ha supuesto un sueño para ella, por lo especial de poder revivir esta cita y en casa, en la Finca Cortesín de Casares. «Es una maravilla. Ya era difícil traerla a España y encima nos la traemos a Málaga. ¿Qué mejor zona que esta? Aquí tenemos el clima, el sol, sitios para comer, para visitar… Lo tenemos todo y ahora esto va a ser una ventana al mundo, porque esto se va a retransmitir en muchos países», afirma.
Lo único que lamenta, al igual que todos los malagueños, es que no haya podido haber finalmente representación local: «Ana Peláez ha luchado como una jabata por intentar meterse en esta Solheim, al final no ha podido ser, pero seguro que lo consigue para la que viene. Luego Azahara al ser madre, es normal que esté ahora mismo fuera de ritmo… Pero aunque no haya malagueñas esta vez, tenemos una cantera potente aquí», valora. Y por supuesto, también le duele que el Gobierno central se haya olvidado de ellas, al no otorgar a la Solheim de Casares la ayuda que prometió de 1,7 millones. «Con ese dinero podían haberse hecho muchas cosas, que quiten esa inversión es un palo. Yo no me meto en política, pero ha estado mal. Si se ha prometido ese dinero, ¿por qué no ha llegado? Te hace pensar '¿qué pasa aquí?'».
Aun con eso, Sánchez, como una de las primeras golfistas de España en alcanzar la élite internacional, confía en que el presente y el futuro del golf femenino será prometedor, porque no, en nada se parecen estos tiempos a los que ella vivió. «En mi época éramos muy pocas jugadoras, ahora la preparación comienza desde muy pequeñas y eso ha hecho que suba el nivel y la competitividad. Además, antes, en el 'tour' femenino había 8-9 torneos, mientras que ahora son como 30. Éramos pocas y no se nos daba difusión, era muy muy difícil dedicarse a esto. Ahora el golf femenino se ha desarrollado muchísimo», reconoce.
Aun así, con los escasos recursos de su familia y la baja difusión de su deporte, ella siempre luchó por derribar obstáculos, sin patrocinadores, subvenciones, ni nada por el estilo, pero siempre con el apoyo de su hogar. «Nosotros no somos ricos, íbamos con el dinero contado cada mes, pero por fortuna, mucha gente me ha ayudado por el camino. Hubo muchas marcas que me apoyaron dándome material y mi familia siempre estuvo ahí para todo«, recuerda. Claro que le hubiese gustado vivir una época como la actual, en la que sí que se puede vivir de esto, pero también recuerda con cariño su etapa de profesional, irrepetible. Una carrera que quedará para la historia.
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