Buenas noches
Cruce de Vías ·
El anochecer baña la ciudad de un crepúsculo purpúreo en el que las luces flotan y damos por sentado que todo el mundo es feliz como nosotros ahoraDice que las ciudades tienen sentido porque te amoldas inconscientemente al ritmo de los demás y de esta manera se hace más soportable la soledad. ... Quizá tenga razón. Ahora los dos vivimos apartados del mundanal ruido, pero durante algunos años estuvimos viviendo en el Paseo Marítimo. Una de las razones por las que decidimos mudarnos de aquel piso fue porque el hecho de estar en un lugar tan céntrico nos absorbía el tiempo y el espacio. Le recuerdo aquella época y ella sonríe. A diario recibíamos visitas de amigos que pasaban por delante de nuestra casa y llamaban al portero automático. ¿Bajáis a dar una vuelta? No, subid vosotros. Llegamos a la conclusión de que estamos rodeados de solitarios que se hacen compañía. Le confieso algo que me llamó la atención del viaje que hicimos el pasado mes de octubre: Los móviles se han convertido en los espejos de la vida presente, ellos reflejan la soledad en la que andamos sumergidos. Se queda callada. ¿Qué piensas?, pregunto. En nada, responde. Eso está bien, hay que descansar de vez en cuando. Los pensamientos nos mantienen despiertos noches enteras. Hasta mañana, que duermas bien. Hasta mañana.
Me despierta el silencio del amanecer. El sol sale tarde en enero. Dice que le hace feliz oír al pájaro de siempre, un gorrión que yo daba por muerto y que ha regresado de quién sabe dónde. También le encanta el petirrojo que aparece todos los días con el primer rayo de luz y se posa a piar en la misma rama de la stephanotis. Un piar discreto, señala ella, y se pone a imitarlo. Me gusta oír el sonido lejano de los aviones que pasan por encima de casa, adónde irán. Cuando volamos hacia el Norte nosotros también pasamos por encima de nuestra casa y es una sensación extraña verla vacía desde el cielo.
No guardo mal recuerdo de ninguna de las otras viviendas en las que he habitado a lo largo de los años. Pienso en el piso bajo del Ensanche, el piso 15 del edificio Luz, la casa del Albaicín, en calle Mina, aquel dormitorio con vistas a la Alhambra. Tantas y tantas casas, tantas y tantas historias. Cada noche regresaba a casa a esperar que la vida comenzase. La curiosidad, la sorpresa, la ilusión, nos mantiene vivos. Ella también recuerda casas y ciudades. Volvemos la vista atrás y recorremos pasillos, abrimos puertas y entramos en los cuartos de la niñez, la adolescencia, la juventud, hasta hoy. Me estremezco al pensar en el paso del tiempo. El anochecer baña la ciudad de un crepúsculo purpúreo en el que las luces flotan y damos por sentado que todo el mundo es feliz como nosotros ahora. Algo tan fácil y complejo como ser feliz. Buenas noches y felices sueños. Buenas noches.
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