Un Barça menos ingenuo para pelear en Lisboa

Entre unas cosas y otras, no hay físico para intimidar en la presión alta ni jugadores para dominar el juego a través de la posesión. La solución, el fútbol que nadie quiere ver en el Camp Nou: equipo replegado, balón para el rival, concentración defensiva, siempre Messi para inventar algo en la delantera, triunfo con cierta claridad (3-1) y clasificación. En un estadio lleno, un pase así habría estado acompañado de silbidos. Pero por una vez la puerta cerrada obligada por la pandemia del coronavirus le vino muy bien al técnico cántabro y a sus pupilos.

No era un partido sencillo para el equipo azulgrana, que acabó fundido la 'mini-Liga' del posconfinamiento, además sin el premio del título, y que afrontaba el encuentro con sólo once fichas profesionales de jugadores del campo. Busquets y Vidal estaban sancionados; Umtiti y Dembélé, lesionados; Arthur, declarado en rebeldía; y Braithwaite, sin el alta de la UEFA porque fue fichado en febrero. Setién, en una primera muestra de intenciones, alineó a todos los de la primera plantilla excepto a Junior. No apostó por dos canteranos ya fiables y descarados como Ansu Fati y Riqui Puig. No lo dijo, pero son dos jugadores atrevidos, demasiado para lo que pedía el partido: control y decisiones correctas.

Un Messi superlativo marcó las diferencias en la primera parte con un gran gol, otro extraordinario anulado por una mano de VAR (y puede que ni eso) y la cerró robando un balón a Koulibaly y provocando un penalti tan catedralicio que fue un insulto que el árbitro turco Çakir tuviera que consultar el monitor de televisión. Luis Suárez lo transformó en gol. Eso sí, el argentino salió cojo de la jugada y en la segunda parte ya no fue el mismo. Al Barça, aunque sufrió, ya no le hizo falta. La buena noticia es que los exámenes médicos sólo reflejan un golpe y se espera que el '10' esté a tope ante el Bayern. Y eso sí puede ser un factor diferencial.

Setién, abanderado hasta extremos a veces equivocados del 'cruyffismo', está sufriendo una transformación inesperada. Incluso en rueda de prensa afirmó: «No somos tan buenos como para controlar el juego todo el partido ante un gran equipo como el Nápoles, te gustaría hacerlo, pero eso es imposible». Posiblemente se refería a que el Nápoles llevaba dos meses preparando este partido a conciencia, cambiando su forma de jugar y reservando futbolistas porque conquistar la Coppa ante la Juventus le dio plaza en la Liga Europa sin posibilidad de entrar en la zona Liga de Campeones, pagando su pésima primera vuelta.

El equipo de Gennaro Gattuso compitió hasta el pasado domingo en la Serie A, mientras que el Barça llevaba tres semanas sin jugar, una de ellas de vacaciones. Llegaba con ritmo y las ideas claras, pensando que se encontraría a un Barça con las líneas muy separadas en su delirio de esta última temporada. Pero no había espacios ni vías. El Barça se había 'italianizado' y se sospecha que ante el Bayern, ya con Busquets y Vidal, quizás con Dembélé para las contras, ocurrirá algo parecido.

No es la excelencia habitual del Barça desde la 'era Guardiola', pero Frank Rijkaard ganó con una idea parecida la Liga de Campeones de 2006. Eso sí, con un estado físico mejor de la plantilla. En cualquier caso, al Barça anterior, como decía Messi, no le daba para ganar títulos. Quizás a éste tampoco, pero será menos ingenuo porque ya no defiende una filosofía sin los jugadores ni el físico adecuados.