La alfombra roja
Queríamos ver a Pepa Flores y también queríamos ver cuántos Goya se quedaban en Málaga. La noche grande del cine español se celebró en Málaga porque Málaga tiene un festival de cine español y una industria que va abriéndose paso y porque en enero no llueve, y toma lluvia
Tenía el presidente del Gobierno pero queríamos ver a Pepa Flores y Pepa Flores no vino. En una cancha de baloncesto de entrenamiento que nadie ... sabía que era una cancha de entrenamiento sino el recorrido ideal para la alfombra roja, ideal porque no hacía frío y las actrices pasan frío, una sala grande acondicionada de recorrido ideal para la alfombra roja, la rotunda belleza de Pepa Flores no compareció, si bien es cierto que comparecieron otras bellezas rotundas. Se sabía antes de la gala que Pepa Flores no acudiría pero entre los periodistas especializados corría el rumor de que bueno, quién sabe, a lo mejor en el último momento, y al final sólo compareció la coherencia de Pepa Flores, difícil de entender en estos tiempos donde la fama parece ser una meta. La noche grande del cine español se celebró en Málaga porque Málaga tiene un festival de cine español y una industria que va abriéndose paso y porque en enero no llueve en Málaga y toma lluvia. La belleza rotunda de Ángela Molina cruzó la alfombra junto a la presencia por omisión de Jorge Sanz, porque ahora que no está en las películas lo vemos mucho, y junto a Clara Lago, que en la serie El Vecino, basada en el cómic del malagueño Pepo Pérez, es una periodista en busca de gloria. A los dieciocho años le escribí una carta a Ángela Molina pero no me contestó. Era ese oscuro objeto del deseo, la película que interpretó cuando tenía dieciocho años y dirigió Buñuel, que optaba al Goya en un corto que competía con El Nadador, el corto de Pablo Barce producido por César Martínez Herrada. El presidente del gobierno venía y vino. Llegó el último junto a Alberto Garzón, que es ministro, y junto al ministro de Cultura, el último ministro en ser nombrado, y el presidente de la Junta, y el de la Diputación, y el alcalde, detrás de un desfile de famosos ahí mismo, en su noche grande. El presidente parecía un galán de cine, o el escolta de un presidente.
Los periodistas preguntaban a los actores y a las actrices por sus películas favoritas y la mejor respuesta la concedió la actriz más mala, Laura Baena Torres, que dijo que su película favorita era 'El color púrpura'. La más mala porque es la Tota en la serie Malaka, una mujer malísima. Le preguntaban por su película favorita para el Goya pero ella dijo su mejor película. 'El color púrpura' es una gran película que en su día fue nominada a once Oscars, y no ganó ninguno.
Queríamos ver a Pepa Flores y también queríamos ver cuántos Goya se quedaban en Málaga. Adelfa Calvo, que en algunos papeles también es muy mala, recordaba el baño mediterráneo que le dio a la estatuílla que ganó hace dos años. Un periodista se confundió y la llamo Mona Martínez, nominada este año, y Adelfa Calvo respondió que le encantaría ser Mona Martínez esta noche. El primer Goya que Málaga se jugaba este año era el de El Nadador. Clara Lago abrió el sobre equivocado, con perdón. Clara Lago abrió el sobre donde aparecía el cortometraje de ficción premiado y no era El Nadador, de Pablo Barce, quien antes de entrar a la gala reconoció que ya es un premio haber sido nominado, y que le encantaría seguir llevando historias de Sergio Barce, su padre, al cine, y el productor César Martínez Herrada añadía que se tarda mucho en rodar dieciocho minutos de película en Marruecos, mucho más que rodarlos en la plaza de la Merced.
Los más simpáticos y amables, en una noche de gente simpática y amable, fueron Andreu Buenafuente y Silvia Abril, que atendían a todo el mundo, sin temer agotar el ingenio con sus respuestas ingeniosas, tranquilos, pidiendo a algunos periodistas acelerados que se calmasen, que había que estar tranquilos. Antonio de la Torre, siempre nominado, también hablaba con todos. Los más bigotudos fueron Óscar Jaenada y Julián Villagrán. Jaenada llevaba zapatos de película, de cuadraditos blancos y negros, como los de Fran Perea. Canco Rodríguez también lució zapatos de película, y se atrevió a mojarse con los premios... los del año que viene: dos para Málaga, uno para él y otro para Adelfa Calvo, pues estrenan peliculón en marzo. No recuerdo los zapatos de James Rhodes, pero sí el pin de la solapa, no era el parental sino uno del Betis, un equipo que suele caer bien en todas partes. Antonio Banderas no recorrió la alfombra, pero estaba en todas partes, en la boca de todos. El mejor pelo de la alfombra roja fue para el súper clase Carles Puyol, al que los periodistas no demandaron demasiado. Belén Cuesta cumplió años la noche anterior de los Goya, Leonardo Sbaraglia cumplió con su acento argentino, como en 'Dolor y Gloria', cuando en tantas películas lo ha mostrado neutro, como el carbono de la gala, o el acento de tantos andaluces, también neutro, como los actores y actrices cuando se les preguntaba por su película favorita, neutrales, y la ilusión de Mona Martínez, otra de nuestras opciones, pero la opción ya es un premio, hacer una película aunque no opte ya es un premio, porque es complicado, mucho, hacer una película, en una industria que, no nos cansamos de repetirlo, ve su dinero de vuelta, aumentado, a ver si vamos a creernos que quien se dedica a esto es sólo por amor al arte, que también, en esta noche de la alfombra roja, esta fiesta grande del cine español, en la que no vimos a Pepa Flores, pero sí a Celia Flores, y a María Estévez, y a nosotros mismos mirando lo que nos gusta mirar a oscuras, cuando se apagan las luces de la sala.
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