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José María Bernils falleció en julio de 2012 a los 82 años, solo unos días después de caer enfermo. El día que se puso malo tenía previsto un concierto en el castillo de El Bil-Bil con el Orfeón de Benalmádena, que él mismo había ... fundado unos años antes. Le falló el cuerpo antes que la mente, una mente inquieta que se mantenía joven, siempre en busca de un quehacer. Se podría decir que fue uno de los padres de la cultura de Benalmádena, responsable de haber introducido el 'gusanillo' del amor por la música, el teatro, la poesía y la literatura a varias generaciones del municipio.
Quizás por eso en el año 2021 ya se hizo un amago de reconocimiento público a su figura, que se quedó solo en el papel y que ahora se ha retomado en forma de acuerdo plenario en el Ayuntamiento de Benalmádena, de manera que se ha dado inicio al expediente para declararlo hijo adoptivo de la ciudad, a título póstumo, y dedicar una calle a su memoria.
Pero, ¿Quién fue Bernils y por qué merece este homenaje? Su hija, Mari Ángeles Bernils Fernández, recuerda alguno de los pasajes de la vida de su padre y pone en valor su trayectoria.
José María Bernils nació 1930 en el barrio de La Victoria en Málaga, en el seno de una familia trabajadora y humilde. Con solo doce años tenía muy claro que su deseo era estudiar y entendió que dadas sus circunstancias o conseguía algún tipo de subvención o iba a ser del todo imposible.
«Se enteró de que en el Seminario de Málaga se podía estudiar de forma gratuita si conseguías un benefactor y allí que se fue. Le hablaron entonces de una señora que pagaba los estudios a algunos niños y él solo consiguió dar con ella y convencerla. Estuvo doce años en el seminario estudiando gracias a esa mujer», explica su hija. Allí cursó incluso estudios superiores que más tarde convalidó por el título de Magisterio.
Con el tiempo sacó unas oposiciones para la Caja Provincial de Ahorros de Málaga y «a partir de ese momento empezó a sacarse títulos sin parar». Con los años consiguió graduarse como gestor administrativo, graduado social, director de hotel y agente de la propiedad inmobiliaria. También cursó estudios superiores de arte dramático, su gran pasión junto con la música.
Fue a finales de los años 60 cuando su trabajo en la caja de ahorros lo llevó a Benalmádena junto su mujer y sus cuatro hijos. Llegó para dirigir una nueva sucursal y acabó siendo concejal de Cultura desde el año 1969 hasta 1977. «Entonces los concejales no cobraban, te proponían y era un trabajo que hacías de forma voluntaria, mi padre nunca fue político, a pesar de haber gestionado en aquellos años», afirma su hija.
A él se le atribuye la creación, en aquel tiempo, de la Semana Internacional de Cine de Autor, del Premio Internacional Literario de Crítica y Ensayo, la mejora y ampliación del Museo de Arte Precolombino o la recuperación de lo que hoy es una de las tradiciones más arraigadas del municipio, la puesta en escena de El Paso cada Semana Santa, en Benalmádena Pueblo. «Fue casi por casualidad que en el fondo de un armario encontró el libreto y decidió que había que recuperar esa interpretación».
A principios de los años 80 fundó la academia Atenas, en Arroyo de la Miel, por donde durante mucho tiempo pasaron varias generaciones de niños. En el año 1988 fue nombrado cronista oficial y solo dos años más tarde fundó el Orfeón Polifónico Niña de Benalmádena, que estuvo vivo 21 años, en el que consiguió aglutinar a personas de todas las edades y profesiones y con el que recorrió muchas provincias españolas y participó en certámenes internacionales.
A lo largo de su trayectoria Bernils impulsó recitales poéticos en el municipio, teatros musicales, festivales de música y llegó a su punto álgido cuando al jubilarse en 2007, creó el Ateneo de Benalmádena.
Con la creación del Ateneo de Benalmádena José María Berlins llevó definitivamente la cultura al pueblo con talleres de debate sobre temas de actualidad, talleres de poesía, de música, clases de teatro para niños y jóvenes y hasta una revista literaria. Todo ello completamente gratuito.
Una idea demasiado bonita y demasiado difícil de mantener, que pasados unos años desde su muerte, se quedó estancada. «Él vivía para eso, solo pensaba en la cultura desde que se levantaba hasta que se acostaba», cuenta su hija, Mari Ángeles Bernils, quien hoy vive con entusiasmo la posibilidad de un reconocimiento por parte de la localidad que en su día adoptó a toda su familia y a la que su padre «adoraba».
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