El mercado negro de Ozempic se extiende por España
El popular fármaco para la diabetes y la obesidad se utiliza para terapias no prescritas y las dosis se pueden comprar vía digital sin receta. Médicos, pacientes estafados y policías en alerta hablan de este «atractivo» negocio que se divulga por redes sociales y chats
El aura de remedio milagroso y su alto precio empuja a los usuarios de fármacos con semaglutida, como Ozempic y Wegovy, al mercado negro. Con diez kilos de más y aterosclerosis, J. acudió a su médico de cabecera en la Seguridad Social. «Aparte de aumentarme la medicación para el colesterol me dijo que tenía que adelgazar, y yo le pregunté por Ozempic para llegar a mi peso ideal», relata J., que no va al gimnasio pero procura caminar cuando pasea al perro y tiene una dieta balanceada. Le recetó Wegovy, la marca específica para la obesidad de la misma farmacéutica (Novo) y con el mismo principio activo, la semaglutida. Un fármaco que el sistema sanitario cubre sólo para la diabetes. J. compró una caja de cuatro dosis de 0,25 mg, la más baja, para el primer mes, una inyección a la semana. Fueron 180 euros. «Al mes siguiente seguí con 0,5 mg y el doble en el tercer mes». A mayor concentración, más dinero. Ya eran 250 euros, asegura J., que no siguió aumentando la cantidad por las náuseas constantes, uno de los efectos secundarios más frecuentes. «La médico me dijo que continuáramos un año con esas dosis bajas. La intención era llegar a 2,4 mg, pero iba a estar todo el día con el estómago revuelto. He bajado siete kilos en cuatro meses».
El precio de los fármacos para perder peso es uno de los factores principales de que se abandone la terapia, se haga intermitente con peores resultados o se acuda al mercado negro en busca de ofertas que suelen ser estafas. «Mañana me llegan 30 dosis de 10 mg por 180 euros. Echad cuentas vosotros», avisa el miembro de un grupo de Whatsapp. «Hay amigos que me han hablado de esa opción, personas que lo están haciendo por su cuenta, sin control médico. Lo compran y se lo pinchan», reconoce J.
Otros descartan estos tratamientos al saber el precio. «Algunos pacientes me dicen que no se lo pueden permitir. Cuesta más de 300 euros y con los sueldos de España hay familias a las que no les alcanza el presupuesto», ratifica la cirujana Maja Odovic, coordinadora de la Unidad de Sobrepeso y Obesidad del Hospital Universitario Nuestra Señora del Rosario, que suele atender a individuos que requieren perder más de 30 kilos, y que prefiere la molécula de Mounjaro (otro medicamento de funcionamiento biológico similar a Ozempic pero con tirzepatida de principio activo y fabricado por Lilly).
«Los que saben que no van a tener una prescripción médica se pueden gastar el doble en conseguir el producto»
Esto sucede con aquellos pacientes que tienen prescripción médica para comprar el medicamento. Pero hay una población cada vez más numerosa que, alentada por 'influencers' o chats, el boca a boca e incluso por personal sanitario, recurre a Ozempic para trastornos en el hígado, por la reducción de la grasa hepática; el corazón, al prevenir enfermedades cardiovasculares; los riñones al frenar su deterioro progresivo, o el cerebro, al retrasar la progresión de enfermedades neurodegenerativas, como afirmó Jens Juul Holst, cerebro de la farmacéutica descubridora de la semaglutida en Dinamarca, esta misma semana en la Real Academia Nacional de Medicina española. Aunque hay pequeños estudios, aún preliminares, que apuntan a estas propiedades, no aportan aún evidencia científica sólida y ninguna agencia sanitaria ha autorizado la prescripción de estos fármacos para esos usos.
Además de elevar el interés en un mercado legal de más de 13.000 millones de euros anuales y con la industria china pisando los talones a las pioneras occidentales, el rumor de la existencia del elixir mágico, incrementa los chats donde se habla de bajar el colesterol sin necesidad de estatinas, de «quitarse cinco kilos tras una operación de rodilla» e incluso de «microdosis» para mejorar «problemas metabólicos».
«Hay un lado oscuro que no es la salud. Hablamos del negocio», advierte Cristóbal Morales, endocrinólogo que ha participado desde hace dos décadas en los ensayos que se realizan en España con estas moléculas que interaccionan con la hormona que regula el apetito. «No hay grandes estudios clínicos hechos en personas con normopeso. Hay que tener cuidado con que se convierta en un 'efecto Viagra', en el que la persona se lo pone un mes o se pincha de manera puntual. La gente lo busca por internet, con un patrón de estética, y llega a encontrar copias de péptidos que no están aprobados, que están en investigación y aún así lo venden. Hay mucho mercado negro, mucha receta que no sé cómo se consigue y hasta fármacos que vienen de otros países».

El uso irresponsable de esta generación de fármacos cuya acción suprime el hambre, y que en España está aprobada para la diabetes desde 2019, no menoscaba su éxito real. «No hay que demonizar estas moléculas, que tienen un uso maravilloso y beneficios que van mucho más allá de la pérdida de peso», sostiene Morales, también vocal de Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO). «Tiene beneficio en el corazón, en el riñón, en la arteriopatía periférica, en el alzhéimer, en el hígado graso. Lo sabemos por los millones de datos en personas con diabetes y con sobrepeso que tenemos desde hace años en los cinco continentes. Pero no hay evidencia médica que aconseje su uso en otro tipo de paciente. La hipótesis es que no pasa nada, pero legalmente en España no se debería utilizar».
La semaglutida se popularizó para perder peso hace apenas un par de años. «Todavía no podemos sacar conclusiones», sentencia Odovic. «En todo caso, intentar a bajar de peso sólo con medicamento, sin cambiar de estilo de vida, sin hacer deporte y sin dieta, no puede tener un resultado estable a largo plazo. Es muy difícil que no haya rebote».
Traficantes de jeringuillas
Con la cotización al alza, más caros que algunas drogas recreativas, los fármacos para perder peso ya están en el punto de mira de la Policía Nacional. «Dentro del mundo del tráfico de medicamentos hay una serie de productos estrella. Los más demandados son la hormona de crecimiento y productos insulínicos como Ozempic, que está muy solicitado y es bastante caro», afirma el inspector Juan Pablo Armenteros, jefe del grupo Antidopaje de la Unidad Central de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Comisaría General de Policía Nacional. «Desde el minuto uno que se puso de moda para adelgazar ya aparecía este tipo de jeringuillas precargadas y la demanda ha aumentado. Y ahí vienen los fraudes, la falsificación de recetas o la participación de farmacéuticos».
Al contrario que otras mercancías del mercado negro, como los derivados de la testosterona, estos fármacos son «más difíciles de sintetizar en laboratorios, pero son atractivos», indica Armenteros, y hay dos tipos de 'modus operandi'. Uno, que fue el primero que se detectó en España, es el producto que viene de otros países, sobre todo China e India. Se empacan con nuevos nombres destacando el supuesto principio activo (semaglutida). «Para que parezca que han sido fabricados en unas instalaciones adecuadas», dice el inspector de la Policía Nacional, sobre estas «marcas de fantasía». «Pero no sabemos realmente cuál es la molécula ni lo que están vendiendo ni en qué condiciones está. Su uso es más peligroso».
La segunda forma de contrabandear con el fármaco sucede cuando se roban o «distraen» de una farmacia, un hospital o un centro sanitario españoles, donde deberían estar bien custodiados. «En principio su origen es legal pero lo sacan a cambio de una compensación económica y lo venden».
«Hay mucha gente que no quiere que lo sepa ni la familia, porque está muy estigmatizado y nos dicen que cogemos el camino fácil»
Sin embargo, con la ley de oferta y demanda, ahora el mercado negro no es más barato. «Los que saben que no van a tener una prescripción médica se pueden gastar el doble en conseguir el producto», explica Armenteros, en cuya última operación, finalizada la semana pasada, se detuvo a un enfermero y varios farmacéuticos, entre otra treintena de cómplices, imputados por un delito contra la salud pública, el mismo que se aplica a los narcos. «Cuando alguien sin conocimientos médicos entrega una jeringuilla a una persona que no la tiene recetada, en ese momento, aunque tenga un origen legal, se convierte automáticamente en ilegal», sostiene Armenteros.
La situación se complica por el estigma que rodea a los que utilizan estos medicamentos, más si los compran fuera de la legalidad, sea o no para terapias 'off label', que es la manera de referirse a todo uso que no está especificado en el prospecto. «Hay mucha gente que no quiere que lo sepa ni la familia, porque está muy estigmatizado y nos dicen que cogemos el camino fácil, cuando no lo es. Para empezar, económicamente es difícil y, segundo, no estamos tirados en el sofá esperando a adelgazar», explica Xandra Alemany, vicepresidenta de la Asociación Nacional de Apoyo para Tratamientos de Obesidad (Anato). «También se ve por redes sociales y por televisión que la usan para perder cuatro kilos o para un uso indebido o sin control médico real, y da una mala imagen que se suma al estigma de que eres gordo y te pinchas. Entonces mucha gente no ha querido denunciar las estafas por vergüenza».
Soledad y Bizum
Esta asociación de pacientes ha denunciado, ante la Agencia Española del Medicamento del Ministerio de Sanidad y ante la Policía Nacional, la «existencia de una red organizada que, a través de Whatsapp, ofrece péptidos inyectables (…) que no están autorizados para uso humano en España ni en la Unión Europea» y que se usan para «la pérdida de peso, la mejora del rendimiento físico o el rejuvenecimiento». Lo hacen en nombre de personas que sienten «miedo y vergüenza», en particular «mujeres entre los 50 y los 60 años con menopausia», especifica Alemany.
En esa soledad, se encuentra cierto consuelo en los grupos virtuales. «Quieres saber lo que opinan, te sientes acompañado. La gente está muy sola con la obesidad, que puede traer depresión», comenta Alemany, que también es «paciente experto» en el hospital donde recibe el tratamiento en Cataluña. Por ejemplo, el chat 'Adelgaza con ayuda de mediación' tenía 220 miembros y, además de información sin contrastar, «incitan a los usuarios con dificultades para acceder a tratamientos médicos a recurrir a esta vía clandestina». Por Bizum se hacen transferencias desde cien euros hasta unos 3.000 por pedido, que luego no tienen retorno.
Por último, los endocrinólogos consultados alertan sobre la existencia de «clínicas de internet», que «proliferan por el interés comercial y sin valorar al paciente», advierte Morales, que ha participado en «más de 170 ensayos clínicos y cada día me bombardean para venderme fármacos que son copias». Frente a las tarifas privadas, la inseguridad del mercado negro y los largos plazos de la sanidad pública, que pueden alcanzar un año, según Alemany, estos centros digitales pueden cobrar abonos de unos 70 euros mensuales, según los consultados. No obstante, «no es café para todos. Cada paciente es diferente». La semaglutida también reina en el mercado negro.
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