La novela interminable
Cruce de vías ·
Hay que seguir alimentando la fantasía porque de lo contrario corremos el peligro de hundirnos en la insoportable locura cotidianaDesde hace cinco años, estoy escribiendo una novela que no deseo terminar. Cuando llego al final, vuelvo a repasarla con la excusa de que algo ... no acaba de funcionar. Entonces me entretengo corrigiendo aspectos superficiales que no tienen mayor interés. Así consigo demorar la entrega. No quiero que vuelva a ocurrir lo mismo que me ha sucedido otras ocasiones. Finalizaba una novela, se publicaba, y el mundo que había creado, no en seis días sino en seis años, desaparecía. Y también se esfumaban los personajes con los que había convivido durante todo ese tiempo. Esta vez he tomado la decisión de raptarlos para siempre, quedarme con ellos, cerrarles la puerta. Imagínense que un médico decidiera no dar el alta a ninguno de los pacientes que aguardan en la consulta porque le caen muy bien y los echaría de menos. Pues eso me ocurre a mí. Al otro lado de la puerta, en la sala de espera, se encuentran los personajes de la novela aguardando salir a la calle y yo me empeño en retenerlos dentro de mi propia cabeza.
Quizá sea la edad, el cansancio, el dulce sabor de la lentitud que saboreo a diario, no sé, el caso es que no tengo ganas de empezar otra nueva aventura. He cogido tanto cariño a todos y cada uno de los personajes que no podría vivir sin ellos. De vez en cuando, alguno se descontrola; pero finalmente todo vuelve a su cauce. Escribir una novela es igual que alquilar una casa. Lo peor es que cuando ya has amueblado las habitaciones y te manejas cómodamente por todos los rincones, entonces tienes que abandonarla a su suerte y empezar una nueva historia. Otro hogar, otra compañía, otros inquilinos, otra vida.
Quién iba a decirme hace cinco años que este libro iba a convertirse en una novela interminable. El refugio de los fugitivos. Ahora los personajes están conmigo sentados alrededor de la mesa. Uno anda en otro país, pero lo tenemos presente. No importa dónde esté, entre todos y cada uno de nosotros existe una comunicación telepática capaz de vencer distancias insondables. Además poseemos la facultad de movernos por todo el mundo sin salir de casa. Desearía congelar este estado de gracia y disfrutarlo eternamente. Quién va a querer cambiar de vida siendo feliz. Mañana nos despertaremos temprano y desayunaremos juntos igual que hacemos todos los días desde hace cinco años. Yo continuaré escribiendo la novela y ellos estarán pendientes de mis palabras, si los dejo un solo día pierden los papeles. Hay que seguir alimentando la fantasía porque de lo contrario corremos el peligro de hundirnos en la insoportable locura cotidiana.
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