El salto mágico de Marilyn
Philippe Halsman, amigo de Dalí, fotografió durante diez años a cantantes, actores y políticos en actitud desinhibida
DANIEL ROLDÁN
Sábado, 3 de diciembre 2016, 00:25
La idea era capturar todos los elementos en el aire. Philippe Halsman le propuso a su amigo Salvador Dalí hacer esa fotografía extraña. Al ... genio ampudarnés le encantó la idea. Había congeniado años antes con ese fotógrafo letón (Riga, 1906-Nueva York, 1979). Ambos compartían una educación similar, su amor por París, un interés desmesurado por el psicoanálisis y una huida a Estados Unidos tras el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. En el caso del fotógrafo, pudo entrar en el país gracias a la intervención de Albert Einstein.
Dalí y Halsman se entendían tanto que el pintor soportó 46 sesiones de trabajo durante tres décadas. Más de 500 fotos. Una de estas sesiones fue la de la imagen flotante. Se repitió 28 veces hasta que el caballete (con la ayuda de unos desaparecidos hilos), la silla, Dalí, dos gatos y unos chorros de agua aparecieron perfectamente. La obra se hizo en 1948 y forma parte de la 'jumpology', un nuevo punto sobre el retrato psicológico que el artista quería dar a sus obras y que hasta marzo se puede ver en el CaixaForum Madrid, en la retrospectiva más importante del autor organizada en colaboración con el Philippe Halsman Archive de Nueva York y el Museé de l'Eysée de Lausana (Suiza).
Durante una década, el fotógrafo pedía a sus retratados que posaran saltando. Lo hacía después de una sesión de fotos tranquila, en un ambiente relajado y explicándoles qué quería hacer. Los duques de Windsor accedieron sin problemas; a Marilyn Monroe le costó entrar en ese juego. El primer contacto entre los dos fue en 1949. La revista 'Life' le mandó fotografiar a ocho aspirantes a actrices y Halsman se quedó prendido de ella. Tres años más tarde le hacía la primera portada para la revista. En 1954, Halsman tomó un retrato espontáneo de Monroe saltando. A ella no le gustó el experimento. Tardaron cinco años en volverse a juntar para participar en el proyecto. Y Halsman logró que el icono saltase durante tres horas hasta conseguir la imagen perfecta, que fue portada de 'Life'.
La 'jumpology' tocó a su fin con la publicación en 1959 del libro 'Philippe Halsman's Jump Book', que recoge 170 divertidos y espontáneos saltos de famosos. Algunas de estas imágenes se exponen en 'Philippe Halsman ¡Sorpréndeme!', en un recorrido por 300 fotografías, los procesos creativos y los elementos que usó durante su carrera, como hojas de contacto, impresiones, pruebas preparatorias, fotomontajes originales y maquetas. «Esta muestra es diferente por esto», indica su hija Irene. También están incluidas las 101 portadas que realizó para la revista 'Life'. Un récord vigente.
La muestra está dividida en cuatro partes. La primera trata de sus primeros años en París, a donde llega en 1931 tras obtener el asilo político después de ser acusado falsamente en Austria de matar a su padre durante una caminata por el Tirol. Solo la intervención de su hermana Lioba, ayudada por Einstein, Sigmund Freud y Thomas Mann, le libró de una condena de diez años. Tres años más tarde comienza a retratar a personajes conocidos. «Tenía decidido que si quería ser un fotógrafo famoso debía fotografiar a famosos», asegura Anne Lacoste, comisaria de la muestra con Sam Stourdzé.
El primer famoso que aceptó el reto de posar fue el escritor André Gide. Después pasaron por su objetivo Paul Valéry, Marc Chagall, Claude Simon o Le Corbusier. Las tres siguientes partes de CaixaForum se centran en su periodo estadounidense. La primera, sus retratos más conocidos, como el de Marilyn o a Alfred Hitchcock para la promoción de 'Los pájaros'. La segunda está centrada en los brincos de los famosos y la cuarta en la relación que mantuvo con Dalí. Sus «ideas fotográficas» acabaron con una de las imágenes más icónicas del pintor español. En 1953, Halsman observó que el bigote de su amigo le daba «la oportunidad de cumplir uno de sus sueños más ambiciosos: crear una obra extraordinariamente excéntrica». Así que se pusieron a jugar con el bigote en diferentes poses durante tres días, hasta conseguir que uno de los elementos más apreciados por Dalí tuviera el carácter surrealista aceptable para el particular artista español.
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