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Tiene 21 años y, sorprendentemente, las ideas muy claras. Dice que hace música «por amor», ni por fama ni por dinero. «Eso lo temo más ... de lo que lo quiero». Y le cabrea sobremanera que la subestimen. Sobre todo ellos. «Porque las chavalas también 'fronteamos', las chavalas también podemos rimar y hacernos las chulas». Y ella lo hace ya junto a los grandes. Julia González es Faenna, la joven rapera de Huelin que se ha ganado un nombre en el circuito sin alardes ni demasiado ruido, solo con su talento. Este fin de semana, sin ir más lejos, comparte cartel con Kaze, Mala Rodríguez y Tote King en el Viña Rock de Villarobledo. En julio actuará en Monegros Desert Festival junto a otros tantos.
«Llevo un año y medio sin parar de hacer música. No sé cómo no se me acaba el cupo de la creatividad», confiesa. Por delante tiene una temporada llena de festivales por toda España; esta misma semana ha lanzado su EP 'Dreamless' –«de un refinamiento y buen gusto ejemplar», comenta el experto en hip hop Sebastián Arteaga–; el 9 de mayo se publica su colaboración con María Terremoto, artista de Universal; y los críticos del género tienen aún muy presente la potencia de su trabajo 'Julia y Manuel' junto a Manu Beats, un productor de referencia del hip hop al frente de Ruanda Records.
Está feliz de todo lo logrado en tan poco tiempo, pero ella misma se ancla a tierra. «Uno de mis miedos más profundos es perderme a mí misma, dejar de hacer lo que realmente quiero por fama o por dinero. Yo no quiero moverme por ninguna de esas dos cosas, porque creo que mi arte va siempre primero».
No le gusta demasiado dar entrevistas, así que quedamos con ella en su territorio, en su barrio. «Donde yo más cómoda me siento comiendo pipas en un banco o jugando a un futbolín en el bar de ahí detrás». Porque aquí, en el entorno del parque de Huelin, empieza su historia. Es hija de una familia numerosa, de las pequeñas del clan, con un padre lotero en Puerto de la Torre, «que se ha hinchado de trabajar toda su vida», y una madre peluquera, que dejó el oficio para cuidar a los suyos. «No lo hemos tenido fácil del todo, porque somos muchísima gente y no nos quedaba otra que currárnoslo».
Pero Faenna es quien es, en parte, por esa circunstancia. «Eso te enseña muchas cosas. Te enseña a ver la vida de forma distinta, a comportarte de otra manera con la gente, a saber compartir». Una hermana fue quien le descubrió el rap de Violadores del Verso y de SFDK que ella almacenaba siendo una cría en el MP3 que le regalaron por su comunión. Gracias a otra escuchaba a Camarón y a La Paquera de Jerez, descubriendo el flamenco, su otra pasión. «Si yo pudiera dar quejíos no estaría rapeando», asegura con convicción. Puede que no se arranque a cantar una soleá, pero sí baila desde niña. «Y me llena muchísimo».
Sonríe cuando se define como «una rapera muy flamenca», porque en el fondo ambos mundos están más unidos de lo que parece. «Salen del dolor más profundo», reflexiona. Sin pretenderlo, cuando escribe le surgen frases jondas que remiten a los cantaores que ha escuchado toda su vida. Y, como ellos, en su cante hay protesta que nace de la calle. También una reivindicación de género. «Más dura que todos estos raperos / Mi hermana tiene razón, no me pego porque no quiero / Me la suda, solo quiero comerme un puchero / Y un eurito suelto pa papeles y mechero», rapea en 'Papeles y mechero', uno de los temas con los que se dio a conocer.
Ella, como le pasa a todas las raperas, es todavía una excepción en un mundo muy masculino. Ellos dominan los carteles, la producción y la programación; y ellas, muchas veces, quedan relegadas a ciclos de rap en femenino. «Eres como menos creíble por el simple hecho de ser mujer. Una mujer hablando de barrio, hablando de calle, es como que los hombres no lo entienden, piensan que es mentira», dice. Faenna fue, por ejemplo, la única rapera que aparecía en el remake 'Málaga City' de Gordo Máster.
«Me cabrea sentirme subestimada por la parte masculina de la movida. Hay injusticias que veo que me cabrean, que no lo puedo evitar, pero las veo en el rap, las veo en mi casa, las veo en el barrio, en cualquier sitio», declara con contundencia. Pero huye de la expresión 'rap femenino'. «Yo siempre hablo de lo que a mí me apetece, de lo que yo necesito hablar, obviamente desde mi posición como mujer. Hay cosas que me van a enfadar más que a un hombre, que las voy a decir con más rabia que un hombre. Pero no creo que haya temas en particular que sean de mujeres. Cada uno que hable de lo que le dé la gana. En eso consiste el hip hop, en esa libertad».
Pero tras esa seguridad arrolladora que transmite también hay debilidades. No se libra del síndrome de la impostora, algo que para Faenna va con la profesión. «Creo que es hasta necesario, porque aparte de ponerte los pies en la tierra, vas con el sentimiento ese de siempre querer mejorarlo todo y eso es lo que te hace avanzar».
Para seguir creciendo, ella estudia Historia del Arte en la Universidad de Málaga en el poco tiempo que le queda entre la creación y las giras. «Lo hago por gusto, no me va a dar de comer, pero sé que me va a dar mucho conocimiento». Para el futuro, de momento, solo pide una cosa: «Decir que vivo de la música».
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