
Dura lex sed lex
manuel marlasca
Viernes, 20 de septiembre 2019, 00:13
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manuel marlasca
Viernes, 20 de septiembre 2019, 00:13
La frase data del derecho romano, la principal fuente de nuestro ordenamiento jurídico: «Dura lex, sed lex», es decir, «la ley es dura, pero es ley». Ayer, todo el peso de esa dura ley cayó sobre Ana Julia Quezada en forma de veredicto. El jurado popular la consideró culpable de los delitos de asesinato, lesiones psíquicas y delito contra la integridad moral, todos de los que estaba acusada al inicio del juicio. Un pleno que no muchos esperaban y que habrá que comprobar si mantienen las instancias superiores que verán los recursos de sus abogados, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía y el Supremo. La ley ha sido dura con Ana Julia, pero ha sido justa: ha tenido, pese al eco mediático del caso, un proceso y un juicio con todas las garantías procesales. Y ha tenido, además, dos abogados defensores –Esteban Hernández y Beatriz Gámez– que han hecho su trabajo de forma impecable, aun actuando de oficio, es decir, sin recibir un duro de su cliente. Los dos tenían el que estos días era el peor trabajo del mundo: defender a la encarnación del mal. Y han cumplido con su deber, conscientes de que su papel, como el de tantos otros letrados de oficio, es fundamental para mantener un Estado de Derecho saludable, en el que hasta el peor de los criminales tiene la mejor defensa posible.
A medida que la portavoz del jurado desgranaba, en forma de hechos probados, los delitos de Ana Julia, ella iba relajando su gesto. Las piernas cruzadas, una mano en el mentón, con la mirada perdida, lejos de la postura contrita –la cabeza agachada, las piernas juntas, sus ojos apuntando al suelo– que mantuvo en las sesiones del juicio. Su lenguaje corporal indicaba que la misma mujer que el día anterior había implorado perdón entre lágrimas, se sentía liberada de un enorme peso al conocer su futuro inmediato, que le acerca a la prisión permanente.
La ley ha sido dura con Ana Julia, en consonancia con lo terrible de su delito. Pero a Ana Julia no la han juzgado los todólogos de los platós, ni la ira de todo un país, ni un tribunal de la Inquisición. La ha juzgado y condenado nuestro Estado de Derecho. Dura lex sed lex.
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