Uno de los nuestros
La grandeza humana de las personas se mide por el vacío que nos dejan cuando se van. Y el de Pablo Aranda es enorme; diría ... que infinito. Ese silencio atronador que deja su partida se rompe con su eterna sonrisa, su buen humor. Pablo era un tipo sensible, exquisito, humilde y con una capacidad innata para ver la vida cotidiana y para contarla desde la perspectiva más cómica e inteligente. Su ingenio siempre estaba en alerta para hacer ese comentario agudo, imprevisto y certero que precedía a la risa. Nunca he conocido a nadie que jugara con el humor con tanta seriedad, como si hiciese malabarismos con las palabras y los dobles sentidos, desarmando a su interlocutor. Pablo era, y será, uno de los grandes.
Su literatura crecerá aún más con el paso de los años y sus libros serán un ejército contra el olvido imposible. Era un gran escritor, para adultos, para jóvenes, para niños; porque Aranda tenía el don de contar historias mágicas, tiernas y profundas.
Pablo Aranda era, además un periodista con intuición; sus artículos los guardaremos como ejemplos de una genialidad sin artificios, sin adornos innecesarios; eran llanos, directos, cómplices, de barrio, ingeniosos. Hace sólo unos días me dijo que quería escribir su propio obituario, «con un toque de humor, Manolo, aunque no sé si me quedarán fuerzas». Así era Pablo. No le dio tiempo, pero sí guardó sus últimos alientos para escribir su columna, un regalo inmenso para SUR. Y se refugio en Borges para sus últimas lecturas junto a Ángela, su compañera y amiga. Pablo vivía para ella y para sus tres hijos, Lola, Manuel y Pepe. Y disfrutaba con su inseparable 'Turrón', su perro fiel. A todos ellos me gustaría repetirles lo que ya saben de sobra: Pablo era un ser excepcional.
Nos quedan sus novelas, sus cuentos, sus crónicas, sus artículos; como legado de un escritor que decidió no traicionarse jamás y cuyo camino firme y honesto le hubiera llevado a lugares increíbles. Aquí, en el vacío de su ausencia, sólo nos consuela la certeza de que nunca lo olvidaremos, de que siempre, en SUR, será uno de los nuestros.
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