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El autor malagueño Javier Padilla. :: VIRGINIA CARRASCO
Javier Padilla: «Es ridículo decir que no hay que mirar el pasado porque se reabren heridas»

Javier Padilla: «Es ridículo decir que no hay que mirar el pasado porque se reabren heridas»

El joven autor malagueño presenta en Málaga su revisión de un capítulo poco conocido del antifranquismo en 'A finales de enero', ganadora del Premio Comillas de Historia

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Martes, 16 de abril 2019, 01:19

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Más de uno se frotó los ojos y afinó el oído para comprobarlo. El último premio Comillas de Historia, Biografía y Memoria se lo llevaba un lúcido retrato del antifranquismo, 'A finales de enero', que firmaba un precoz autor de solo 26 años, el malagueño Javier Padilla. Una sorpresa doble ya que su investigación descubre el triángulo amoroso que formaron Enrique Ruano, Javier Sauquillo y Lola González Ruiz, protagonistas a su pesar del final de la dictadura y la Transición. El primero murió cuando era estudiante en 1969 y estaba detenido por la policía, mientras que su pareja de entonces fue una de las heridas en la matanza de los abogados de Atocha de 1977 en la que sí murió su marido, Sauquillo, cuando la protegió con su cuerpo. Hace unos días, Padilla presentó su obra en el Centro Andaluz de las Letras de Málaga, acompañado de sus padrinos.

–Ya estará cansado de que todos nos sorprendamos de que un tipo con 26 años conquiste el venerable premio Comillas de Historia.

–Ja, ja. Es normal porque todo el mundo que lo había ganado tenía más de cincuenta y tantos años.

–¿Y cómo se lo ocurre a un veinteañero aspirar a un galardón cuyo palmarés tiene a Javier Tussell, Jorge Edwards o Isabel García Lorca?

–El premio ya lo conocía porque siempre me han gustado las biografías y la historia, pero creía que me quedaba grande. A través de Manuel Arias Maldonado, mi profesor de Ciencias Políticas de la UMA, conocí a Manuel Alberca que lo había ganado. Le enseñé el manuscrito y me animó a concursar. Los dos tuvieron mucho que ver y por eso ambos me acompañaron en la presentación en Málaga.

El libro

  • 'A finales de enero': Autor: Javier Padilla. Premio Comillas de Biografía, Historia y Memoria. Tusquets. 412 páginas. España. 2019. Precio: 22 euros.

–Esto de su insultante juventud también hizo que algunos de los que entrevistó no le tomaran en serio.

–Al principio algunos pensaban que yo estaba haciendo un trabajo de clase para la universidad. Pero la mayor parte de la gente fue luego muy generosa y colaboró conmigo.

–Usted ni había nacido cuando la Transición. ¿Qué aporta ser joven al análisis de esta etapa? 

–Buena pregunta. Hay una ventaja y es la distancia que hace que tenga menos sesgos. Los que vivieron esa etapa es probable que tuvieran ya unas ideas fuertes. Eso no quiere decir que yo pueda haber caído en errores subjetivos, pero sí me ha dado margen para no tener ideas preconcebidas.

–¿Y cómo llegó a esta historia?

–Fue una casualidad. Charlando con el editor Sergio Suárez me habló de Dolores González Ruiz y comencé a tirar del hilo. Entonces entrevisté a Margot Ruano que me ayudó mucho y me dio el sumario del caso de su hermano. A partir de ahí supe que merecía la pena hacer un libro.

–Cuando hablamos hace unos meses por la concesión del premio, usted se refirió a los protagonistas como unos perdedores. ¿Así los ve?

–Sin duda. A Enrique y a Javier los mataron y no hay mayor pérdida que la vida. Y todo lo que le ocurrió a Lola, a nivel personal y ideológico, fue un desastre. Por ser antifranquista, habían matado a sus parejas, le habían destrozado la garganta de un tiro y le destrozaron sus sueños.

La Transición no fue un fraude, pero sí que tuvo momentos oscuros y hay que observar este periodo histórico sin mitificaciones ni romanticismo

–La muerte de Ruano cuando estaba detenido por la Policía no es un capítulo desconocido, pero sí olvidado.

–De las muertes de universitarios antifranquistas es el caso más llamativo, pero es verdad que se olvidó muy pronto. Además, la sociedad en general no se enteraba y el resto del país no fue muy consciente de las luchas universitarias.

–Asesinato y amnesia. ¿Doble condena? 

–Y todavía más, porque se tergiversó su historia y hubo muchas difamaciones. Incluso se publicaron las notas de Enrique Ruano a su psiquiatra como si fuera su propio diario y como prueba irrefutable de que pretendía suicidarse. Lo acusaron de depresivo sin pruebas, pero fue probablemente asesinado y su memoria no fue tratada con el suficiente respeto.

–La vinculación de Ruano con los asesinatos de los abogados de Atocha es Lola González. ¿Ella es el centro del relato? 

–Lola es la principal protagonista y mi intención en un principio era escribir sobre ella, pero fui viendo que la verdadera historia también incluía a Enrique y Javier. Pero Lola es la que sostiene el hilo argumental del libro.

–¿Cómo fue aquella resistencia a la dictadura? 

–Uno de los motivos para escribir esta historia es que atraviesa muchos de los momentos más interesantes que vivieron los antifranquistas. Desde la muerte de Enrique Ruano que afecta directamente a los protagonistas, pasando por el concierto de Raimon, el Partido Comunista, los abogados laboralistas, el movimiento vecinal, la muerte de Franco, la Transición y la matanza de Atocha que es donde acaba la vida de Javier y casi la de Lola, porque ya no volvió a participar en la vida pública.

–¿Lola, Enrique y Javier fueron héroes anónimos?

–Lucharon contra el franquismo, pero lo que les ocurrió fue absolutamente injusto porque no cometieron ninguna locura. Desde la perspectiva de hoy no fueron personas que merecerían ningún tipo de castigo. Más que héroes los veo como víctimas.

Desmitificar la Transición

–En este momento de revisión de la Transición, ¿donde situamos 'A finales de enero'?

–No viene a decir que la Transición fuera un fraude porque no lo creo, pero sí que tuvo momentos oscuros y hay que observar este periodo histórico sin mitificaciones ni romanticismo, con un ánimo más de escrutinio y de saber la verdad. Aunque se nos caigan algunos mitos, también va a servir para ponerla en valor por la dificultad de aquella situación.

–¿Qué opina de que la memoria histórica se quiera sustituir por una ley de concordia como promueve el nuevo Gobierno andaluz? 

–Más que hablar de concordia o memoria histórica, es absurdo no querer mirar lo que pasó con objetividad y tratarlo con rigor. Me parece ridículo la postura de parte de la derecha de no mirarlo porque eso es reabrir heridas. Y tampoco me parece bien la postura de determinada izquierda de mirarlo con perspectiva ideologizadora. Lo importante es saber lo que ocurrió y que las víctimas y sus familias tengan la mayor información.

–¿Lo más difícil es mirar ese pasado sin pasión?

–Es inevitable tener cierto sentimiento, sobre todo las personas que estuvieron involucradas. No soy equidistante con los descendientes que tienen familiares en las cunetas y hay que ayudarles en todo lo posible. Pero el Estado no tiene que llevarse por los sentimientos, sino afrontarlo con calma para tomar decisiones correctas.

–¿En qué trabaja ahora?

–Ya tengo una idea, pero estoy empezando.

–¿También del ámbito histórico?

–Pues tiene que ver con mi familia malagueña de principios del siglo XX. Concretamente con un tío-bisabuelo de Torrox que vino a Málaga y después emigró a Argentina. Quiero contar su historia porque le pasó de todo

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