Juan Béjar cumple 79 años en la Económica: «Me queda por hacer mi mejor cuadro»
El artista malagueño, dueño de un lenguaje surrealista propio, expone en casa por segunda vez en cuarenta años su enigmático mundo de «pequeños sin edad ni tiempo»
Se sentirá observado desde cualquier punto de la sala. Se coloque donde se coloque, le mirará fijamente con su rostro hierático de porcelana. Unas veces ... le hará sonreír, otras le causará inquietud, pero siempre se preguntará qué hay detrás de ese personaje sin edad ni tiempo ni género definido. Es un enigma hasta para su creador. «Yo le llamo a veces bombón envenenado», bromea Juan Béjar rodeado de su icónica figura, reinventada aquí en más de una veintena de cuadros. El pintor malagueño expone en casa, por segunda vez en cuatro décadas, en la Sociedad Económica Amigos del País. En unos días celebrará su 79 cumpleaños, con el nivel de producción y autoexigencia de siempre. «Me queda por hacer mi mejor cuadro», asegura.
Lo habitual sería comenzar esta visita por la sala de la derecha, pero para él el recorrido empieza tras la puerta que se abre a la izquierda del patio de la Económica. «En contra de la lógica». Como en sus cuadros. Profundamente influido por el surrealismo que descubrió en su juventud en pintores del norte de Europa y por las lecturas de 'La metamorfosis' de Kafka y 'La interpretación de los sueños' de Freud, Béjar ha perfilado un lenguaje pictórico propio y absolutamente reconocible protagonizado por un mismo personaje que adopta diferentes roles, como un actor de teatro. En cada cuadro, ese ser vive una historia distinta que tendrá que completar el espectador con los elementos que Béjar va dibujando a su alrededor, desde palomitas de papel a un ramo de estrellas, desde un perro con expresión de humano a una marioneta de sí mismo.
«Son pequeños sin edad que están metidos en un laberinto del tiempo. Son surrealistas, extraños y enigmáticos», les define. En algunos casos, Béjar los ubica en una especie de limbo, con un fondo plano de color carmesí en el que el personaje interpela con más fuerza al espectador. En otros casos, los funde en paisajes inventados, una línea de trabajo en la que sigue explorando. «No la doy por terminada», apostilla Béjar, siempre pensando en qué será lo siguiente. Su maestría técnica, pulida por años de experiencia, se refleja en los detalles, en esas veladuras de los ropajes que simulan auténticas telas adosadas al cuadro o en el relieve que aporta a elementos que parecen sobresalir de la imagen.
Sus pinturas son «una puerta abierta» a la imaginación, con reacciones positivas y negativas. «Pero no me importa, lo único que quiero es que la gente salga pensando de aquí». Porque algo no cuadra en ellos: visten como si fueran del pasado, pero el concepto que proponen es contemporáneo y muestran un futuro imposible y surrealista. «Yo llamo a mi estilo simbolismo conceptual. Es figurativo, pero no realista. Es una interpretación de la realidad», explica. O de los sueños, porque confiesa que muchas veces ese personaje se le aparece mientras duerme para convertirse a la mañana siguiente en un lienzo.
Sueña con cuadros e incluso los dibuja mientras pasea. «Muchas veces me saludan amigos por la calle y no me doy cuenta. Les digo: 'perdona, que voy pintando'». La pintura es su vida. «Yo no recuerdo juegos de infancia, ninguno. Solamente un lápiz y un papel, y una tiza para pintar en el asfalto». Artista autodidacta, se marchó de Málaga con apenas 17 años para descubrir mundo y empaparse de las vanguardias. «Aquella Málaga no era una ciudad para el arte que yo quería hacer». Pasó largas temporadas en Alemania y Países Bajos, donde ahora regresará con una exposición en Utrecht.
La mayor parte de su producción se ha vendido en el extranjero y en el norte de España, con Pamplona a la cabeza. Pero todas las revoluciones que ha ido sufriendo su pintura se gestaron aquí. «Porque tengo una cultura mediterránea, tengo impregnado el mar en mi genes». En la Málaga de los 80 fundó el Colectivo Palmo, junto a amigos como Barbadillo, Brinkmann, Dámaso Ruano, Pepa Caballero, Jorge Lindell y Stefan von Reiswitz, entre otros, una alianza creativa que renovó el lenguaje artístico de una ciudad anclada en el academicismo. Su obra está en destacadas colecciones privadas, como la Várez-Fisa de Madrid y la Helmut Brenske de Hannover, y también forma parte de los fondos públicos de la Fundación Pablo Ruiz Picasso y el Museo de Bellas Artes de Málaga.
Su regreso a la Económica, con el patrocinio de Fundación Unicaja (hasta el 31 de octubre), lleva por título 'La sombra de la ausencia'. «Por varias cosas que se han quedado en el camino, que quería hacer y no pude realizarlas. Y por algunos ausentes que me enseñaron mucho y aprendí con ellos». En su honor, reúne aquí su producción más reciente, una selección de 22 óleos y cinco 'giclées' intervenidos (reproducciones fotográficas de altísima calidad sobre las que pinta en óleo) realizados entre 2024 y 2025. «Soy un pintor muy lento, pero he tenido una producción intensísima». Como la poeta Emily Dickinson, cuenta, se encierra en su taller y se pasa las horas creando. «Yo lo único que quiero es estar tranquilo con mi música clásica y pintar». Quien le necesite, sabe dónde encontrarle: «Que me busque en el estudio».
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