Mi tío
Supongo que nadie se peleaba con él porque aparecía en público de higos a brevas y solo hablaba de viajes y aventuras
Mi tío fue un hombre misterioso. Pasábamos meses sin verlo y de pronto aparecía en casa cargado de regalos que nunca antes habíamos visto en ... ningún sitio. Visitaba países que estaban al otro lado de la esfera terrestre y al regresar contaba relatos fantásticos que nos dejaban absortos. Cuando sabíamos que venía a vernos, mis hermanas y yo lo esperábamos impacientes. Nos traía piedras y minerales, tallas de madera, máscaras... Un día me regaló la pluma estilográfica que ahora tengo delante. Aunque estaba casado con mi tía parecían vivir en mundos distintos. Ella pasaba a menudo por casa mientras él se quedaba encerrado en su cuarto. Mi tío era escritor. No sé por qué tardaba tantos años en acabar los libros teniendo en cuenta que no tenía otra cosa que hacer. Ahora que lo pienso daba la impresión de estar escribiendo siempre el mismo libro, un diario que contaba la historia de su vida en diversos volúmenes. Hasta que un día la historia cobraba forma e íbamos toda la familia a la presentación. Eran libros pequeños, excepto en una ocasión que escribió uno algo más largo y el día que lo presentó lo primero que hizo fue pedir disculpas a los lectores por haber escrito una novela tan larga 'No he tenido tiempo de hacerla más corta', dijo. Después de sacar un libro, volvía a perderse en su propio laberinto, el país de las maravillas, hasta que al cabo de seis o siete años presentaba un nuevo volumen de su particular odisea. Entre libro y libro, yo lo imaginaba tomando notas en lugares remotos. Cuando nos reuníamos en su casa, mi tío se mostraba feliz. Abría la puerta de un cuarto que siempre estaba en penumbra y al instante salía con una botella de vino o champán para festejar el encuentro. Mi hermana mayor lo llamaba Mon Oncle Prefe porque lo relacionaba con el protagonista de una de sus películas favoritas. Era un hombre tranquilo. Supongo que nadie se peleaba con él porque aparecía en público de higos a brevas y solo hablaba de viajes y aventuras. En realidad, pasaba el día contando películas. No olvido la tarde que nos llevó a mis hermanas y a mí a su cuarto de trabajo para enseñarnos sus cuadernos de viajes. Dibujos y notas de otros países, otros colores, otra manera de vivir. Nos fue desvelando los secretos que se ocultaban tras cada nombre y cada imagen, igual que si nos estuviera desvelando los secretos del mapa mudo. Quizá por todo esto era un hombre misterioso, porque ese mundo no estaba en las calles de nuestra ciudad ni en ninguna otra de las ciudades más distantes que en vacaciones íbamos a conocer. Ese era el mundo en el que yo deseaba vivir. Un mundo de aventuras, una historia de película.
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