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CRISTINA PINTO
Sábado, 30 de julio 2022, 00:37
Se lo decía su madre: «Niño, tú no te hagas viejo en el escenario». ¿Pero qué hacer cuando se quiere tanto a algo y cuando ... algo te quiere tanto a ti? ¿Para qué evitar esa relación? A sus 78 años, Miguel Ríos lleva 'Un largo camino' con la música, como así se llama esta última gira. Se despidió en 2009 pero volvió en junio de 2020, en plena pandemia. Y anoche volvió también a un lugar que, según confesó él mismo, es como el patio de su casa, un patio particular que tenía mucho de albero y de tendido: la plaza de toros de La Malagueta. «Qué sitio más agradable para tocar rock and roll», comentaba el granadino sobre las tablas del ruedo. Ahí se llevó a sus hijos del rock and roll, esos que les siguen aunque el artista ya les dijo adiós. Hace poco menos de un año, Miguel Ríos hablaba sobre eso en una entrevista concedida a este mismo periódico, ponía las palabras para celebrar su vuelta a los escenarios. Pues esa entrevista bien podría ser la crónica de uno de sus conciertos. En este caso, el que ofrecía anoche en el 101 Music Festival Costa del Sol.
«Mi madre le tenía tirria a la vejez pero mira, yo no le hice caso. Soy un mal hijo y un desobediente, aunque ya estoy mayorcito, no me he hecho viejo todavía», decía en esa entrevista a SUR. Y ahí estaba, desobedeciendo a su madre y saludando a su público, algo que tanto caracteriza su carrera musical. Con 'Hola Ríos, Hello' empezaba el concierto en La Malagueta para que los fans se pusiesen en pie a saludarlo. «Chicas, ¿cómo me veis? Ey, ey, ey», cantaba y preguntaba el granadino a sus incondicionales mientras ponía la pierna encima del taburete alto que estaba a su lado. Le acompañaba su banda The Black Betty Trío. Y cómo sonaba ese violín.
Luego seguía con su saludo más universal: 'Bienvenidos' rompía sobre el escenario en la segunda canción. La edad del público hacía que no fuesen tantos los móviles que grababan para subir a las redes sociales como en otros conciertos, aunque algunos no pudieron evitar grabar el momentazo: «Bien-ve-ni-dooooos», entonaban todos junto al cantante. Miguel Ríos está todo lo en forma que se puede. «Ya quisiera más de uno estar así con su edad», comentaba Lourdes desde una de las últimas filas del albero de La Malagueta.
Como él mismo decía en aquella entrevista con SUR: «La verdad es que yo cuando me miro al espejo sigo viendo a aquel chaval que era antes. Luego bajas la mirada y ves que las arrugas son evidentes, pero el espíritu, si lo mantienes, es inarrugable». No hay más verdad que esa. Nada como el espíritu que cada uno tenga, la edad es un número cuando las ganas se anteponen a todo. Y Miguel Ríos tiene ganas de seguir dando música en directo. Él bailaba con su torso mientras se quedaba sentado en su taburete o se incorporaba a la altura de pie de micro para poner más locura a sus temas. O alzaba los brazos para después mirar desde abajo para contagiar ese rollo de chulería a sus fans: «¡Vaya público bueno esta noche en La Malagueta!», exclamaba.
Vestido de negro al completo de arriba a abajo: zapatos, pantalón, camiseta y camisa. Su melena llena de rizos no tan negra, alguna que otra cana de esas que quedan tan bien a los 78. Se venían momentos emocionantes en La Malagueta, no todo iban a ser saltos en el ruedo por el rock and roll. También palmas y brazos de un lado a otro mientras el granadino cantaba 'En la frontera'. Justo después de esta, 'Todo a pulmón' dejaba en silencio al público y las dos pantallas que rodeaban el escenario hacían ver los ojos brillosos del artista. Para seguir cantando a pulmón después de tantos años en la música hay que tener mucho de eso, de sensibilidad y emoción.
Sacó una biznaga y la ofreció al público para levantar un fuerte aplauso. Y la dejaba sobre la mesa que tenía a su lado, en la que cada vez iban quedando menos botellas de agua. Luego, dedicaba la siguiente canción: «Esta va por las mujeres de mi edad», para cantar 'El blues de la tercera edad', uno de los temas de su último trabajo. Según la organización, unos 2.500 fans estaban acompañando en la noche de viernes a Miguel Ríos.
Con el concierto se podían entender muchas cosas: las canciones no mueren, la música no pasa de moda y los rebeldes que desobedecen a sus madres a veces acaban teniendo razón. Menos mal que Miguel Ríos no hizo caso a su madre y sigue sobre los escenarios. Llegando al final del concierto dejó a su banda The Black Betty Trío para tocar dos canciones mientras el salía a descansar. Volvía con 'Año 2000' y algunos en La Malagueta se atrevían a sacar a bailar a su pareja. Para ir terminando, otro momento emocionante: 'Oración' cantada a capella dedicada a la guerra de Ucrania. Muchos pedían 'Santa Lucía' desde el público. Pero antes de eso tocaba mucha más caña: con 'Sábado en la noche' el público se venía arriba: «Bueno, que es viernes noche, no podemos mentir», advertía el cantante para empezar a cantar la versión de la canción con ese día de la semana.
Los hijos del rock and roll y de Miguel Ríos seguían bailando en La Malagueta con 'Rock and roll boomerang'. Pero el público seguía pidiendo 'Santa Lucía': «Qué impacientes, dejadme que os lleve yo, que soy mayor». Dos canciones después llegaba el momento: «Dame una cita, vamos al parque, entra en mi vida, sin anunciarte...», empezaba a cantar y a grabar el público con sus móviles. «Qué bonito, qué bonito», le decía el público. Pero ahí no acababa el concierto, con un canto a la paz, con 'El Himno a la Alegría' cerró el show de una forma apoteósica. Fueron más de dos horas de directo incansable para demostrar que su vuelta a los escenarios era más que necesaria. Saludando a los fans al borde del escenario, como un ídolo de masas, se despedía de La Malagueta. Por la puerta grande, como se suele decir en el ruedo.
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