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El hechizo de Raphael no se termina nunca
El intérprete vuelve a llenar Starlite y firma otra noche histórica en Marbella con un espectáculo que sigue siendo infalible
Decía Michel Houellebecq que lo peor de hacerse mayor es que sigues siendo joven. Algo parecido le pasa a Raphael, que es una luz incandescente ... que, en vez de iluminar, hace que de repente todo se haga de noche. De una manera prodigiosa y podríamos decir que heroica, el tigre de Linares, que viene a Málaga todos los años desde hace tanto tiempo, ha vuelto a abarrotar el festival Starlite en una noche de agosto, ahora es víspera de San Lorenzo y contemplamos una estrella que dista mucho de ser fugaz. El público volvió a rendirse a los pies del maestro.
El verano marbellí lucía en todo su esplendor. La atmósfera rezumaba lino y perfume bueno, laca cara y despreocupación. Para eso estábamos aquí, para dejarnos llevar por esta magia. Hay varias familias, sanguíneas y políticas, que han montado su camerino en el aparcamiento y todos ellos trasladaban el concepto de botellón a otro nivel. Raphael es un nexo inquebrantable que ata de manera irresoluble a varias generaciones; su combustible es la pasión por la música y el amor por la vida misma.
De nuevo salió al escenario vestido de negro, hoy con una chaqueta de lentejuelas que le duró exactamente dos canciones, y unos botones de la camisa que se iban desabrochando conforme iba subiendo el calor en esta noche de verano que queremos seguir viviendo tantas veces hasta que se acabe el mundo. El público le recibió en silencio, expectante, para acogerle de manera puntualísima con 'Ave Fénix' y para que él demuestre que es el artista que mejor recibe los aplausos hasta que llega a marcarlo él mismo con sus brazos. Se disparan los clásicos y todos son propios, porque Raphael hace suyo todo lo que canta, como si lo hubiera escrito él, todas las canciones hablan de su vida y de la nuestra y las interpreta como si la vida se le fuera en ello, sin descanso. 'Vivir así es morir de amor' o 'Resistiré' como apropiaciones, 'Se nos rompió el amor' que compartía con su hermana Rocío Jurado, de la que también cayó 'Como yo te amo' y que hizo suya, como todo lo que Raphael canta.
Entre Rauw Alejandro y Manuel Alejandro, esta noche nos quedamos con el segundo. De este compositor han salido las mejores letras y las mejores melodías del mejor intérprete que ha salido de España y que está frente a nosotros ahora mismo, mientras escribo, recitando con esa voz y con todo el cuerpo que está enamorado de la vida, de la verdad de un joven, o que está buscándote entre las sombras, que cierra sus ojos para que puedas hacer lo que quieras con él. Esto es un prodigio y una voz que toca todos los palos posibles sin apenas despeinarse y que abarcan cualquier espacio musical, rancheras, electrónica, baladas, flamenco, canción melódica, habaneras, rap y hasta villancicos, aunque estemos en agosto porque todo lo que canta Raphael se convierte en verdad. El plumaje ibérico en su estado más puro sobrevuela en las canciones mas icónicas del intérprete, que son las que suelen ser las que hablan de él, o eso es lo que parece, porque la ambigüedad y la máscara forman parte de este hechizo. Manuel Alejandro no es solo su letrista, es también su biógrafo. Y algunas de las canciones fueron paridas en bares de escasa reputación y en el fulgor de las copas derramadas y una extravagante concepción del tiempo y del espacio de un artista que parece que empezó su gira el mismo día en el que nació y lo hará hasta el momento en el que desaparezca, dentro de otros mil años.
Del concierto de Raphael se sale igual que de la fiesta más victoriosa, como si fuera una auténtica experiencia de plenitud. No importa que, en algunos tramos, su voz parezca desquebrajarse o distorsionando (ocurrió por ejemplo con 'Amor mío') porque luego hace cosas como la que hace con 'En carne viva', que parece que se la está cantando directamente a tu corazón, sin paños calientes. Apenas se dirigió al público, más allá que dar las buenas noches y recordar que estuvo en el primer Starlite. No habló más. El resto de su aliento lo conserva para encender la voz que nos deleita. Con Raphael, el espectáculo no es tan solo este concierto, ni siquiera la decena de músicos que le acompañan, ni los tres cantantes tipo góspel, sino todo él, en una esencia infinita que vuelve a convocar, como en una religión, a miles de fieles que vienen de todas las partes, de todos los estratos sociales y de sensibilidades o edades diferentes, unidos en un lazo que no se puede romper nunca.
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