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María Galiana es un «bicho raro». Los «90 tacos» le pillarán sobre el escenario (cumple el 31 de mayo), sigue conduciendo, le gusta desayunar viendo ... algún deporte en la tele y no hacer nada le «deprime». La sevillana explota al máximo la segunda parte de su vida, esa que empezó cuando se jubiló como profesora de instituto e inició una brillante carrera como actriz. Por eso se sorprende cuando le dan un premio a su trayectoria. «Vale, yo lo hago muy bien, pero poquito». Suficiente para que el Festival de Teatro le rinda homenaje con el Premio Málaga de Teatro. Lo recogerá tras dejar a un lado su eterna sonrisa para transformarse en una madre «malísima» en 'La reina de la belleza de Leenane', el drama de Martin McDonagh que dirige Juan Echanove en el Teatro Cervantes (29 de enero. 20.00 horas).
–En Málaga recibirá el Premio Málaga de Teatro, un galardón que han recibido históricos de la escena, como Concha Velasco, Josep María Pou, Miguel Rellán...
–Lo de histórico me suena viejísimo. Vamos a hablar claro. Yo no tengo carrera, he hecho muy poco teatro. Inmediatamente me endosan como que soy de las veteranas. Veterana soy por edad, que en mayo cumpliré 90, pero he estado hasta los 65 trabajando como profesora de instituto. Yo hice teatro en la universidad, pero hasta los 90 no volví a hacer una función de teatro. He ido muchas veces al Teatro Cervantes, pero muchas veces no es toda una vida, como Miguel Rellán o Concha Velasco.
–Pero eso no le hace menos merecedora del premio. ¿No cree?
–Vale, yo lo hago muy bien, pero poquito. ¡Que yo puedo contar las funciones que he hecho! Yo estoy encantada, me parece fantástico el premio, pero así es la historia.
–Es que usted ha vivido dos vidas totalmente distintas.
–La última, fíjate: hace 25 años que me jubilé como profesora y desde entonces no he parado de trabajar como actriz. Si te dijera todo lo que estoy haciendo ni te lo crees.
–He visto que, además de estar de gira con el teatro, hace recitales poéticos.
–Sí, yo declamo los poemas, un barítono canta y nos acompaña un pianista. Y además tengo en perspectiva un pequeño papel en una película que se va a rodar en febrero en Madrid. ¡Que no paro!
–¿Qué le motiva a seguir?
–Pues que me gusta mucho trabajar, la verdad. Es lo que más vida me da. Cuando estoy en mi casa, por ejemplo en las vacaciones de Navidad, a mí me deprime estar sin hacer nada. Si le llamas hacer algo a guisar, fregar y limpiar, ¡eso me parece un horror! Estoy acostumbrada a salir todas las mañana a las siete y media para el instituto. Y he tenido una casa con cinco hijos, vamos que no he tenido tiempo pa'rascarme, como se suele decir en Andalucía. Pero yo echo muchísimo de menos la actividad fuera de mi casa. Luego en casa a lo mejor no hago nada, porque soy muy floja y estoy todo el día sentada. Pero mientras pueda, seguiré. Tengo un amigo en Sevilla, de mi edad, que cuando me ve por la calle de pasada me dice 'No te pares, no te pares'. Y hasta ahora le estoy haciendo caso (ríe).
–¿Cómo va a celebrar los 90?
–Ya lo estoy pensando. Me va a coger en Madrid, en el final de la gira de esta obra, porque tenemos dos meses de temporada en el Teatro Reina Victoria. No sé si me iré con mis compañeros a emborracharme o les organizaré un buen festejo un día que no haya función.
–Es muy simbólico que los 90 le pillen sobre las tablas.
–Pues sí. Ojalá me cogiera en Málaga y me iría a Pedregalejo a hartarme de espetos (ríe).
–Su caso es la prueba de que hay mucho que hacer tras los 60.
–El famoso edadismo. Ahora están por todos los medios intentando defender el hecho de que las personas mayores no tienen que estar apartadas, eso es verdad y contra eso hay que luchar. Pero también es verdad que hay un momento en el que las personas estamos bien, pero hemos perdido mucho. Hay algo contra lo que no se puede luchar, como es la memoria y la movilidad física. Yo no podría estar haciendo una función de teatro saliendo al escenario con un andador (ríe). Tengo que hacer un esfuerzo extraordinario para mantener mi equilibrio.
–¿Siente que ha tenido que luchar mucho? Ha sido una mujer feminista, culta y trabajadora, en un tiempo en el que no tocaba.
–Es que yo he tenido suerte, hija. Mis tías en la época de la República ya eran maestras. Mi madre con 23 o 24 años ya había estudiado secretariado y trabajaba en una empresa. Sin hacer alarde, sin tomar posturas de denuncias, en mi casa ha sido lo más normal que las mujeres trabajaran y ganaran dinero. Que yo estudiara Filosofía y Letras no parecía nada especial. No puedo compararme con las mujeres de mi época que tenían otra situación cultural, que no social, porque mi familia era de muy poco nivel económico. Mis padres eran oficinistas. Entonces yo soy un bicho raro. He hecho lo mismo que todas, me he casado por la iglesia, he tenido hijos y he seguido las normas, pero no he tenido que luchar por defender mi situación, a mí se me ha venido dado.
–Ha sido un bicho raro y lo sigue siendo, ¿no cree?
–(Suelta una carcajada) Sí, tienes razón. Porque que yo conduzca con los 90 tacos que voy a cumplir, que esté en un escenario y que haga lo mismo teatro que un recital de poesía… ya es mucha tela, sí que es verdad.
–¿Por qué dijo 'sí' a 'La reina de belleza de Leenane'?
–Juan Echanove, con el que he trabajado muchas veces, me sugirió volver a hacer teatro. Habíamos terminado de grabar 'Cuéntame' en el verano de 2023. ¡22 años ha durado la serie, niña! Yo había visto dos películas de este director anglo-irlandés, Martin McDonagh, 'Tres anuncios en las afueras' y 'Almas en pena de Inisherin'. E inmediatamente le dije sí, es un drama maravilloso y muy duro.
–Es una madre diferente a la que acostumbra hacer.
–Una madre malísima dispuesta a sacarle el máximo partido a su hija. Esta mujer proyecta sobre ella su necesidad de que alguien se dedique a ella y esté absolutamente a su servicio. Esa madre soy yo.
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