El tesoro arquitectónico del Castillo de Gibralfaro que nadie conoce
Una investigación sitúa el polvorín de la fortaleza, convertido hoy en centro de interpretación, en el modelo a imitar por la arquitectura defensiva de la España de Felipe V
En la arquitectura defensiva, el protagonismo siempre lo acaparan las murallas, torres o baluartes. Poco se habla de los polvorines, edificios reservados a la retaguardia, ... pero esenciales en los asedios para guardar la dinamita y toda clase de explosivos. Unos almacenes situados estratégicamente, ya que no solo deben conservar material altamente delicado, sino también protegerlo de ataques que provoquen su violenta destrucción. Literalmente, a prueba de bombas. Esa es una de las razones por la que muchos de estos depósitos históricos han volado por los aires. Precisamente, la conservación de estas dependencias del Castillo de Gibralfaro, que datan del siglo XVIII y hoy convertidas en centro de interpretación, le dan un valor especial como superviviente durante tres siglos, a lo que se une una reciente investigación que le otorga además un valor único al situarlo como el modelo a imitar en la España de Felipe V con hasta otros siete polvorines herederos de su estilo repartidos por España. Solo se conservan 4, uno de ellos, el original.



La singularidad de Gibralfaro hay que buscarla en los tratados de arquitectura militar y en la influencia francesa de la época en este tipo de construcciones. Durante el siglo XVII se imponen las tesis del mariscal galo Vauban, que impone el sistema canónico de polvorines con arcos de medio punto y bóvedas de cañón al establecerse que eran las más resistentes a los ataques. Tiempo después su compatriota Belidor adopta sus tratados e introduce la posibilidad de una variante, con los arcos ojivales o góticos. Esta innovación es la que adoptan los ingenieros españoles del siglo XVIII y el primer proyecto que pasa del plano a la realidad fue Málaga, de la mano de Juan de la Ferrière con la construcción en 1724-25 del polvorín que corona la ciudad.
«Lo interesante es que en Gibralfaro se empiezan a poner en práctica estas teorías de manera fehaciente no solo por la utilización de la bóveda ojival o gótica, sino además con un modelo muy especial que es una doble nave rectangular dividida por una arcada de medio punto que después se va a repetir, con variantes, en San Fernando (Cádiz), Ceuta, Zaragoza o Cataluña», explica Sergio Ramírez, profesor de la UMA, que firma el estudio 'La bóveda gótica u ojival en la arquitectura militar del siglo XVIII. El caso de los almacenes de pólvora, desde Gibralfaro hasta San Fernando de Figueras', junto a los también especialistas Antonio Bravo Nieto, de la UNED, y Josep Lluis i Ginovart y Cinta Lluis Teruel, ambos de la Universitat Internacional de Catalunya.
«Lo interesante es que en Gibralfaro se pone en práctica un modelo muy especial que después se va a repetir, con variantes, en San Fernando, Ceuta, Zaragoza o Cataluña»
Sergio Ramírez
Investigador y profesor de la UMA
Esta innovación buscaba una mayor resistencia ante los ataques y las bombas contra estas edificaciones, ya que la cúpula apuntada «pesaba menos que la de cañón y permitía una estructura muy reforzada a la vez que más ligera, económica y resistente», señala el investigador malagueño sobre las razones que hicieron que se impusiera este estilo defensivo en los proyectos de polvorines posteriores del siglo XVIII. En el monte de Montjuic de Barcelona, por ejemplo, también se replicó en altura este almacén -hoy destruido-, aunque la «culminación será el Castillo San Fernando de Figueras, que es una simplificación del modelo malagueño con una sola nave, pero que tendrá repercusión en toda Europa como un modelo a tener en cuenta», relata Ramírez.
La mayoría, destruidos
Así, la relevancia del Castillo de Gibralfaro es que fue «el punto de partida de un modelo de arquitectura defensiva que debemos poner en valor porque hasta ahora no se tenía la más mínima idea de su influencia». Este polvorín y sus sucesores hay que enmarcarlos además en una época de bonanza económica y militar de España, tras la instauración de la monarquía borbónica con la llegada de Felipe V, que trajo una etapa de «esplendor» que se tradujo en un refuerzo de las infraestructuras del ejército.

De esta forma, la construcción del almacén de munición de la fortificación malagueña en el siglo XVIII coincidió con el refuerzo de la política de defensa de la Península, convirtiéndose en el primer ejemplo de un nuevo modelo de estas infraestructuras. «Y lo que es más importante, estamos en un edificio que, por fortuna, se mantiene en pie porque la mayoría de estos edificios han sido destruidos», asegura el profesor del Departamento de Historia del Arte de la UMA, que destaca que el actual centro de interpretación del castillo tiene un excelente estado de conservación y su «estructura está perfecta».

Así, en el exterior se puede observar los potentes contrafuertes que delatan su origen como polvorín para resistir las embestidas de las bombas o los pequeños vanos verticales en los muros que actuaban como ventilación frente a una ventana que supondría un punto débil de la estructura. En el interior, los barriles de pólvora se disponían en doble fila bajo las bóvedas ojivales diseñadas para resistir las explosiones.
No obstante, nada de esta historia militar se recuerda en el actual Castillo de Gibralfaro. «El centro de interpretación está perfecto y se hizo una buena rehabilitación, pero nadie le ha echado cuenta a su pasado en el relato expositivo, por lo que se necesita un espacio en el que se recuerde que antes fue un polvorín, lo que significó y por qué se construyó con esa doble nave», considera el experto que subraya que estamos ante una construcción muy singular. Un tesoro arquitectónico que casi nadie conoce y que fue el modelo a imitar en tiempos de Felipe V.
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