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Cuando la revolución es volver a lo primitivo: el Thyssen rastrea el ADN de la vanguardia española
La pinacoteca malagueña reúne obras de Miró, Chillida, Tápies, Saura, Picasso, Barceló, Miralles y Juana Francés en una exposición que encuentra en lo telúrico y ancestral las señas de identidad del arte moderno español
Para empezar de cero hay que volver al origen de todo, a la naturaleza y a la primera forma de arte. Rota la relación con ... el realismo y la figuración, la verdadera revolución está en conectar con lo telúrico y lo primitivo. El Museo Carmen Thyssen Málaga rastrea la raíz de la vanguardia española, aquello que la hace singular, y la encuentra hundida en la tierra, en sus materias y en sus formas, y en lo ancestral, en un lenguaje de signos escondidos en las cuevas que será fuente de la abstracción. La pinacoteca plantea una nueva mirada a la creación del último siglo, desde los años 30 hasta la actualidad, en su exposición temporal, inaugurada este lunes por la propia baronesa Carmen Thyssen. «Estar aquí es mi alegría, mi felicidad. Ya llevamos casi 15 años y esto es precioso siempre», resaltó.
'Telúricos y primitivos. De la Escuela de Vallecas a Miquel Barceló' reúne hasta el 1 de marzo un total de 64 obras de 45 artistas españoles en todas las manifestaciones artísticas (escultura, lienzo, papel, fotografía, tela…). Están Miró, Picasso, Tápies, Manolo Miralles, Chillida, Saura, Benjamín Palencia, Alberto Sánchez, Maruja Mallo, Juana Francés… Una muestra heterogénea y sin un orden cronológico, pero que defiende un discurso claro: demostrar que existe un sustrato común en el arte moderno español inmediatamente anterior y posterior a la Guerra Civil, y hasta nuestros días.
Los colores terrosos, la importancia de la materia y el dramatismo son señas de identidad del arte moderno español
Lo telúrico y lo primitivo están en el ADN y alimentan todas las experiencias vanguardista que nacen en el país. Se manifiestan en una tendencia «a los colores terrosos, al dramatismo y a la expresividad» que tiene, además, una larga tradición en nuestro arte, como manifiesta Bárbara García, comisaria de la muestra junto con Alberto Gil, ambos del área de conservación del museo. Ese componente atávico está presente en otras vanguardias europeas, pero en España se convierte en algo «persistente y recurrente».
«La inspiración va a estar en el arte salvaje, el primitivismo, el arte infantil; también como anhelo a la evasión del mundo moderno, de un mundo en crisis. Probablemente estos autores buscan en esta inspiración un mundo que no haya sido mancillado», reflexiona la directora del Carmen Thyssen, Lourdes Moreno.
Una impactante pieza de Manolo Millares, ‘El homúnculo’ (1959), abre el recorrido a modo de carta de presentación. Aquí el artista crea una obra con una arpillera desgarrada, en un guiño al material con el que envolvían a las momias guanches de su Gran Canaria natal. “Para la abstracción recurre a un pasado ancestral”, explica Moreno. Y esa idea atraviesa toda la exposición. Junto a él, se da espacio a los pioneros, a la Escuela de Vallecas, una ‘troupe’ surrealista de los años 30 a la que pertenecían Benjamín Palencia, Alberto Sánchez y Nicolás de Lekuona. “Es el primer movimiento español pretendidamente vanguardista, autóctono. Y la gran paradoja que plantea es refundar el arte con unas raíces en lo atávico. Hay referencias al arte rupestre, un interés por la geología y un primer intento de trabajar la materia”, apunta Gil. Sus obras miran al paisaje, pero de una manera totalmente renovada.
La tierra entra en el cuadro, de manera literal, con tierra volcánica en ‘Pintura número 100’ de César Manrique o con paja en el caso de la obra de Josep Guinovart. En este caso, en ‘Paisaje con paja’, conviven lo telúrico y lo primitivo -algo común en las vanguardias- con signos ancestrales sobre el lienzo. La abstracción española, desde los años 40, bebe del arte rupestre, con los integrantes de la llamada Escuela de Altamira a la cabeza. Tras la guerra civil, con muchos de los artistas de la primera etapa vanguardista en el exilio, quienes tienen que refundar el arte español acuden a la referencia más antigua del arte.
A esos dibujos esquemáticos responden, por ejemplo, las dos litografías que aquí se exponen de Picasso, ‘Toro’; y varios lienzos de Manolo Millares. El pintor canario comparte espacio con compañeros del grupo El Paso, como Juana Francés, Luis Feito, Manuel Rivera y, por supuesto, Saura. En todos ellos se da otra característica definitoria de esta etapa: “el desplazamiento del ser humano del foco”. Prima la expresión del artista y su relación la materia. “La pintura matérica es la gran aportación del arte español al panorama internacional”, resalta el comisario.
Sobresale en la sala el gran óleo de Joan Miró sobre papel de lija, en el que incrusta clavos y un trozo de madera de un molino de su propiedad. “Es algo muy telúrico y muy primitivo recurrir a los materiales que proporciona el propio entorno”, resaltan los comisarios. Justo enfrente, se levanta estilizada la escultura ‘Hierro’, de Chillida. Dos nombres imprescindibles de la vanguardia que dan paso a la “apoteosis” de lo matérico en la última parte de la exposición, con un impactante cuadro de Miquel Barceló con texturas que sobresalen del lienzo (‘Calabazas’). Junto a él, están Saura (‘Manda’), Tápies (‘Rectangles grisos’) y Gustavo Torner (‘Blanquísimo-con chatarra’).
Casi una veintena de prestadores han cedido obra para esta propuesta, que ha contado con la colaboración de Fundación la Caixa y Soho Boutique Hotels. Junto a la baronesa y Lourdes Moreno, arroparon la presentación el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre; el conservador general de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza, Guillermo Cervera; la concejala de Cultura y Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de Málaga, Mariana Pineda; el presidente de Soho Boutique Hotels, Gonzalo Armenteros; el responsable territorial de Fundación la Caixa en Andalucía, Juan Carlos Barroso, y la directora comercial de CaixaBank en Málaga, Córdoba, Almería, Ceuta y Melilla, Carmen González Novo.
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