La alargada sombra de los Hermanos Coen
En la nueva temporada de 'Fargo', la acción vuelve a situarse en Minnesota. Esta vez en el 2010
miguel ángel oeste
Lunes, 8 de mayo 2017, 00:36
Uno de los indudables aciertos de Noah Hawley el creador de la serie Fargo es que la serie remite en tono, atmósfera, personajes, acción, etcétera, ... a la película homónima de los hermanos Coen. Tanto en las dos temporadas anteriores como en esta tercera de la que hemos podido ver dos capítulos, hasta la fecha, los ecos y detalles al mundo estético y argumental de los Coen resulta evidente. No solo encontramos referencias y asociaciones a la película Fargo, también, por ejemplo, al El gran Leboski. En Fargo, los absurdos y estúpidos procesos criminales cargados de violencia (normalmente producidos por azar o por circunstancias banales) radiografían la estulticia humana y el sentido del norteamericano del medio oeste.
Esa estupidez puede llamar nuestra atención como europeos, porque la emparenta en ocasiones a un cartoon (en las expresiones y acciones de los personajes). Pero lo que subyace, la ambigüedad moral y el crimen como motor cotidiano, es reconocible al ser universal. Al margen de que en conjunto las dos temporadas anteriores pudiesen tener altibajos, sin duda, sigue siendo una estimable ficción, siempre con un casting muy acertado y una banda sonora que pliega las emociones de los personajes con el ritmo interno de la secuencia. En esta nueva temporada, la acción vuelve a situarse en Minnesota. Esta vez en el 2010. El arranque de la serie nos transporta al Berlín Oriental de 1988, en concreto, a un interrogatorio. Esa inspirada escena encuentra su relación con un cuadro de árboles pelados en la nieve. Pero poco más se sabe de esta conexión que se irá desvelando a medida que avance la acción. El ritmo pausado a veces algo entrecortado- se combina con una narración que maneja las claves criminales salpicado siempre de humor y extrañeza. Estas son los elementos estructurales en los que se sustenta Fargo.
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Los dos primeros episodios transitan a través de la rivalidad de los dos hermanos Emmit y Ray Stussy, ambos interpretados por Ewan McGregor por un sello; también por los problemas del primero con VM Varga (David Thewlis), un delincuente de una organización del Este. A esto se añade la peculiar relación que mantiene Ray con Nikki Swango (Mary Elizabeth Winstead), una jugadora de cartas, decidida y manipuladora, que funciona como mujer fatal, y por el encargo que Ray le hace a un tipo en libertad condicional, Maurice LeFay (Scoot McNairy). Ray le pide a Maurice que robe el sello de su hermano, pero la ineptitud de Maurice le lleva a cometer un delito. Precisamente, la secuencia de este, en la que pierde la dirección y se confunde de localidad, resulta elemental. Así como otros momentos de acción que incluso podrían omitirse.
Si estos personajes se encuentran en la zona delictiva o necia como retrato social, el único personaje que parece representar la sensatez y la dignidad es Gloria (Carrie Coon), la antigua jefa de policía de Eden Valley. Lo que sí funciona en la serie es el reflejo de Eden Valley, donde asesinan a Ennis. Eden Valley es un pueblo donde no se comenten delitos, en el que la gente deja la puerta abierta. De hecho, la comisaría es una parte de la biblioteca y el calabozo es un cuarto donde han metido los ordenadores. Estos detalles, el ajustado reparto y algunos inspirados diálogos representan hasta el momento lo más seductor de una serie aún en curso y sobre la que resulta complicado establecer reflexiones más precisas.
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