

Secciones
Servicios
Destacamos
Hay dos cosas que a Sol Picó le recuerdan siempre, a pesar de que ella se las sabe mejor que nadie: su pequeña estatura y ... su edad. Por una cosa o por otra, sorprende a quienes se ciñen a las estructuras cerradas de lo que se espera de una bailarina. Pero a pesar de eso, o quizás por eso, Sol Picó es una de las grandes de la danza. Premio Nacional y ganadora de diez Max, artista comprometida con su entorno y con su género, y una mujer valiente que se atreve a exorcizar sus miedos en escena. Lo hará en 'La Cordero y su ejército', el espectáculo que estrena este miércoles y jueves (20.00 horas) en el Teatro Cánovas tras diez días de residencia técnica en Málaga, un reflejo de su guerra interior entre una mente que le dice 'corre' y un cuerpo de 58 años que le pide 'calma'.
–¿Quién es aquí la cordero?
–(Ríe) ¿Te lo imaginas? 'La Cordero y su ejército' es una reflexión personal sobre un momento importante en la vida de uno, que puede ser absolutamente extrapolable a la vida de cualquier persona, que es un momento de transformación, de empezar a buscar la manera de encontrar nuevas formas de hacer cosas. Y en mi caso, de afrontar esta profesión, en la que el cuerpo es su base máxima, acompañada de un ejército de cuatro mujeres que están en otra situación totalmente distinta, porque tienen 30 años menos que yo.
–Porque si el cuerpo de una bailarina duele con 25 años, ¿qué sucede con 58?
–Suceden muchas cosas, muchos cambios, cambios naturales. Y sobre todo, de qué manera eres capaz de asumirlo, de qué manera puedes reutilizarlo y a partir de ahí hacia dónde puedes ir. Es una catarsis personal, es un apocalipsis, que no acaba en catástrofe. Es como un gran cabaret, una especie de exorcismo también.
–¿Sientes que tienes que justificarte por seguir bailando?
–No, simplemente hago esa reflexión. Estoy haciendo un ejercicio, casi de sacrificio, de saber que hay que traspasar cosas, hay que cambiar y adaptarse a las nuevas circunstancias. Y yo lo hago de esta manera, yo me he montado un espectáculo para intentar entender cómo puedo seguir bailando o seguir funcionando en el mundo. Y no me tengo que justificar de nada, es algo absolutamente personal, pero extrapolable a todo el mundo. Siempre tenemos un momento de decir ¿cómo encajo esto?
–Pero los demás, yo misma, te preguntamos sobre el hecho de bailar a esta edad. Somos muy recurrentes con este tema, y no sé si llega un momento en el que cansa.
–Bueno, es como cuando me dicen «¡ay, qué bajita eres!». Y digo, ¡para qué me lo recuerdas si yo ya lo sé! Claro, me lo pregunta todo el mundo, y a veces de una manera poco elegante. «Pero todavía en el escenario», «¿y cómo es que contratan a gente mayor?» La sociedad llega a un lugar en el que hay estructuras que no las entiende, porque están muy estructuradas de una manera y el hecho de que una mujer a partir de los 35 siga dando saltos es un poco raro. Ya entenderán el porqué los que me hacen esas preguntas. Pero no es tanto por lo que diga nadie, que en el fondo me la pela bastante, no me importa, sino que es una cosa muy interna. Es un momento muy concreto y también muy duro. Es duro porque llevo 40 años bailando, y no digo que me vaya a retirar, digo que necesito hacer algún cambio.
–Una crisis, al fin y al cabo.
–Y sin querer, es una batalla. Por eso 'La Cordero y su ejército', hay algo de guerra interna, de conflicto. En estos momentos el mundo está en conflicto constante, y hay algo también de eso, por eso creo que he llegado a ese lugar, porque en el fondo te tienes que armar para poder combatir contra esto.
–En el 'Apocalipsis', el cordero y el ejército triunfan sobre el mal. ¿En este caso también?
–Vamos a ver, espero que sí. Está hecho para eso, para no acabar derruidos, sino todo lo contrario.
–¿Has encontrado alguna respuesta a ese conflicto interno durante el proceso?
–Estoy en ello, he llorado mucho, sin que lo vea nadie. Hay una resistencia al cambio de algo que te ha soportado toda la vida. Que luego, también te voy a decir, es una liberación. Dices ya está bien. Es un conflicto, quieres, pero no sabes cómo.
–Y en la danza siempre hay opciones más allá del escenario, no todo es estar ahí.
–De aquí nos vamos a Vitoria, a hacer otro espectáculo de calle donde yo no estoy en el escenario. No hace falta que esté en todos los sitios, para nada, pero en algunos sí que quieres estar todavía. Y entonces, estoy ahí, en cómo lo gestiono.
–¿Cuántas lesiones tienes?
–Me hice la lesión más importante, que fue la ruptura del ligamento cruzado, en un estreno, de un saltito… Fue una lesión de estrés total. Te das cuenta de que has pasado la vida así… ¿sabes cómo es aquello que le ponen a los burros? (Y hace el gesto de las anteojeras): haciendo producciones, viajando y volviendo a casa, haciendo producciones, viajando... Me he pasado así 30 años. Eso genera también una dinámica que tu cuerpo ya no sabe ni pararla, y como no sabe pararla, el cuerpo hace ¡pam! Y pasó eso exactamente, estaba girando, produciendo una cosa y haciendo otra. Por eso también te digo que es una liberación, a ver de qué manera puedo empezar a salir de ahí, de ese tubo, de ese pasillo oscuro en que me he metido.
–¿Hay cierta crítica a esta sociedad que nos obliga a producir constantemente?
–Siempre nos va bien culpar a los demás, pero al final te metes tú en ese lío. Por eso yo en el espectáculo entono mucho el 'mea culpa', porque soy yo la que decido si quiero hacerlo o no quiero. A mí nadie me ha obligado a hacer esto. Lo hago porque quiero. Me he montado toda esa estructura, pero también la podía desmontar, te metes ahí porque te da la gana. Y te has viciado de eso, estás ahí absolutamente enganchado a eso.
–¿Tu baile es una forma de activismo? Siempre has demostrado compromiso social y de género.
–Nunca lo he pensado así, pero sí que está absolutamente dentro de mí. Desde que empecé, desde el primer espectáculo que hice, cuando todavía el activismo en las mujeres no era tan presente ni tan universal, yo ya estaba ahí dentro metida en exponer situaciones y pensamientos que seguramente compartíamos muchos, pero que a lo mejor no nos atrevíamos a hablar de ellos. Y yo, de una manera muy inconsciente, ya reivindicaba el estar en una mujer.
–¿Te frustra ver que todavía queda tanto en cuestión de igualdad?
–Queda tanto, queda tanto, tanto. Por mucho empoderamiento, por mucho Me Too… Todavía sigo viendo muchísimas cosas que no sé si cambiarán. Me da un poco de tristeza porque están tan arraigadas, hasta en personas que lo tienen muy claro... Hay algo en el ADN que está ahí metido, es una sociedad tan absolutamente patriarcal que es muy difícil. Pero bueno, yo estoy ahí con el martillo y pico y pala a tope.
–¿Habrá entonces otro espectáculo contigo en el escenario?
–No lo sé, yo espero que sí. A ver, esto no es un 'voy a dejar los escenarios'. No estoy anunciando nada por ahí en absoluto. Es buscar otra fórmula, otra manera. Pero yo seguiré haciendo espectáculos, si sobrevivo a este (ríe). Porque claro, aunque mi mente me dice 'corre, corre'; el cuerpo me dice 'calma, calma'. Y todo esto hay que colocarlo. Pero bueno, así todo, claro que habrá más cosas. A mí también me encanta la interpretación, me encanta hablar. Y me gusta el escenario.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.