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Deseos fugaces

CRUCE DE VÍAS ·

Ninguno de los dos cree ni deja de creer en la reencarnación, aunque yo cada día lo tengo todo menos claro

Sábado, 15 de agosto 2020, 00:25

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La noche del pasado lunes, Blanca y yo estuvimos avistando las Perseidas. Mientras buscábamos en el firmamento las Lágrimas de San Lorenzo hablamos de aquellos ... mártires que defendían sus creencias hasta la muerte. Morir asado en una parrilla tiene que ser terrible. De vez en cuando se cruzaba por el cielo la sombra de algún pájaro. Entonces Blanca preguntó qué animal elegiría para reencarnarme. Ninguno de los dos cree ni deja de creer en la reencarnación, aunque yo cada día lo tengo todo menos claro. Ella me identificó con el pingüino y el camaleón porque siempre me ha fascinado la elegancia y lentitud con la que ambos se desenvuelven. Sin embargo, no pretendo convertirme en uno de ellos. Me sobrecoge la majestuosidad de las ballenas, pero son demasiado espectaculares para alguien que prefiere pasar inadvertido. Además necesitan salir periódicamente a la superficie para tomar aire y expulsar lo que llevan dentro. Hice un rápido análisis de los animales que me pasaron por la cabeza. En primer lugar descarté los peces y otros mamíferos marinos porque resulta agobiante pasar el día entero sin salir del agua. Tampoco me apetecía pasar la vida pisando tierra firme, lo llevo haciendo desde que nací y en el momento más imprevisto aparece un tipo despiadado y poderoso que nos envía a hacer gárgaras. O sea que lo mejor es salir volando, así que elegí ser pájaro. Pero no un pájaro frágil que en cualquier instante puede caer en las garras de otro más fuerte. Blanca pensó lo mismo y eligió reencarnarse en cuervo.

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