Bruno Hock, los 16 años de un talento del violín
Ha ganado el concurso de televisión 'Tierra de talento' y un certamen en Alemania. El joven malagueño pisa fuerte en la música con una convicción: «Tocar es lo que me llena»
Cuando empieza a tocar los primeros acordes, se hace el silencio. El trasiego constante de turistas que suben y bajan la Alcazaba a las diez ... de la mañana de un viernes se ralentiza. Quien pasa a su lado lo hace con cuidado, despacito, y otros muchos se detienen en plena calle a escuchar. Ninguno sabrá su nombre, ni siquiera serían capaz de dar título a lo que suena, pero les gusta lo que oyen. Él es Bruno Hock, un malagueño de 16 años, el ganador de la última edición del 'talent show' de Canal Sur 'Tierra de talento' y una promesa en firme del violín.
Le pedimos que interprete a los pies de la fortaleza malagueña alguna pieza para este reportaje. Se lo piensa un par de segundos y, al momento, suena una melodía improvisada seguida del estándar de jazz 'All the things you are', unido con parte del segundo movimiento del 'Concierto para violín' de Bruch, para terminar con la tercera 'Sonata para violín' de Grieg. Todo del tirón. Como si nada. «En el Barroco se improvisaba muchísimo», explica. También en el jazz, al que últimamente se ha aficionado cuando se sienta frente al piano.
El joven se forma en el Conservatorio Profesional Manuel Carra y perfecciona la técnica en la Academia Galamian
En 'Tierra de talento', un éxito de audiencias de la televisión autonómica que pone el foco en las artes, demostró su habilidad con los dos instrumentos al pasar con naturalidad de las teclas a las cuerdas en su ejecución de 'Ojos negros', una sorprendente versatilidad que reconoció el jurado de expertos. Pero fue su 'Nocturno' de Chopin, con el arreglo de Pablo Sarasate, el que le valió el triunfo en la gran final del concurso. «Decidí llevar algo lento, expresivo y que emocionara». Y convenció. Reconoce que al principio no tenía muy clara su participación en el 'talent show', su agenda de estudiante le ocupa la mayor parte de su tiempo, pero ahora se alegra de todo lo vivido.
Es una experiencia más en una trayectoria corta, pero intensa. El joven malagueño pasa ahora a sexto del Conservatorio Profesional Manuel Carra y ya piensa en su siguiente etapa en el Conservatorio Superior. De padre alemán y madre malagueña, con un dominio natural de la lengua germánica, irse a estudiar a Alemania es para él una opción muy viable. «Allí tienen muy buen nivel, y el ambiente de estudio y trabajo es mayor», asegura. Y también en ese país se ha llevado premio. En junio ganó el Jugend Musiziert, un concurso nacional de Alemania que celebró su final en la ciudad de Wuppertal. Estuvo meses estudiando la partitura que iba a afrontar. «Son concursos donde hay que prepararse mucho, tienes que llevarlo muy estructurado y muy interiorizado. No puedes arriesgarte, la competencia es alta», asegura.
Desde los 7 años
Pero hasta que llegue la hora de dar el salto al Superior, Bruno Hock seguirá formándose en Málaga, donde se inició en el violín a los 7 años atraído por «la dulzura» de su sonido. Ahora está en el Conservatorio Manuel Carra y perfecciona la técnica en la Academia Galamian, fundada por Anna Nilsen y el malagueño Jesús Reina. Con él actuó, precisamente, en el Teatro Cervantes en uno de los conciertos de la última edición de Málaga Clásica, el festival de música de cámara creado por Reina y Nilsen. Y ese refuerzo, admite, marca la diferencia.
Además, es miembro de la Orquesta Joven de Andalucía (OJA), un programa formativo de la Junta de Andalucía al que pertenece desde hace dos años. En los últimos conciertos de este verano de esta formación, el joven ha ejercido como concertino, el líder de la sección de cuerdas. «Es genial ir creciendo y encontrándote allí con tan buenos músicos, con compañeros que trabajan mucho, donde todos queremos dedicarnos a esto».
«No es algo que sufra, no siento que me esté perdiendo algo por estudiar», asegura el violinista
Porque Bruno Hock no tiene la más mínima duda sobre este asunto. «En un tiempo no sé si estaré trabajando en una orquesta, tocando música de cámara o incluso también componiendo, pero lo que es seguro es que estaré tocando, que es lo que me apasiona», afirma. Para eso es consciente de que tiene que sacrificar muchas horas que otros jóvenes de su edad dedican al ocio, pero no le importa. «No es algo que sufra, no siento que me esté perdiendo algo por estudiar». Para él «no existe otra opción». «Estudiar música y tocar es lo que me llena como persona, sin la música nada tendría el significado que tiene», asegura con total convicción el joven, que a partir de septiembre cursará segundo de Bachillerato artístico en el instituto Sierra Bermeja.
Bruno acaba de llegar de un curso de dos semanas de perfeccionamiento en Granada y ahora sí está de vacaciones. Lleva cuatro días sin sacar el violín de su funda y… «cuando ayer lo cogí era como si llevara muchísimo tiempo. Hay que estudiar todos los días, todos los días», repite para dejar claro el mensaje. De vez en cuando, si encuentra el hueco, incluso compone: tiene entre manos un concierto para violonchelo y orquesta. «Pero lo principal es el violín», insiste.
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